La hija del Este, de Clara Usón.

Los Balcanes
                                                                                                                                        
                                                                                                             Ud. sabe mejor que yo, señor Orwell, que el peligro de todo  nacionalismo es "el hábito de identificarse con una única nación o entidad, situando a ésta por encima del bien y del mal y negando que exista caulquier otro deber que no sea favorecer sus intereses".

Qué agradecido tiene que estar uno de que le abran puertas, de que le señalen senderos desconocidos por los que transitar. Y éste ha sido una vez más el caso: con motivo de mi pasado cumpleaños, se presentó mi primo Pascual en casa con un libro en las manos. A él le había gustado mucho y quería compartir el placer de la lectura. Le prometí leerlo con atención y escribir la habitual recensión que ahora le dedico a él y a su mujer, por un regalo que siempre me es grato, un libro, más si autora y título me eran desconocidos. USÓN, CLARA. La hija del este. Barcelona: Seix Barral, 2012. 


La autora (Barcelona, 1961) no es una jovencita que intenta abrirse paso a codazos en el panorama editorial, sino que ya lleva publicando novelas desde 1998, Las noches de San Juan, con la que ya consiguió un primer premio; luego se alzaría con el Biblioteca Breve con su Corazón de napalm. Con ésta que ahora comento, ha logrado el prestigioso de la Crítica. No sé dónde tengo últimamente la atención porque, siendo asiduo lector de estos últimos, la de Usón me pasó desapercibida. Aunque con algo de retraso, debido a mi septembrino viaje a Italia,  al que dedicaré una entrada, como hice el año pasado, voy a intentar desfazer el entuerto.


Me entero ahora, al leer una entrevista a su autora, de que el libro le vino a la pluma al encontrar un artículo en The times, que se hacía eco del suicidio de la hija del conocido como "carnicero de los Balcanes", el general Ratko Mladic.No cuento nada que destroce el libro, puesto que esta información se da en los paratextos de la contracubierta. Para poder hacer hacer frente a lo que quería contar, la historia novelada de esta muchacha y de lo que la llevó a quitarse la vida cuando tenía un futuro prometedor por delante, necesitó más de tres años, confiesa Usón. Ella lo define como "un libro realidad ficción". Este género está muy de actualidad desde hace unos años. Javier Cercas logró una obra redonda con Soldados de Salamina. Es cierto que en su libro era uno de los personajes el que iniciaba la búsqueda de aquél soldado que no disparó durante la Guerra civil. Aquí sin embargo la escritora se sirve de diversas voces para recomponer los hechos: la progresiva toma de conciencia de Ana, la protagonista, se narra en tercera persona. Sin embargo, una visión más objetiva de los hechos nos llega en la voz de Danilo, amigo de la muchacha, sabedor de los horrores que la prensa occidental publica y que en serbia no se lee. Ésta, paradójicamente, es una voz en primera del singular. Por eso tal vez dice Cercas del libro de su colega que es "una subyugante mezcla de ensayo histórico y ficción".


Usón es consciente de que el conflicto de los Balcanes en los primeros años 90, no fue un estallido casual. Decía de ese territorio W. Churchill que "producen más historia de la que pueden digerir" (pág. 372). A la muerte de Tito, las repúblicas federadas empezaron a querer separarse unas de otras. Las consecuencias de la II Guerra Mundial aún estaban presentes en muchas mentes. Y el afán de poder y los personalismos (Tudjman, Izetbegovic, Milosevic, Karadzic) hicieron el resto. Pero todo ello no era sino el fruto de la Primera, que justamente se inició con el magnicidio de Sarajevo. Serbios, cróatas, bosnios, hablantes todos de una misma lengua con variantes dialectales, comenzaron a fijarse en los apellidos, única forma de saber el origen de cada quién, en una sociedad muy mezclada, con abundantes matrimonios mixtos: "Yo crecí en Sarajevo sin distinguir entre musulmanes, cróatas o serbios" (pág. 176). Y alentados por sus dirigentes, o llevados de sus propios intereses decidieron embarcarse en sucesivas guerras alentando los diferentes nacionalismos que Tito había intentado disimular. Pero como reflexiona Danilo / Usón (?) "El nacionalismo es absurdo, sentirse orgulloso de ser serbio y no esloveno es tan idiota como alegrarse de vivir en el 5º y no en el 3º. Donde naces, a qué raza perteneces, es un puro accidente" (pág. 52). Una cita más sólo, también en boca de Danilo: "La glorificación de lo autóctono, la contemplación estática de nuestro pequeño ombligo insignificante, fue como un virus que se esparció rápidamente e infectó a todo el mundo" (pág. 310). Pero los que estudiamos literatura, hace ya tanto tiempo, sabemos que dichos nacionalismos son uno de los productos del Romanticismo decimonónico y hunden sus raíces en el terreno de lo mítico: "El mito tiene una fuerza lírica de la que la historia carece. El mito rectifica la historia" (pág. 68). Y algo de eso saben en Cataluña. El mito necesita rebuscar en la sacrosanta tradición, y la autora ironiza al respecto: "Las slavas, una tradición nuestra de toda la vida, recién inaugurada" (pág. 305). Por ello se remonta al príncipe Lazar y su derrota en Montenegro, como causa fundacional de todos los odios serbios y entonces la palabra adquiere aire de cantar de gesta. En otro quiebro estilístico de la escritora, la narración en boca de Danilo pasa a ser la de un cámara de televisi
ón, D., infiltrado en el ejército de Pale, que está masacrando Sarajevo ante la mirada impasible de los gobiernos europeos y de la ONU. 
 
Y llegamos así al final del libro, a las matanzas de Gorazde y Srebrenica, que se cuentan tras el suicidio de Ana después de su último encuentro con Danilo y la lectura del artículo en la revista belgradense que resulta definitivo para ella. Quienes tenemos una edad no podemos olvidar aquellas imágenes que se nos metían en la sala de estar a la hora de la comida. No es posible que ya bien entrado el s. XXI siga habiendo gente que azuce las bajas pasiones de quienes, sin demasada información, o manejando sólo la que le sirven tergiversada, estén dispuestos a envolverse en banderas de patriotas. "El patriotismo es el último refugio de los canallas; la insensata convicción de que tu país es superior a todos los demás porque tú naciste en él", dice Danilo, rememorando a S. Jhonson y a G. B. Shaw (pág. 310). 


Y un último guiño literario de la autora mientra habla Danilo: "No es más que mi opinión y, a fin de cuentas, ¿quién soy yo?: un personaje de novela [ con esta frase de ecos unamunianos]. Quien esto escribe un día se tropezó con la noticia de la trágica muerte de Ana Mladic. Sintió curiosidad, indagó, investigó, buscó respuestas, aquilató rumores, compulsó datos y con todo ello fabuló una explicación, de la que yo formo parte." (pág. 184). Y aquí el juego literario es perfecto: ¿Danilo, Clara Usón? Da lo mismo, el zarpazo de la historia, la minúscula de la chica y la mayúscula de los Balcanes ha vuelto a reabrir el horror que en su día experimentamos, que se estaba produciendo a sólo dos horas de avión de nuestras casas. El libro se revela pues imprescindible para quienes no lo vivieron o para quienes corren el riesgo de olvidar. "Mi tocayo (dice una vez más Danilo) termina su relato con estas palabras La historia está escrita por los vencedores. El pueblo teje leyendas. Los escritores desarrollan su imaginación. Sólo la muerte es incuestionable" (pág. 488).

Y no quiero concluir sin una anécdota personal, que tiene que ver con la foto última: cuando estuve en Mostar, en 2003, apenas unos años después de acabado el conflicto, la guía, serbia, se sentía incapaz de atravesar al otro lado del Drina, a la zona musulmana, a pasar la noche con una compañera de colegio musulmana. Sí lo hizo acompañando al grupo de turistas y con el sol bien alto. "No olvidemos", dice el cartel; para no repetir el horror, digo yo.

José Manuel Mora.

P.S. A posteriori descubro un filme dirigido por Angelina Jolie, que a mí se me escapó en las pantallas comerciales, que trata del conflicto balcánico y que releja bien parte del horror que se narra en la novela. En tierra de sangre y miel, 2011. Si se puede, es casi obligatorio verla.  Vale.

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