Primera nieve en el monte Fuji, de Yasunari Kawabata

Acuarelas japonesas

Los  libros poseen una ventaja con respecto al tiempo que todo lo desguaza: puede suceder que, aún con años de retraso respecto al de su publicación, se puedan seguir disfrutando de forma permanente. En el caso de los premios Nobel son los lectores, y de nuevo el tiempo, quienes dictaminan si el galardón se concedió de forma acertada y si está llamado a perdurar. Hay algunos sepultados para siempre en el olvido, caso de nuestro Echegaray, y otros cuya pervivencia resulta más que evidente, como se comprueba con cada nueva reedición de J.R. Jiménez. Viene toda esta entradilla a cuento de la lectura que paso a comentar: KAWABATA, Yasunari. Primera nieve en el monte Fuji. Barcelona: Belacqua, 2007. Da igual que el año de su publicación inicial en Japón fuera 1958, el libro mantiene su vigencia. Luego diré por qué.


No conozco Japón todavía, aunque sí otros países del lejano Oriente. Me quedo en su iconografía y muy en particular en su cine. Cuando le concedieron a Kawabata (Osaka, 1899) el Nobel en 1968, yo ya estaba interesado por la Literatura en serio, pero seguramente no pude agenciarme ninguna de sus obras entonces, o tenía otras prioridades lectoras. Ahora mi bibliotecaria particular, Isabel, me pone a tiro esta antología de sus cuentos y, como ya he dicho en otras ocasiones al hablar de este gérero, su brevedad hace que se lea con facilidad, a pesar de la intensidad emocional que destilan muchos de ellos. Con sólo 20 años se integró en un grupo de escritores que, frente al realismo social en boga, reivindicaba un lirismo impresionista en sus escritos en prosa. No sabía, estaba en otras lides por entonces, que hubiera acabado suicidándose en 1972.


La temática de sus narraciones es variada y va de la infidelidad en la relación y los remordimientos subsiguientes ("En aquel país, en este país"), a la muerte y la memoria ("El crisantemo y la roca"), pasando por la sencillez a la hora de presentar la diferencia ("Con naturalidad"), o el reencuentro imposible tras la ruptura de una pareja ("Primera nieve en el monte Fuji"). La fecha de su composición, 1958, está todavía muy cerca del final del contencioso bélico y de la derrota que supuso para Japón. Esa derrota probablemente trastocó muchos de los valores considerados inamovibles por una sociedad tan conservadora como la nipona. El país que fue surgiendo tras el horror de Hiroshima y Nagasaki no tenía nada que ver con el de tan sólo veinte años atrás. Y así, junto al belicismo de Mishima, que comentábamos en la entrada anterior, se puede leer aquí lo siguiente: "El ejército es algo maligno. La guerra es algo pavoroso" (pág. 70), junto con el hecho de que el protagonista del cuento que encabeza la colección recurre en su memoria  a las espantosas imágenes vividas pata evitar la excitación sexual no deseada. También todo lo que tiene que ver con la posibilidad del divorcio, o la crítica al poder omnímodo del varón en aquella sociedad que iba cambiando: "A pesar de que mantenía un rígido control sobre su esposa, reconocía que ella era superior en muchas cosas" (pág. 26). Un machismo que tal vez sólo toleraba la presencia de actores en el papel femenino dentro del teatro NO. Por eso resulta más sorprendente aún leer: "Pienso que dentro de mí había una muchacha. Si no hubiéramos tenido guerra esa muchacha habría quedado reprimida" (pág. 71).


He elegido la imagen anterior para acabar comentando el estilo del escritor. Uno de los cuentos se titula como esta entrada. Hay en aquella cultura un gusto por lo delicado, la manera en que encaran la escritura de signos v. gr., por lo minucioso y episódico, lo que se muestra en todas las narraciones del libro. Un tono menor, semejante al de la levedad de la acuarela sobre seda o sobre papel de arroz, frente a la técnica más empastada del óleo. La sugerencia, las palabras susurradas, los sobreentendidos... Valga este ejemplo: "La roca y el crisantemo se vistieron de la misma blancura. Se hizo imposible percibir la flor. Después, el gris ceniza del crepúsculo lo envolvió todo: la nieve, la roca, el crisantemo" (pág. 95). Una técnica muy apropiada para acercarse con ligereza a la manera en que el pasado sobrevuela nuestro presente y lo sigue condiconando siempre: "Cuánto de su pasado, un pasado que él había olvidado y que para él ya no existía, podía ser recordado por otros" (pág. 151). ¡Quién no ha experimentado que otro reviva en nosotros algo completamente borrado de nuestra conciencia, con el consiguiente sobresalto emocional, incluso con la negativa a aceptar que aquello que nos recuerdan lo hubiéramos vivido nosotros! Libro profundo en su aparente placidez de superficies tersas. Queda claro, pues, que hay textos que desafían al tiempo y mantienen su vigencia medio siglo después de su publicación.

José Manuel Mora.

P.S. Por cierto, el que seguirá es, por fin, de "rabiosa actualidad", acaba de publicarse... Los puntos suspensivos pretenden espolear la curiosidad por la próxima entrada.

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