A escondidas, de Mikel Rueda

De amores y barreras

El director y guionista de la peli, Mikel Rueda, (Bilbao, 1980), es un chaval de 34 años, que casi no se distingue de sus actores, como se puede ver en la foto de más abajo. Rodó un corto como trabajo fin de carrera Present perfect y un largo antes de A escondidas, que no he visto, pero éste último consiguió presentarlo en el Festival de Málaga, sin premio, y que se lo haya distribuido "Vértigo", una firma potente. Aún así, no sé qué posibilidades tendrá. Y hay elementos en la cinta nada despreciables, por ejemplo los diálogos están muy bien escritos, son naturales y creíbles, aunque es cierto que la música me sacaba de situación en algunas ocasiones. En otras me pareció que estaba bien elegida.

No es la primera película que trata de amores adolescentes, en este caso de carácter homosexual. A tema tan espinoso todavía, y si no que se lo digan a los adolescentes de la cuadrilla del protagonista, se une aquí el hecho de que uno de los dos chavales es un "sinpa", albergado en un hogar común de acogida de Bilbao. La homofobia en la cultura musulmana es también patente; para ambos se trata de una vivencia tabú, de la que ellos desconocen adónde les puede llevar. Para ambos también es algo desconocido, pero es verdad que, a pesar de las prohibiciones en sus ambientes respectivos, ellos se encuentran a gusto cuando están juntos y son capaces de compartir juegos y risas y los sentimientos acaban aflorando en sus miradas. La espada de Damocles de la expulsión pesa sobre el marroquí. Toda la historia se enrarece y se hace más y más difícil. No está contada al uso, de forma lineal, sino que el director ha preferido ofrecer escenas que se explican a posteriori. Los exteriores elegidos, en la zona de lo que fue el Bilbao industrial, son excelentes para que se puedan esconder.

En un filme así era esencial la elección de actores. El director, tras una selección entre un elevado número de jóvenes, eligió a los protagonistas, Adil Koukouh y Germán Alcarazu, que dan la edad, aunque su inexperiencia podía haber sido una dificultad insalvable. No los coloca en situaciones de rodaje extremas, que tal vez no hubieran podido superar, pero sí arranca de ellos verdad, autenticidad. Están bien arropados por veteranos de lujo, Ana Wagner, excelente como suele y Álex Angulo, en la que fue su última película antes del desgraciado accidente que se lo llevó por delante. A él va dedicada la peli al final.

Aunque, si tuviera que elgir a alguno de ellos, me quedaría con el otro principiante, Ramón Agirre (?), el coleguilla del protagonista, que no sabe lo que le pasa a su amigo y cuando parece intuirlo no lo entiende, pero aún así le ofrece todo su apoyo en la escena más intensa emocionalmente de toda la película. Está perfecto de dicción y entonación (es sabido que en las pelis de gente joven la naturalidad lleva aparejada que casi no se les entienda por lo atropellado de su habla), de actitud corporal y de miradas y sonrisas. Quienes hemos trabajado actoralmente con adolescentes, sabemos lo difíciles y envarados que pueden llegar a ser. El filme se sitúa así entre la denuncia del trato a los inmigrantes, la defensa de los sentimientos de sus protagonistas, la crítica a las actitudes homófobas de los compañeros de pandilla, tan observables todavía hoy en cualquier instituto de nuestro país, el valor de quienes no saben de verdad a qué se enfrentan dada su extrema juventud. Es posible que haya quien no la considere una cinta redonda, pero creo que, dados los pocos años de su realizador y todavía de la poca carrera a sus espaldas, el resultado es bastante aceptable y necesario más aún en esta sociedad en la que nos movemos, que presume de tolerante y abierta, y tal vez lo sea para relaciones entre gente adulta, pero que es tan claustrofóbica como lo era hace cincuenta años para cualquier adolescente de aquella época.

José Manuel Mora.

P.S. Me ayudan a corregir. El chavalín es Joseba Ugalde.