Criatura cervantina.
Hechos. Sólo hechos. Ch. Dickens
A veces la fidelidad tiene su premio. Creo que le sucede a más gente; a mí me ha pasado desde mis tiempos de Salamanca, quedar deslumbrado por un escritor determinado, en una obra concreta, y desde ese momento mantener el seguimiento del mismo, hasta que un resbalón del autor, un hartazgo, o un cambio en las coordenadas mentales del lector hacen que se deje en dique seco. Puede volver a apasionarnos en cualquier momento posterior. A mí esto me sucedió con Vargas, sin ir más lejos. En esta ocasión además dicha fidelidad me permite estar por fin à la page, que decimos los franceses. El libro que voy a comentar acaba de salir de las prensas (¿seguirá habiendo prensas en los talleres de impresión o se habrá producido un nuevo avance tecnológico que las haya sustituido?) en este mes pasado de noviembre, así que "calentito, calentito". CERCAS, JAVIER. El impostor. Barcelona: Literatura Random House, 2014.
Haría falta ahora entrar en los porqués de la fidelidad. Desde que J. Cercas (Ibahernado, 1962) publicó Soldados de Salamina, 2001 (ya llevaba a cuestas tres novelas previas que no había leído), me dejé seducir por su manera de narrar la búsqueda del viejo luchador en la contienda incivil, perdido en los médanos de su memoria y de una residencia de ancianos. Me volvió a atrapar con su Anatomía de un instante, 2009; esta vez con mayor intensidad si cabe, porque los hechos que narraba eran de los que yo ya había vivido vicariamente a través de la prensa y la televisión. Así que, en cuanto se ha publicado el presente, he corrido a comprarlo. Y eso que sabía de antemano la historia que el autor se proponía contar, la del supuesto preso en un campo de concentración alemán, Enric Marco, que luego resultó ser una mentira. Conocía la anécdota por los diarios, ya que su desvelamiento era relativamente reciente y la recordaba. La sorpresa salta cuando uno se adentra en las páginas del libro y ve que el propósito del autor va mucho más allá que el de la mera biografía. Vayamos a ello.
Y ya es atrevimiento, puesto que El País del 14 de diciembre publicaba un artículo de Vargas Llosa que me parece insuperable: "La era de los impostores". Quienes navegan por estas páginas saben que sólo pretendo dejar constancia de lo que leo y las impresiones que me causa, para que perdure algo más en mi memoria y para que anime a otros a enfangarse en lecturas que me han hecho vibrar, si es que logro transmitir el entusiasmo necesario. Es verdad que desde las primeras páginas el escritor advierte de sus intenciones: "Un libro raro, una extraña novela sin ficción" (pág. 16). Lo que para lectores no avisados puede parecer una paradoja, ya que uno espera de una novela una buena dosis de ficción. Es cierto que se ha dicho que el rubro "novela" admite bajo él cualquier texto que vaya encabezado por esa palabra. así que ante una novela estamos. O eso parece. Parte del libro tiene un tono ensayístico porque Cercas no hace más que cuestionarse si es mentira una novela o ésta debe tener su propia verdad narrativa, aunque no coincida con la realidad. A ello se añade el uso de la primera persona desde el principio: "Mi vida [la del autor en el momento inicial del proyecto con la entrevista primera con Marco] era una farsa y yo un farsante [...] iba de novelista [...] pero en realidad no era más que un impostor" (pág. 17). Estupenda la mimetización del escritor con el supuestamente objeto de la biografía. Aunque también dice que no escribe para hablar de Marco, "sino para intentar entenderle" (pág. 20), a pesar de que la primera impresión fue "de fuerte desagrado físico [...] que se prolongó en una fuerte impresión de desagrado moral [...] y me odié con toda mi alma por haber ido a ver a aquel perfecto farsante, mentiroso redomado, sinvergüenza integral" (pág. 35). Y poco a poco Cercas comienza a plantear su poética de escritor: "El deber del arte (o del pensamiento) consiste en mostrarnos la complejidad de la existencia" (pág. 20). Pero, poco amigo de las afirmaciones rotundas, viene enseguida la matización: "¿No es indispensable tratar de entender [que no es lo mismo que justificar] toda la confusa diversidad de lo real?" (pág. 21). Y en esa tarea se/nos embarca. Y pronto el personaje comienza a ejercer sobre él una enorme atracción: "Marco no sólo era fascinante por sí mismo, sino por lo que revelaba de los demás [...] como si todos fuésemos un poco impostores" (pág. 22).
Y al ir adentrándonos en la lectura, comprobamos que la técnica del escritor consiste en alternar capítulos: en unos es la voz del biografiado la que escuchamos, a través del ritornello del autor: "dice" Marco: "Era allí donde estaba Marco, o era allí donde dice que estaba" (pág. 63). Una vez que éste ha contado la primera etapa de su vida, Cercas inicia la búsqueda documental para poder contrastar lo que aquél cuenta con lo que él va encontrando y al tiempo va reflexionando sobre ello. Y comienzan a aparecer las disonancias. Y se va dando cuenta de que "Esa sarta de mentiras se amasó naturalmente con verdades" (pág. 103). Y empieza a plantearse: "si mi hipótesis es correcta" (pág. 112), con esa sencillez que nos acerca al escritor en su búsqueda permanente, en el permanente cuestionamiento de sus deducciones. La primera parte del libro lleva como título "La piel de la cebolla". Y a ir quitando capas se aplica con su investigación hasta que una idea va tomando cuerpo en su mente: "Marco se parece a D. Quijote y a E. Bovary, otros dos grandes mentirosos que, como Marco, no se conformaron con la grisura de su vida real y se inventaron y vivieron una heroica vida ficticia [...]. Todos representamos un papel; todos somos quienes no somos; todos, de algún modo somos Enric Marco" (pág. 43). Y ahora sí estamos embarcados en la historia. Basta con pensar en la información que la gente cuelga en sus perfiles de la red, por no hablar de las autopresentaciones en las páginas de contactos, o en las conversaciones a través de los chats. En la vida diaria, quién no tiende a presentarse de la manera más amable, completando las verdades con la luz que las presente del mejor modo posible...
Cercas no trata tan sólo el episodio del campo de concentración, sino que se retrotrae al nacimiento de Marco, a su participación en la Guerra Civil (o eso dice Marco), a su ida a la Alemania nazi como trabajador cualificado y su prisión y juicio (que no confinamiento), a su vuelta a España y a su colaboración en la recomposición de la moribunda CNT, a los logros como presidente de FAPAC, la federación de padres de alumnos de Cataluña, y a la presidencia por fin de la Amical de Mauthausen hasta que en 2005 estalló el escándalo. Y lo que va descubriendo el escritor en sus conversaciones con quienes lo trataron, en la documentación que localiza en archivos, es que la vida del protagonista era justo lo contrario de lo que con su fingido heroísmo él proclamaba. No la había construido sobre un NO a las circunstancias de su entorno, sino sobre el mismo SÍ que la mayoría de los españoles coetáneos suyos. "Marco no es un símbolo de la decencia y la integridad excepcionales en la derrota, sino de su indecencia y su envilecimiento común" (pág. 121). Es decir procura hacer lo que todo el mundo a su alrededor en cada momento; y lo que la mayoría de españoles hizo al acabar la guerra fue acomodarse para pasar desapercibido; subirse al carro de las reivindicaciones en la Transición, todo porque como Cercas va descubriendo "Marco es un narcisista de manual [...] vive en la desolación y el miedo, en una inseguridad crónica disfrazada de aplomo [...] enamorado de la ficción embellecedora que ha construido para olvidar su realidad repelente" (pág.155). Esa ficción es la que lo salva, por ello el escritor se pregunta si, al escribir el libro, la verdad que en él aparece no lo matará. Ya se había encargado el propio Marco de defender su actuación en un documental que Cercas había visto y en libros, artículos y comparecencias posteriores a su desenmascaramiento.
Pero a partir de todo este material el autor se sigue planteando preguntas que no sólo afectan al protagonista de su libro o a los lectores del mismo, sino que le atañen a él como escritor; de nuevo estamos de lleno en la "cocina" del escritor. "Como Marco, el novelista se inventa una vida ficticia, una vida hipotética, para esconder su vida real y vivir una vida distinta [...]; como Marco el novelista no crea esa ficción de la nada: la crea a partir de su propia experiencia [...] tergiversando la verdad histórica o biográfica y mezclando verdades y mentiras" (pág. 205). O como tituló Vargas: La verdad de las mentiras. No me extraña que sean amigos y que el peruano lo animara a escribir el libro. Coinciden en muchas cosas, como que "A diferencia de Marco, los grandes novelistas permiten, a través de su paradójica verdad fabricada con mentiras -una verdad que no esconde la realidad sino que la revela-, conocer y reconocer lo real, conocernos y reconocernos a nosotros mismos" (pág. 206). De ahí la importancia de la Literatura con mayúsculas, digo yo. Y en un gesto de generosidad Cercas incluye un capítulo absoluta y expresamente inventado en el que se produce una conversación entre él y Marco y en el que le da la posibilidad de desahogarse, de defenderse atacándolo. Este capítulo está cargado de autoironía, que Cercas reconoce que "es el grado cero de la decencia" (pág. 363). Sin destripar el final (hace falta leerlo entero para entrar en todos los jardines donde el escritor se mete) Cercas reconoce que Marco "Quizá también comprendió que la única forma en que podía rehabilitarse era precisamente contándome la verdad" (pág. 329). Y hay un momento en que le dice cuando lo ve casi al punto de la derrota: "Estás actuando a favor de ti mismo [al contar la verdad], igual que al final del Quijote Alonso Quijano actúa a favor de sí mismo cuando deja de ser D. Quijote" (pág.332).
En este tiempo de tantas imposturas, la mentira de Marco pudo parecer en 2005 monstruosa; ahora sabemos que no ha sido el único; la presidenta de la asociación de víctimas de la Torres Gemelas, no había estado allí, o traído a nuestra más rabiosa actualidad, que el "pequeño Nicolás" se había ido construyendo un currículo falseado a base de autofotos, del mismo modo y mucho más grave, que Rato, Bárcenas, Camps y demás ralea no han hecho otra cosa que irse construyendo un perfil estupendo para salir más guapos en la foto a costa de los ciudadanos de a pie. La discusión teórica sobre la validez o no de la mentira (Platón, Montaigne, Kant) resulta apasionante. Y concluyo con esta cita, que no es también concluyente en el libro (hay que leerlo, ya digo): "Marco hizo de su vida una novela. Por eso nos parece espantoso: porque no aceptó ser quien era y tuvo la osadía y la desvergüenza de inventarse a base de mentiras" (pág. 207). Como tantos otros, como nosotros mismos. Hypocrite lecteur, mon semblable, mon frère. Ch. Baudelaire.
José Manuel Mora.
José Manuel Mora.
P.S. Al ir a dejar el libro en el estante del estudio, compruebo que lo comparte codo con codo con Cervantes. Cosas del alfabeto. ¿O no?
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