Queremos tanto a Glenda, de Julio Cortázar

A vueltas con Cortázar

A veces  es suficiente una pequeña referencia en un periódico, para encaramarse en la escalera y tomar del estante más alto (ordenación alfabética por autores) una obra que leí con fruición hace más de treinta años, pero sobre la que no había vuelto, aunque guardaba estupendas sensaciones, no me atrevo a poner "recuerdos". Por eso, y porque no tenía nada más a mano, decidí volver sobre el argentino. CORTÁZAR, JULIO. Queremos tanto a Glenda. Madrid: Alfaguara, 1981. Se trata de una colección de relatos que aparecen agrupados en tres bloques, no sé si temáticos, de los que el autor ha seleccionado el segundo para titular el conjunto.


En su momento, y después de mi estancia de dos años en la Universidad de Burdeos en el setenta y tantos, estaba convencido de que Cortázar homenajeaba a la actriz británica, Glenda Jackson, a quien yo había descubierto en Sunday, bloody sunday, corría el año 1971 y era la primera vez que yo veía besarse en la boca a dos hombres en la gran pantalla, o un desnudo integral de mujer. Esas cosas, en España , nos las ahorraban los censores, quienes cuidaban de nuestra integridad moral. Era el momento en que la inglesa parecía ocupar todos los proyectos interesantes: Women in love, o bien The music lovers, y aún A touch of class; y ahí lo dejo por no cansar. Quiero decir con ello que, con ese título, uno se podía sentir incluído en la primera del plural. Y eso que el personaje de la narración se apellidaba "Garson", a modo de despiste, pero iba puesto en una serie que incluía a "Anouk, a Marilina, a Annie, a Silvana y por qué no a Marcello, a Yves, a Vittorio, y a Dirk" (pág. 20). Todos esos nombres, para los aficionados al cine de la época, no necesitaban apellidos. Eran inmediatamente identificados. Ha sido siempre una gran activista política desde posiciones de izquierda radical. No era este aspecto el que fascinaba a los seguidores del oculto club de la historia.


Los fanáticos (de donde fans) integrantes del grupo admiraban de tal manera a la actriz y sus creaciones fílmicas, que en el momento en que les parece que empieza a adocenarse por culpa de los premios y empieza a aceptar proyectos en los que no creen que esté a la altura que ella misma había marcado, ellos deciden empezar a secuestrar las bobinas de las pelis para poder "mejorar", según su criterio, los planos o las secuencias en que Glenda parecía decaer. Era pues como un intento de querer mantener la perfección, aunque fuera falseando la realidad. Todo ello rodeado del misterio necesario y llevado a su extremo, como solía hacer D. Julio. 


En estos cuentos aparecen de forma recurrente temas muy queridos por el escritor: la distancia que acaba separando a quienes no ven la realidad de la misma forma (Orientación de los gatos); la irrupción en una realidad cotidiana de un elemento disonante que trae de vuelta fragmentos del pasado que siguen pesando en la vida de los personajes ( Historia con migalas); el intento de control paranóico de la vida diaria, que se cree en peligro de caer en manos oscuras que van tomando poco a poco el subte de Buenos Aires ( Texto en una libreta); el pasado inacabable que vuelve siempre para amenazar la estabilidad tan difícilmente conseguida (Tango de vuelta); el gusto por rizar el rizo y por querer transcribir códigos musicales a los de la escritura, como obstáculos que el escritor se pone por el simple gusto de superarlos (Clone); o la confusión entre realidad y sueño y esa extraña e inquietante posibilidad de que el uno acabe interfiriendo en la otra con consecuencias impensadas (Historias que me cuento); pero sobre todo me han llamado poderosísimamente la atención, porque no los recordaba a pesar de su intensidad emocional, Grafitti (que el autor dedica a Tàpies) y más aún Recortes de prensa. Cortázar por esa época ya había viajado a Cuba, y la lejanía del intelectual recluído en París con preocupaciones metafísicas (él hubiera dicho patafísicas) se ha ido diluyendo. Sin renunciar a sus códigos estéticos y a la rica tersura de su prosa, hay ahora una procupación por lo que sucedía en su país bajo la dictadura de los milicos. Y la denuncia de las torturas y las desaparaciones se hace estremecedora, sobre todo porque se realiza desde la literatura, no desde el panfleto. Otra manera de volver al inefable cronopio, o de descubrir una faceta que puede que no todo el mundo conozca; más, después de tanto tiempo.

José Manuel Mora.

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