Viva la libertà, de Roberto Andò

La casta

Después de un secarral de cartelera alicantina, no hay más que ver el tiempo que hace del último comentario cinematográfico que colgué, el cine italiano me ha vuelto a llamar a una sala. Seguramente también la presencia de Servillo, de quien hablaré luego. Aunque no había visto nada antes de este director (no sé siquiera si había estrenado aquí alguna obra con anterioridad), Roberto Andò, no se trata de un recién llegado. Su decisión de servir la mayor parte de la historia a base de planos cortos en los que desnuda a los actores, me parece acertadísima y supone mucha sabiduría fílmica.


 Ha trabajado como periodista de la mano de L. Sciascia, también como director de teatro y ópera, y ayudante de dirección de Rossi, Fellini, a quien homenajea de manera expresa, Coppola... De hecho es además uno de los autores del medidísimo guión, adapatación de su propia novela, con el que ganó el D. de Donatello, uno de los premios cinematográficos más prestigiosos de aquel país.


Desde el inicio me vino a la cabeza otra peli italiana, Habemus Papam (2011) de N. Moretti, esta vez con el inmenso Piccoli haciendo de papa con miedo escénico, lo que lo lleva a huir del Vaticano antes de su consagración. Aquí sucede algo semejante, pero con un líder de la oposición de izquierdas, en esa Italia tan castigada por el mamoneo de los integrantes de "la casta". Creo que el término se acuñó allí ( Rizzo y Stella, 2007) antes que se adoptara en nuestro país por los mismos motivos y aplicado a la misma gente. La huida del político, que no encuentra ya más palabras con las que seguir su discurso de siempre, se complementa aquí con su contrafigura, la de un hermano gemelo, antiguo profesor de filosofía, recién salido de un psiquiátrico, que aceptará sustituirlo. Si se asume esta premisa, que ya habíamos visto en filmes estadounidenses, la posibilidad de la crítica al sistema se despliega, aunque sin demasiada acidez, pero no por ello resulta menos desternillante.


Una de las primeras frases ante la prensa del sustituto me parece incontrovertible y aplicable a los de nuestro país: "Tenemos políticos mediocres porque los electores son mediocres". Y si no, que nos lo digan a los de la "Calamidad Valenciana". Lo impensable del hecho, que resulte más creíble la copia que el original, no impide que se pierda la credibilidad de las situaciones: la primera entrevista periodística, el encuentro con el Presidente de la República, o el otro con una Merkel mucho más guapa con la que se marca un tango, ambos descalzos. Critica al aparato de su propio partido y apela a la capacidad de ilusión y deseo de cambio de la gente de a pie, frente a la esclerosis del aparato. ¿No parece que haya sido rodada después de las elecciones europeas y del terremoto político subsigueinte en nuestro país?


El ayudante del viejo político (estupendo Valerio Mastandrea, al que vi en Gente di Roma del gran E. Scola), el imprescindible hombre en la sombra, acaba siendo conquistado por el soplo de aire fresco de su nuevo patrón. Y en el encuentro final con el número dos de la agrupación se comprueba cómo muchas veces los enfrentamientos no se corresponden con posturas ideológicas contrapuestas, sino tan solo con luchas tremendas de egos enormes, de combate puro y duro por hacerse con el poder (Véase el espectáculo de estos días en el PSOE, o los navajazos que empiezan  darse en el PP valenciano).


Dejo para el final el comentario dela actuación del viejo cómico Toni Servillo, un hombre con muchos años de escenarios a la espalda, al frente de su propia compañía, recorriendo Italia con mejor o peor fortuna y que ha saltado al estrellato después de su actuación en La grande bellezza. Pero si entonces su talento estaba puesto al servicio de un personaje estomagante y vacío a mi modo de ver, ahora sirve a dos distintos, los hermanos gemelos. Para cualquier actor, ser capaz de diferenciar a dos criaturas con sólo una mirada, con el tarareo de La forza del destino, con un cabello teñido o natural, con un movimiento de manos, tiene que ser, además de un reto, una gozada. Y el actor sale triunfante. Se nota que ha disfrutado haciéndolo. Queda incluso la duda del último plano. ¿Cuál de los dos es? Qué envidia me dan los italianos, capaces de tratar temas actuales, vivísimos, con seriedad y el punto de distancia que proporciona el humor. Aquí, a lo más que llegamos es a carcajadas de usar y tirar, como en No sé cuántos apellidos vascos, que me he negado a ir a ver. Soy un friki. Lo sé. Pero no os perdáis esta maravilla.

José Manuel Mora.








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