La buena letra, de Rafael Chirbes

La posguerra todavía

Cualquier excusa es buena. En este caso se trata de un premio, el Nacional de Narrativa, después de haber ganado por dos veces el de la Crítica (2007 y 2014). En este caso me resulta satisfactorio saber que no sólo lo había ido leyendo (las entradas están más abajo en el listado lateral), sino que lo había ido disfrutando por mi cuenta. Incluso asistí a una conferencia que dio en el ADDA de Alicante el invierno pasado y pudimos preguntar, sin que en ningún momento eludiera las respuestas. Un tío legal, además de buen escritor, nacido en 1947 al norte de la provincia. CHIRBES, RAFAEL. La buena letra. Barcelona: Anagrama, 2013. Aunque convendría decir que la primera edición es de 2002 y que van por la cuarta. Da la impresión de ser un libro del que ni libreros ni editores se han olvidado, lo que redunda en que un lector despistado lo pida y lo tengan en existencias. 



 A quienes consideraron innecesaria una ley dedicada a la Memoria Histórica, la actualidad bibliográfica parece no darles la razón. A. Grandes anda enredada en unos "episodios de una guerra interminable". J. Cabré ha entregado una historia casi épica centrada en el Pamano; y el propio Chirbes ambientaba en la posguerra su Larga marcha, ya comentada aquí. Sin embargo en ésta que traigo hoy a colación, no hay épica, tal vez por venir narrada por una mujer, quien cuenta a su hijo la dureza vivida en los años cuarenta por quienes perdieron la guerra.En el prólogo se nos advierte de que "No es misión del tiempo corregir injusticias, sino más bien hacerlas más profundas" (pág. 8), muy en su línea de pesimismo existencial. M. de Unamuno hablaba de la "intrahistoria". Ésa parece haber sido la perspectiva del autor. Narrar lo cotidiano, lo íntimo, puesto que lo que conocemos de esos personajes lo sabemos a través de las palabras de la madre. Sucede que toda esa narración no sana, como ocurre a veces cuando nos vaciamos delante de alguien. "Al hablar, me viene la memoria, una memoria enferma y sin esperanza" (pág. 20).


Algunos creyeron que finalizada la guerra todo se aquietaría, pero como dice el padre de Las bicicletas son para el verano, "No ha llegado la paz, sino la victoria" (no es literal). Y vinieron los años del estraperlo y el hambre. "La sospecha de que algo inevitable iba a venir a hacernos tanto daño como nos había hecho la miseria, la guerra y la muerte" (pág. 11). Todo se endureció, porque cuando hay carencias la gente se vuelve mezquina: "Ese egoísmo se llamaba miseria. La necesidad no dejaba ningún resquicio para los sentimientos [...] Aquella lucha por la supervivencia era la forma de amor que nos habían dejado" (pág. 49). Son todas estas miserias las que la madre transmite a su hijo, como parte del legado al que muchos, que nacimos después, quisimos renunciar pensando que nada así podría volver a repetirse, "aun a costa del olvido de quienes se habían ido para siempre" (pág.56). Chirbes pretende levantar acta de lo que se vivía en el interior de una misma familia. No todos tuvieron la misma suerte, porque no todos decidieron adoptar una misma conducta ética. Y vuelve el pesimismo del autor: "Me pregunto de qué nos valió la honradez, la entereza, el querer que las cosas fueran como tenían que ser... " (pág. 79). Y remata en la última página: "He llegado a saber que tanto esfuerzo no ha servido para nada" (pág. 134). Para Chirbes siempre hay personajes que se aprovechan de los más humildes, de quienes no tienen nada, gente que pretende escribir con buena letra en su cuaderno de bitácora si es que lo llevan. Y como descubre la mujer, "la buena letra es el disfraz de las mentiras" (pág. 131), todas aquellas con las que se ha querido llenar los libros de Historia, esa que escriben siempre los vencedores. No se trata de un libro capital, pero en su brevedad, en su "humildad" de tono se encierra todo un mundo axfisiante que ha provocado mucha infelicidad y que ayuda a entender de dónde venimos y lo que vivieron de un modo u otro quienes nos precedieron. 

José Manuel Mora.







 

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