Relatos salvajes, de Damián Szifron

Humor negrísimo

Hay pelis a las que la fama precede. Aún no se había estrenado en España y ya me daba aviso mi amigo Eduardo de la obligatoriedad de verla. A él le dedico estas líneas con mi agradecimiento. No sé si en esta promo previa tendrá algo que ver El Deseo, productora de los hermanos Almodóvar, que de eso saben un rato. De su director, Daniel Szifron, que por las fotos parece un chiquilicuatre, que diría mi madre, se sabe que es argentino, nacido en 1975 y cuenta con una larga trayectoria profesional.


He tenido que recurrir a San Guguel para recordar que ya había visto un filme suyo anterior, Tiempo de valientes, en 2005. En su país tiene también un amplio recorrido como guionista  y director de series de éxito. Lo que me vino a la memoria nada más ver unas imágenes de su anterior producción es cómo me pude reír con el par de policías, uno de ellos en terapia (si no, no sería argentino) y el otro que tiene como misión cuidarlo. Debe de haber también un componente cultural del grupo humano al que pertenece: el humor de los judíos argentinos es especialmente vitriólico. Y no sé si ése es el rasgo fundamental del filme de hoy, hay más, claro, pero puedo asegurar que me he vuelto a reír a mandíbula batiente. Sus Relatos salvajes ha sido escrita nuevamente por él y ése probablemente, el guión, es uno de los grandes aciertos de la cinta. No sé si la fuente de su inspiración, Cuentos asombrosos (1985-87), de Steven Spilberg, destila la misma mala baba.



Pero vayamos por partes, que decía Jack el Destripador, y aquí la expresión viene al pelo, puesto que no se trata de una, sino de seis historias. Ya con la primera, antes de los créditos, el director muestra que va a jugar fuerte. En su brevedad es tronchante, porque el director parece pensar que de fer-la, fer-la grossa, que decimos por aquí. Cada una de las narraciones encierra una muestra de venganza, por decirlo de algún modo. Otros podrían considerar que se trata de un intento de establecer justicia en un mundo en el que la dama ciega, parece además sorda y comprada. Hay sin embargo en el director, a pesar de llevar al límite sus historias, un intento de mostrar la humanidad de sus personajes, incluso de los hijosdeputa. Como si quisiera entender las motivaciones de cada uno. Aparentemente todos sus protagonistas son ciudadanos "normales", que llevados a situaciones que acaban por desbordarlos, pierden el control de manera terrorífica. Y cada vuelta de tuerca provoca una nueva carcajada. Tan sólo la historia del atropello parece no tener un final "justo". Los pobres, parece decir el director, salen siempre peor parados que los que manejan millones de dólares para librarse de sus problemas. Es en ese momento cuando la risa se te congela en una mueca en la cara. Porque si en algunas de las otras historias del filme el tono predominante es la comedia, aquí la muerte inicial no puede sino acabar en tragedia. 


Antes hablaba de los guiones. La voladura magistralmente filmada (y llevada a cabo por expertos, supongo) de unos silos de cemento en la historia protagonizada tan sabiamente como suele por Ricardo Darín, ya apunta a un posible final, aunque no al tronchante epílogo. Es fácil identificarse con este pobre sujeto al que la burocracia sin alma parece llevarse por delante. Por no hablar del impecable Sbaraglia, tan modosito, tan audi potente, que acaba por picarse de manera que más de uno podemos haber entrevisto alguna vez. El plano final de esta historia, rodada en los alrededores de Salta y Calafate (y que yo conocí gracias a mi amiga Elsa Bauab), es abracadabrante, literal. Por no mencionar la boda final que es una auténtica traca muy humana. No conozco a la actriz, Erica Rivas, pero está magnífica en toda la transición desde la ira al derrumbe emocional, pasando por la venganza, para acabar en la aceptación. El baile de bodas, Danubio azul, of course, tiene casi la misma precisión que en el 2001, una odisea del espacio (perdón por la blasfemia). Todo humano, ya digo, muy humano, que dijo el otro. Una sorpresa para quienes no conozcan el cine de este hombre y un rato de humor desternillantemente inteligente (perdón por la rima interna tan cacofónica). No os la perdáis. Creo que aguantará en cartelera. 




José Manuel Mora.

Comentarios