Mis hijos, de Eran Riklis

 Otra vez el conflicto palestino-israelí

La primera referencia a esas tierras se remonta a mi infancia a través de la famosa Historia Sagrada, que se estudiaba en la Enciclopedia Álvarez en la escuela (aún no se llamaba "colegio") y luego en los primeros cursos del Bachillerato Elemental. Digo la primera y casi la única, porque no había televisión y "el parte" era cosa de mayores y en los libros de Historia que estudiábamos nunca se llegaba al s. XX. Así que, cuando con 18 años llegué a la Universidad de Valencia y me encontré con un compañero de colegio mayor de origen palestino, que estudiaba medicina, y empecé a oírlo hablar de su desaparecido país, se me empezó a presentar aquel territorio como un lugar de conflicto. Es cierto que los judíos fueros dispersados por toda la faz de la Tierra, discriminados, sometidos a pogromos, masacrados en cámaras de gas; pero no es menos cierto que, fruto del colonialismo europeo del XIX, de los británicos en este caso, quedó un problema que se ha cronificado. Consecuencia de la proclamación del Estado Hebreo en lo que era Palestina, miles de personas de ese país tuvieron que huir con lo puesto y dejar sus tierras. Tras la "Guerra de los seis días" (1967) Israel mostró su afán expansionista y entró en conflicto con Egipto, con Líbano, con Jordania, países estos últimos que acogieron a la mayoría de los exiliados. El gueto de Gaza y la ocupación de territorio más allá de los límites acordados para establecer nuevas colonias hebreas, junto con los controles de paso y el levantamiento de un nuevo muro de la vergüenza, hicieron estallar las sucesivas intifidas que se han saldado con abrumadoras masacres de palestinos combatientes o no. Los judíos y los gobiernos que han ido eligiendo han hecho caso omiso de los sucesivos acuerdos de la ONU, amparados siempre en el respaldo de su valedor, EE.UU. Hago este ya largo excurso porque siempre es posible que algún espectador de la peli que voy a comentar se enfrente a ella sin demasiado conocimiento de causa. Mis hijos (Dancing Arabs, es el título ariginal),dirigida por Eran Riklis, de quien ya había visto Los limoneros en 2008 y que me pareció excelente, así que era una buena carta de presentación.



No es menos necesario señalar para la buena comprensión del filme que en el interior de Israel permanece un 20% de su población que es árabe, aunque tenga carta de ciudadanía judía. De eso, entre otras cosas, trata la cinta, de los problemas que deben enfrentar las minorías. El muchacho protagonista, Eyad, ha de lidiar con una educación y una visión de los hechos, la de los vencedores (la escena del comentario de texto sobre la visión que la Literatura proporciona de los propios palestinos no tiene desperdicio); con un idioma que, aunque acabe dominando, lo delata por su acento; con un resquemor ante el posible quintacolumnista que sienten sus conciudadanos, aunque sean gentes de buena voluntad, cuando no estén llenos de prejuicios y odio al diferente. De ahí el título en inglés, "árabes danzantes", ya que siempre que se baila se hace para alguien, en este caso para la sociedad hebrea que los soporta malamente. ¿Cómo es posible que el director, judío, pueda haber filmado una historia tan pegada a la realidad del otro lado? Parece que se educó en Brasil y Estados Unidos y sabe lo que es sentirse diferente. Se ha apoyado par su historia en unas novelas de Sayed Kashua, de gran éxito allí.


 Lo que podría encararse de manera dramática, tiene en sus manos un tono amable, a veces incluso cómico: las relaciones familiares, la estancia en el colegio judío, el enamoramiento de una muchacha hebrea, las relaciones con un chaval de su edad al que presta ayuda voluntaria... Todos los asuntos se van trenzando sin chirriar en ningún momento. Y lo que podría haber derivado en conflicto político, el director lo hace pasar por un emotivo problema humano. Los personajes están muy bien dibujados y quedan definidos por lo que diceen o hacen sin subrayados innecesarios (los que encarnan al amigo con distrofia y a su madre son espléndidos) ¿Qué pasa cuando para salvarnos tenemos que dejar de ser nosotros mismos? Al responder a esta pregunta, el director tiene que oscurecer el tono que había mantenido hasta ese momento. Y lo que era un problema personal, acaba convirtiéndose en un ejemplo del conflicto palestino-israelí en toda su crudeza.  




A los actores, los dos jóvenes protagonistas con poca historia fílmica a sus espaldas sobre todo, los ha elegido con acierto y componen personajes creíbles, contenidos, emocionantes; por no hablar de los padres o de la impagable abuela. La manera en que ha seleccionado tanto exteriores como interiores, ayuda a mejor entender todo el conflicto y situarlo in media res, que diría el clásico. No sé el tiempo que durará en nuestras pantallas, pero creo que merece la pena su visionado.

José Manuel Mora.



 

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola! Tengo que hacer un trabajo sobre el conflicto de Palestina relacionándolo con esta película para la universidad, la cual me interesa muchísimo, sin embargo me he dado cuenta de que justo hoy la quitaban de los cines de Madrid. Me ha gustado mucho tu entrada y me ha ayudado a documentarme, sin embargo no consigo saber el final de dicha película. Podrías decirme como termina? Muchísimas gracias por adelantado!!
MBAD ha dicho que…
La paradoja está en que para sobrevivir en una sociedad enemiga, el protagonista ha de adoptar la personalidad del israelita mediante la falsificación del DNI y la aquiescencia de la madre. De nada. Si quieres ojear otras pelis o libros, mira en la etiqueta "la película de la semana" o en la de "libros recomendados. Me entretengo en estas frivolidades.