La sombra del actor, de B. Levinson

El actor

Esta vez el gancho ha sido, evidentemente el prota; y el tema: el actor.  Quienes nos hemos dedicado cuarenta años a la enseñanza sabemos que la tarea del profesor, subido a una tarima (aunque después de los años 80 dejó de haberla, daba lo mismo) ante treinta o cuarenta alumnos, es un poco o un mucho, dependiendo de su carácter, la de un actor. Espacio escénico, espectadores, actuación, conflicto... los ingredientes de cualquier representación. Si además se suma a ello el que, desde mis tiempos de estudiante en el "Fray Luis de León" de Salamanca, ya participé en teatro leído ( Las cartas boca abajo, de Buero), como aquí queda constancia gráfica;


 y representado (Seis personajes en busca de autor, de Pirandello), se entenderá fácilmente que al llegar al Colegio Familiar Rural en Tudela de Duero, lo primero que se me ocurriera fuera montar en  una sencilla lectura La Casa de Bernarda Alba, de Federico, ya que "los chicos" no quisieron participar y quise demostrar que con sólo chicas se podía hacer teatro. Fue emocionante aquella "representación" hecha por un grupo de muchachas de pueblecitos de la ribera del Duero que a penas habían salido de sus casas. Luego vendrían Los cuernos de D. Friolera, de Valle, ya en el "Miguel Hernández" de Alicante, en la que sólo actué de ciego de los romances y con la ayuda de la Goli, impagable. Fue de nuevo conmovedor ver cómo se iban transformando aquellos adolescentes en personajes valleinclanescos, al tiempo que aportaban ideas a cualquier aspecto de la representación. Hasta un muchcacho tartamudo pudo decir su texto sin atrancarse. Afán de superación, que le dicen.


Luego vendría mi etapa en la capital de la Ribera Baixa, Sueca, en el "Joan Fuster". Y allí seguí con mi afán. Esta vez con algo rompedor, que me había llamado poderosamente la atención desde que la vi representada en el Principal y en la que sólo dos actores llenaban el teatro: Ñaque, o de piojos y actores, del gran Sanchis Sinisterra, y que pude montar gracias a uno de los pocos alumnos castellanohablantes, capaz de leer de corrido y de forma expresiva, cosa bastante infrecuente incluso en aquel 2º de BUP. Resultó divertido porque casi me tocó hacer un full monty para regodeo de los asistentes. Por exigencias del texto, claro. La magia del teatro se imponía a la carencia de medios.


Pero tuve que trasladarme al Nº 4 de Elche (ni nombre teníamos; "el de los depósitos del agua") para que, ya con la asignatura de "Teatro" creada, la cosa pudiera empezar a funcionar de manera más sistemática: expresión corporal, ritmo, dicción, improvisaciones, cursillo inolvidable en Lo Boligni... Era increíble lo que fueron capaces de levantar con una camiseta o una billetera y una foto. Y los chavales cada vez querían más. Y así fueron subiendo a las tablas de fin de curso, primero los fáciles: Fuera de quicio de Alonso de Santos, absolutamente desternillante con la inclusión de las locas entre el público; o picando ya más alto: la Eloísa está debajo de un almendro, de Jardiel, en la que un vestido largo o unos guantes negros hasta el codo bastaban para crear la ilusión ("¡Pelagatos!"). Hasta que acabamos en el Gran Teatro con En la ardiente oscuridad, nada menos, del gran Buero, para la que fue necesaria todo un trabajo de sensibilización sensorial para los supuestos invidentes . Fueron descubriendo que una de las armas de la actuación es aportar elementos del propio carácter o de otros cercanos y conocidos al personaje que encarnaban. Y lo hacían con una entrega y una intuición emocionantes. La Biblioteconomía acabaría por alejarme de las tablas, aunque siempre procuré llevar al alumnado a ver lo que solía ser su primera obra de teatro, lo que les solía causar una gran conmoción por ser algo "en vivo".

Todo este excurso previo sé que puede sonar excesivo a quien haya entrado en la página para leer el comentario de la peli, pero lo he hecho para dejar clara mi ligazón con el hecho teatral, aunque no haya sido en la mayoría de los casos como actuante. La sombra del actor me hubiera atraído aunque no hubiera sido más que por su protagonista. Al Pacino es uno de los últimos representantes del mítico Actor´s Studio y de su famoso "método". Si esto no fuera poco, sería suficiente ver su capacidad camaleónica para ir mutando desde el muchacho lleno de ideales de la primera parte de El padrino, Michael Corleone, hasta el correoso padre dispuesto a todo de la tercera entrega roto ante su hija muerta en las escaleras del teatro de lópera. 

He visto gran parte de sus películas y siempre me ha parecido que, aparte de su tendencia al divismo/histrionismo había siempre una gran verdad en muchas de sus interpretaciones. Del director, aunque me sonaba, B. Levinson, no tenía clara conciencia de sus obras anteriores y al recurrir a la wiki he descubierto que había dirigido la muy efectista Rain man, con otro monstruo: D. Hoffman. Una vez más la traducción del título original The humbling (la humillación), tiene poco o nada que ver con el elegido por los distribuidores españoles. Caprichos hispanos.


Hay un momento al comienzo de la peli, basada en un original de P. Roth, en que me creí transportado a la recientemente vista y comentada aquí, Birdman, con esa desorientación del momento previo a salir a escena y con la estrella en en la calle sin poder acceder al escenario. Tras esa crisis inicial que deriva en depresión, el personaje se ve abocado a una terapia que, muy en la onda de lo que nos ocurre cada vez más y en más ámbitos, acaba prolongándose a través de la web cam. Y en la soledad de la magnífica casa (la del propio Levinson por cierto) y sus maravillosos alrededores de la costa Este, aparece la jovencita que vendrá a tentarlo, Greta Gerwig, tentación mayor si cabe al coincidir que es hija de una antigua amiga, la impagable Dianne West, y además lesbiana, uno de los alicientes del porno para varones. Pronto uno se pregunta si Pacino no ha aceptado interpretar el papel porque de alguna manera refleja en parte su momento profesional y vital. 


Los monólogos que se manda el actor ante el espejo o ante la vídeocámara son antológicos. Dejo aquí el tráiler original para escuchar la voz cascada de Pacino. Y poco a poco, a mi modo de ver se pasa de la crisis actoral al conflicto humano de una relación desigual y problemática. De la desesperación ante la posibilidad de no volver a subir a un escenario, al hecho de la conciencia del tiempo que pasa y el deterioro que comporta y lo que esto le supone al actor. Ya decía la puta vieja Celestina a su pupila Elicia "Día vendrá en que en el espejo no te reconozcas". ¿Qué hacer entonces? Un profesor puede reinventarse cantando o escribiendo o leyendo. Un actor tiende a morir sobre las tablas porque necesita de las luces y de la respiración silenciosa y oscura del público. Pacino actor pone todos sus recursos en manos de su personaje: el dramatismo, la angustia, la autoparodia, la comicidad, la ternura... Y en todos resulta creíble. Y es ese declive el que me interesa, más que la historia no sé si de amor, que me resulta menos convincente. En cualquier caso como ejercicio actoral es intachable y quienes gustan de la magia del teatro, de ese gran teatro que es el mundo, tienen aquí un buen plato preparado.

José Manuel Mora.



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