El Hermano Pacífico, de Paul Féval

 Rareza

"LamadalenadeProust" puede adoptar un montón de formas diversas: a veces es un aroma que no se ha vuelto a percibir y que nos llega al abrir un armario en el que se guardan ropas de un ser querido, que aún conservan su olor, aunque ya no esté. Otras, es una vieja melodía que hace un sinfín de años que no escuchábamos y que al oírla nos trasporta a los guateques de nuestra adolescencia, cuando aún no manejábamos el inglés para entender lo que tarareábamos. O bien, como en el caso que voy a comentar, un libro que nos marcó en nuestra infancia o primera juventud. Uno lamenta mucho tiempo después haberse deshecho en sucesivos momentos, al albur de cambios de domicilio, o simplemente para hacer hueco, de ejemplares que equivocadamente pensamos que ya no tenían valor alguno. Recuerdo haber aprendido a leer en casa, de la mano de mis padres, en un cuento de Andersen, nada menos que la crueldad hecha narración "infantil" de El soldadito de plomo.  Me agobiaba ver en la ilustración como soldadito y bailarina se fundían en una única y ardiente llama en el interior del horno, después de haber pasado inconmensuarables peligros juntos. Había otro, comprado seguramente por mi padre para nosotros, que he buscado infrusctuosamente, hasta que di con él en la red, en una libreía de viejo, en estado "aceptable", por el módico precio de 4€ más uno de envío. Y aunque no era la edición que yo manejé, algo aligerada de páginas, y de la que dejo la foto de la cubierta, de 1954, según reza la información de la librería,  ésta es más curiosa si cabe: FÉVAL, PAUL. El Hermano Pacífico. Madrid: Administración del Apostolado de la Prensa, 1910, págs, 488. Lleva en la primera y última de sus páginas un sello que relaciona al volumen con una biblioteca de Santander. Hay libros viajeros y éste es uno de ellos. Incluye una tipografía que pone tildes a la preposición "á", como se hacía antaño y comete algún error ortográfico, lo que indica que no es una edición muy cuidada, a pesar de la tapa dura y la ilustración Art Nouveau de su cubierta. Tampoco lo es la traducción: " la selva", por el bosque, que en francés son la misma palabra (fôret); "por la primera vez", calco idiomático también... Sin embargo he decidio compaginar su lectura con otro libro de rabiosa actualidad del que daré cuenta a fin de mes. Este vaivén estilístico y temporal no lo había llevado a cabo nunca.Buena experiencia.


El escritor francés (1816-1887), un poco más joven que A. Dumas, era de su misma cuerda, literatura de folletín (palabra de origen francés, feuilleton, que hace referencia a lo abultado de sus páginas, conjunto de nuemrosas feuilles), y que solía publicarse en los periódicos, lo que obligaba a terminar cada capítulo en punta, para conseguir la fidelidad de los lectores y la compra del diario. Aunque escriben ambos en plena época realista, el Romanticismo como estilo se resiste a morir y muchos de los componentes de sus libros beben de ese gusto por lo medieval, esa parte oscura de la Historia sobre la que se podía fantasear. Su ideolgía tradicional también hace lo suyo en la elección del tema y la perspectiva desde la que se cuenta la anécdota. Lógicamente, en mi mocedad, yo no era consciente de nada de ello, simplemente devoraba un libro de apasionantes aventuras de espadachines, hermanos separados, penalidades sin cuento, anagnórisis final... muy al estilo, pienso ahora, del Persiles y Segismunda cervantino. El narrador, como no podía ser de otro modo, es omnisciente y cuenta en tercera persona, con inclusión a veces de la primera del plural, lo que supongo que al lector novato lo hacía sentirse más dentro de la historia. "Nos guardaremos bien de decir" (pág. 31). O que dejaba claro hasta qué punto controlaba el narrador lo que presentaba: "Ese incidente que hemos referido lentamente, apenas necesitó algunos segundos para desarrollarse" (pág. 70).



El escritor sitúa la acción a finales del s. XV, durante el reinado de Luis XI de Francia.Hay un prólogo introductorio de 84 páginas, un salto temporal de quince años, y cuatro partes sucesivas. El ambiente lo veo ahora como de ilustración prerrafaelita, en ese momento en que el Neogótico va triunfando en Europa. El uso de los epítetos es constante y formulario: "malvado inspirador", "noble adhesión", que ahora me parecen estereotipados y que entonces darían un brillo espacial a la lectura. La naturaleza acompaña los estados anímicos de los protagonistas y las acciones que se van sucediendo, de acuerdo con la convención de la época. Los buenos son buenísimos: generosos, esforzados, bellos; los malos son malísimos. Encontrarme con el malvado Tarchino (pronunciado en mi cabeza con "ch", antes de empezar a conocer el italiano) fue emocionante. Así como volver a escuchar la letanía del frailuco Pacífico: "Todo para los unos, nada para los otros" (pág. 35), que emergía de mi memoria como recién escuchada y que ponía de manifiesto la injusticia de la sociedad de la época. O volver a descubrir el tatuaje en el pecho de Juan Rubio y Juan Moreno... Era como recuperar un momento de mi primera adolescencia. Incluso la canción que entona un soldadote a la que yo no imaginaba ponerle música pero que, al leerla de nuevo, volvía envuelta en el mismo aroma que la famosa madalena bañada en té.
                                                                              "Perina, Perina, mía.
                                                                               Lon, li, lon, la,
                                                                               La deri, la deridera,
                                                                               Perina, Perina mía.
                                                                               ¿Dónde está tu corazón?"

Y que sólo en el último verso se revalaba como una canción galante.Todo tenía seguramente en mi imaginación los vivos colores de las pelis de los programs dobles que veíamos en el cinema Roxy de Benalúa, en fastuoso Technicolor, los jueves, que era el día del espectador y por tanto más barato.



No puedo dejar de incluir aquí una terrible descripción final, para que se puedan hacer una idea los lectores de esta líneas nostálgicas, de cómo se las gastaba el escritor: "Sus ojos volviéronse al revés, dentro de sus órbitas; su boca contraída vomitó una blasfemia, que fue la última que salió de aquellos labios, y su cadáver, horrorosamente desfigurado por la convulsión suprema. quedó cubierto de sangre y lodo" (pág. 483). Ya sé que hoy esto se lee con el distanciamiento propio de las muchas lecturas, pero para una mente preadolescente que sólo tenía tebeos y cine para entretenerse, aquello era terrorífico y capaz de erizarme todo el vello del cuerpo.
Ahora, con tanta exposición a las imágenes desde bien pequeños, mucho más temibles y espectaculares, en movimiento y que pueden obedecer a nuestro antojo, con las que pueden interactuar, seguramente esta historia de sacrificio, esfuerzo, amores desatados e intrigas palaciegas, seguramente a la muchachada de la edad en que yo la leí, podrá parecerle ñoña, pasada de moda, increíble (aunque bien que creen en toda la parafernalia que les ofrece el mundo virtual) pero, inaccesible al desaliento como soy, pienso que pueda haber todavía adolescentes capaces de vibrar con esta narración. Y si no, tan pis pour eux, que decimos los franceses. En cualquier caso, aquí dejo esta referencia de mi regreso al pasado, o "de lo vivo lejano", que decía el ya clásico Alberti. Ha sido una gozada, ¡vive dios!, que diría cualquiera de los personajes masculinos de la historia.

José Manuel Mora.

Comentarios

Garate ha dicho que…
Périne, o ma Périne! (Bis)
Voudrais-tu m'embrasser?
Ding, dongn, dign, dongn dene.
Voudria-tu m'embrasser?
Ding,dongn, dongda!

O gros nigaud et bête! (Bis)
Ça ce fait sans démander! (Bis)
Ding, dongn, ding, dongda!

Esto lo recuerdo de alguna Colonie des vacances hacia 1962 (a.p.p.)
Por cierto que me lo sé con música.

Me gustaría conocer la obra de Féval original, en francés. No conozco su título.
Tengo la edición del Apostolado dela Prensa, que es la que leí de joven.
Un saludo.
Luis María Martinez Garate
MBAD ha dicho que…
Acabo de ver tu comentario. No te conozco y no sé cómo has llegado a las páginas de un blog tan poco común. Da igual. el título original del libro es "Frère tranquille"