Boyhood, de R. Linklater

Momentos de una vida

Hay que estar muy loco, o muy obsesionado con la idea que uno lleva en la cabeza para perseverar a lo largo de doce años y filmar la historia que uno quiere, sin recurrir a los cambios de actores necesarios para mostrar el paso del tiempo. Richard S. Linklater (Houston, 1960) ya apuntaba maneras respecto a su preocupación por seguir la vida de unos personajes después del consabido happy end, porque la vida sigue después de que se enciendan las luces de la sala (por cierto, anoche me proyectaron la peli a mi solo; un lujo).A lo largo de tres títulos anteriores, Antes del amanecer (1995); Antes del atardecer (2004) y la última, que no vi Antes del anochecer, el director siguió los encuentros y desencuentros de una pareja interpretada por los mismos actores en los tres casos: Delpy junto a Hawke. Pero creo que con el filme que ahora comento, el director guionista texano ha rizado el rizo.


Si, como dijo alguien, el cine es el arte de la temporalidad, parece evidente que estamos ante una película con mayúsculas. Aparte de la machada que supone el rodaje a lo largo de esos doce años con los mismos actores (ya hace falta complicidad para tenerlos a tu disposición cada vez que el director considerara oportuno, que fueron, sorprendentemente, tan sólo 39 jornadas, el resto fue pre y posproducción), plasmar ese lapso temporal en 165 mi. requiere de una alucinante capacidad de síntesis. Qué momentos elegir, qué secuencias rodar, qué frases poner en la boca de los personajes para sintetizar ese fragmento de vida requiere una visión de conjunto asombrosa. Da la impresión de que lo ha hecho de forma aleatoria, y sin embargo cada momento de esas vidas va conformando a los personajes para que acaben siendo como son. “Cuando arranqué tenía una arquitectura del asunto. No filmamos las mismas épocas cada año, sino que a veces rodamos con nueves meses de diferencia, entre otro momento pasaron 18 meses entre toma y toma… Yo quería mostrar una familia normal, capturar sus pequeños momentos, no centrarme en el primer beso, la primera vez que los adolescentes tienen sexo… No, mostrar el fluir de la vida tal y como, pasado el tiempo, recordamos nosotros nuestra infancia y juventud. Sí sabía cuándo tenía que acabar, porque arranqué con la entrada del niño en el colegio, a los cinco años, y acabo con su llegada a la Universidad con 18”, dijo el director en la presentación del filme en la Berninale, que luego ganaría. Todo ello sin afectación ninguna, con un aire de cotidianeidad extraordinario. Aunque hay alguna escena de contenido dramático, el dramatismo en realidad está en el paso del tiempo. En ese sentido la escena de la despedida de la madre y el hijo, cuando éste se dispone a irse a la Universidad, es definitoria. Tempus fugit irreparabile, parece lamentar la estupenda y tan creíble Patricia Arquette.


Otro elemento atractivo de la peli es que se desarrolla en el profundo sur texano, rodada en Houston y S. Marcos, localidades que se escapan de la visión preconcebida neoyorkina cuando imaginamos la vida estadounidense. La gente vive en pequeñas ciudades, la clase media se casa, se divorcia, trabaja o estudia, vuelve a recomponer su vida y vuelve a fracasar... Une tranche de vie, que decimos los franceses. Ellan Coltrane ha dado vida al protagonista sin saber lo que hacía cuando niño, pero encariñándose con el personaje conforme se fue haciendo mayor. El director ha contado que no permitió que los actores vieran lo rodado hasta que la peli estuvo terminada y que aquél fue un momento catártico para todos. La hija del propio director, Lorelei Linklater ha acbado por desvincularse del cine y dedicarse a la escultura, como el personaje en la cinta.


En cuanto a Ethan Hawke, parece ser un actor fetiche para el director, puesto que ha buscado su colaboración en los otros tres proyectos. Da perfectamente el tipo del padre tarambana, pero que quiere a sus hijos, aunque no sepa muy bien cómo hacerlo con ellos. Los tuvo demasiado joven, les confiesa. Las arrugas y las canas incipientes nos lo muestran en el transcurso del tiempo, con esos consejos no siempre desacertados que da a sus hijos, a vueltas con la pregunta del millón: "Qué queréis hacer con vuestras vidas". El interrogante queda abierto, justo con la llegada del muchacho al campus. La vida sigue, pues, igual de inane o terrible como lo ha hecho hasta ese momento, como la de todos nosotros. La vida es eso que nos sucede mientra la vivimos sin darnos cuenta. En un momento determinado, ante una separación o una muerte, nos paramos a mirar cómo se ha escurrido entre nuestros dedos (y quiero anotar aquí mi recuerdo enternecido y triste para mi amiga viajera Rosa Martín, que nos dejó de forma casi fulminate el sábado pasado). Como le ocurre a la Arquette, como a todos nosotros, ya digo.

José Manuel Mora.


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