Escandinavia

 ... o la racionalidad

He tenido siempre la idea de que siendo el mundo como es, "ancho y ajeno", que dijo Ciro Alegría, y quedándome tanto por ver y cada vez menos por vivir, era un desperdicio volver a los sitios ya conocidos. Sin embargo el norte ejerce una especial atracción en nosotros (la primera visita fue a Copenhague, en el lejanísimo 1993, quince días de septiembre en casa de los Jensen y asistiendo al instituto de Oregaard para conocer su sistema educativo; en 1994 elegimos Escandinavia: Suecia, Noruega y Dinamarca para nuestro viaje veraniego y ese mismo otoño vino Birgit a cumplimentar sus quince días alicantinos; en abril del 97 me llevé yo solito a veinte indocumentados del "Virgen del Remedio" para pasar una semana de intercambio en Copenhague y me quedé en el dúplex fastuoso de los Jensen; pensé que no volvería y sin embargo... en 2005, gracias a una beca "Leonardo" volví una semana a estudiar el sistema bibliotecario danés; Birgit ya estaba jubilada y tenía nueva casa, luminosa y sencillamente nórdica; y cuando todo parecía ya hecho, en 2012, gracias a la UPUA, hicimos un intercambio de "viejecitos" jubilados/jubilosos en Uppsala, que resultó una auténtica gozada). Así que puedo decir que algo voy conociendo esta lejana tierra. Y para celebrar unos sesenta años plenos, nos hemos escapado fuera de temporada una semanita volando directamente a Stockholm.




























La ciudad combina a la perfección los estilos arquitectónicos: desde los que quedan del seiscientos, tras incendios voraces y arrasadores de espacios construidos casi exclusivamente con madera (los de Gamla Stan, el cogollito antiguo de la isla central), hasta la eclosión de la burguesía urbana finisecular que sembró la urbe de edificios contundentes. Estos se codean con nuevas construcciones de aluminio acero y cristal de rabiosa modernidad; hoteles, estaciones, palacios de congresos, espacios abiertos... El tráfico es ordenado y las calles limpísimas. La sensación de seguridad para quienes pasean es total. Es cierto que los 11º del mes de junio, para los mediterráneos, hacen sentirse a uno en pleno invierno; pero de repente el sol brilla entre nubes arrastradas por ráfagas de viento y todo se vuelve más amable. El paisaje humano ha cambiado desde mi primera visita. Ahora es más variado y rico en razas, en vestimentas..., no en balde Suecia es de los países europeos que más refugiados recibe e integra. ¿Se deberá a tantos años de gobiernos socialdemócratas? Es cierto que empiezan a despuntar partidos xenófobos y racistas abrigados por el miedo de los suecos a perder su estado de bienestar del que tan justamente orgullosos están. Sin embargo la sociedad parece seguir capeando bien el temporal. El Dramaten, donde tanto trabajó el gran I. Bergman, puede servir de referente al mundo cultural de la ciudad, por no hablar de la Academia Sueca, que año tras año concede los famosos premios Nobel.


La fastuosa ceremonia de la entrega se celebra luego en el Ayuntamiento que se asoma a las aguas del fiordo llano que desemboca en el Báltico. El edificio se construyó a principios del siglo XX y es un refrito espectacular de neorrománico, neogótico, neobizantino, como tantas tendencias "neo" muy en boga en la época. A pesar de ser una cosntrucción con función administrativa, está abierta a la visita de los turistas, guiada, eso sí. La sala principal deja a la gente sin aliento con todas sus teselas doradas. La de las pinturas del que fue heredero de la corona se sigue usando los sábados para bodas civiles que suelen durar 30 s., o bien 60 s. si se elige la ceremonia larga. Lo que muestra un poco el espíritu de estas gentes es que el salón de plenos dispone de unas gradas a ambos lados donde la gente no necesita inscribirse para acceder. Todo es público y transparente. El techo pintado de azul quiere dejar entrever el cielo que se veía en las casas tradicionales a través del agujero que permitía salir el humo del hogar.



























Un día no da para mucho, y además nuestro destino se encontraba un poco más al norte, a 70 km. de la capital, en Uppsala. En mi época de estudiante salmantino uno de mis sueños recurrentes, tal vez debido al agobiante ambiente tardofranquista, era conseguir un lectorado en esta ciudad perdida en el septentrión. La razón, entre otras, era que aquí se encontraba la famosa biblioteca, Carolina Rediviva, (para más información, esta vez específica, véase la entrada que le dediqué en este mismo blog; (http://mbadalicante.blogspot.com.es/2012/06/la-carolina-rediviva-de-upsala.html) que con nombre tan sugerente y albergando auténticos tesoros bibliófilos, prometía horas de sosegado estudio. Es una ciudad media, la cuarta del país, del tamaño de Alicante, que alberga toda una serie de "repúblicas" que acogen a los estudiantes según su procedencia. La atraviesa de forma transversal el río Fyris, de una placidez que contagia a las calles adyacentes. Y el edificio principal de la Universitas Regia Upsaliensis (1477) incluye un maravilloso paraninfo, esta vez neorrenacentista, con esa linterna que, además de proporcionar algo de claridad en los días oscuros del invierno, tiene algo de simbólico, ya que dejaría entrar la luz de la sabiduría.


























Su tradición intelectual se remonta casi a la Edad Media. Aquí nació Linneo (1707-1778), el que consiguió elaborar la clasificación más completa del mundo vegetal y del que tan orgullosos se sienten los suecos. Por tanto no es de extrañar que su jardín botánico sea modélico, aunque no demasiado grande. Aquí se construyó un teatro anatómico en el s. XVII, el Octavianum, que permitía a los estudiantes observar el trabajo del profesor y que sigue dejando boquiabiertos a quienes lo visitan hoy, y se encuentra también una de las mayores catedrales de Escandinavia, en un sobrio estilo gótico y con unas agujas de altura mareante que se divisan desde cualquier punto de la ciudad. Por no hablar de todo el sistema de bibliotecas públicas de este país, del que ya hablé en otra entrada en este mismo blog y del que dejo la referencia para curiosos: (http://mbadalicante.blogspot.com.es/2012/07/bibliotecas-nordicas.html).


























Los vikingos siempre fueron muy viajeros y seguramente, de sus viajes, trajeron su visión abierta del mundo, sabedores además de lo importante que es sentirse acogidos cuando se está lejos de casa, y por lo tanto lo importante que es acoger. Nuestras amigas vikingas, Ulla e Yvonne, respondieron a este patrón y vinieron a recibirnos a la estación del tren, nos acompañaron en todo momento, nos llevaron a conocer el viejo pueblo de Sigtuna, todo de madera, como recortado de una postal, asomándose a un inmenso lago con aspiraciones de mar interior. Que paseando por sus tranquilas y soleadas calles aparezca un ayuntamiento que parece de juguete, o que uno halle de repente una especie de cabina telefónica y que, al abrirla, se pueda encontrar una minibiblioteca ciudadana no deja de tener su gracia y su sentido, además de mostrar la civilidad de estas gentes que fían a la sensatez y educación de sus ciudadanos, el cuidado y la conservación de los libros que encierra.


























Los maridos de las dos colaboraron en la recepción con una ambilidad extraordinaria. Las cenas en casa de una y otra fueron  excelentes y hubo tiempo para contrastar hábitos hogareños, como la costumbre de descalzarse al entrar en las casas (supongo que para no embarrar parqué y alfombras con la nieve de la calle), o el cava para recibir a los invitados al tiempo que se toma unos entrantes en la puerta de la casa, para pasar luego al comedor, rodeados de velas encendidas que ayudan a imaginar que se cena, a pesar de la absoluta claridad que perdura hasta las doce de la noche. Es casi Midsommardagen, como aquí la noche de S. Juan. Celebran la luz casi perpetua, para compensar los interminables meses de noches oscuras que llevan a muchas personas a la depresión más profunda. Tierras duras éstas. Cualquier excusa es buena para cultivar el jardín. El hecho de que ambas señoras sean amantes del español, su quinta lengua de aprendizaje, facilita la comunicación entre todos. El regreso al hotel desde casa de Yvonne, a través de un cementerio ciudadano se convierte en un paseo vespertino (doce de la noche de aquí) de lo más agradable. Para ir a casa de Ulla hubo que coger tren, ya que vive en el campo.






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Como el día seis de junio es la fiesta nacional sueca, la gente se mueve a sus lugares de origen y, por la ley de la oferta y la demanda, el tren hasta Göteborg, cinco horas, resulta más caro que la hora de vuelo hasta esa ciudad, aunque de nuevo toque madrugar. También aquí tenemos un contacto, esta vez ilicitano. Mi antigua alumna Mª José, casada con el sueco Patrik, con sus dos criaturas, practican el mismo deporte de la acogida y la generosidad. Ella nos acompaña en la visita por la ciudad, nos invita a comer en medio de la algarabía que provocan los recién egresados bachilleres, que lucen sus gorras blancas con visera y sus gritos de triunfo; y a una suculenta cena que prepara él, mientras nosostros hablamos de todo lo divino y lo humano. Me reconforta reencontrarme con aquella fierecilla de alumna, brillantísima, dulcificada por el amor, el trabajo y los hijos, pero con convicciones acrecentadas respecto a lo que es correcto hacer. Me encantan las coincidencias. Y nos deja en el hotel tras el pertinente recorrido vespertino, por decir algo: la luz se mantiene en el cielo hasta pasadas las once de nuestra noche.






 





















A la mañana siguiente, fiesta nacional, todo amanece cerrado, incluso el maravilloso Museo de Bellas Artes, donde descubrimos, hace ya tantos años, la pintura sueca del s.XIX, con sus interiores luminosos y vacíos, escuetísimos, o su atención por la naturaleza, en forma de plantas o animales. A sus puertas hay una exposición de algunas piezas del fenomenal T. Cragg. que parece haberse puesto definitivamente de moda. Junto a la espectacular fachada del museo en ladrillo amarillo, clasiquísima, se encuentra la Biblioteca Municipal. Creo que sobran los comentarios por comparación con las de aquí. También estaba cerrada, pero seguro que será modélica, a tenor de otras que he visitado en viajes anteriores.



























Para ese día los Zapata han programado una excursión a la isla de Tjörn, a la que se llega a través de un puente casi aéreo. El día fluctúa entre nubes y claros y, aunque sopla el viento, no hace excesivo frío y todo es perfecto para realizar alguna parada que otra, que le sirve al pequeño Erik para volverse un poco loco con cualquier cosa: su padre, por ejemplo. La perspectiva, pasado el puente, es de un montón de pequeñas islas, con alguna casa diseminada, aíslada en su isla, valga la redundancia,  hasta que llegamos al pueblecito, como de cuento por su ubicación y su manera de estar embellecido por sus habitantes.



























En él se encuentra el Nordiska Akvarellmuseet, una pequeña joya frente al mar, especializado en acuarelas, con soporte privado, y que por ello se halla abierto. El lugar es ideal para comer pescado, guarecidos tras los ventanales. La luz, siempre la luz. Tiene zonas de atención para los niños, de modo que los padres puedan disfrutar tranquilos de las exposiciones. Además de las acuarelas en toda clase de soportes (incluídas las paredes) y formatos, damos con una instalación de vídeo sobre lienzos que cuelgan del techo en diferentes planos y como si vibraran al caer la cascada. El fragor del agua y la fuerza de las imágenes, lo convierten en un espacio mágico. La salida al ire libre, ya con sol, resulta gozosa de todo punto. Sorprende la escultura hecha con cajas de cerveza recicladas.



























Dejo aquí el pequeño vídeo para poderse hacer una pálida idea de lo que era ese museo y sus alrededores casi salvajes, a pesar del puerto para barquitas con motor fueraborda, necesarias para los habitantes del lugar, ya que les permite movilidad. Cada propietario se encarga de su mantenimiento y cuesta muy poco tenerlas amarradas al abrigo del puerto. Nada que ver con nuestros modernos puertos deportivos, tan fashion y tan caros, que son una muestra de pertenencia a un determinado grupo social y no como aquí, que son una necesidad.



Nos despedimos con pena de Göteborg, conscientes de lo que nos hemos dejado por ver, pero el tren a Copenhague (cuatro horas y media) vuelve a hacernos madrugar. Será nuestra última etapa. Allí nos espera nuestra amiga Birgit, a quien siempre es un placer volver a ver. Su nueva casa vuelve a ser un exponente del diseño danés, minimalista, sencillo y en estos días de junio, luminoso. No quiero dejar de constatar aquí la exclamación de una amiga suya madrileña cada vez que llegaban a casa: "house, sweet house". Ha quedado entre nosotros como un clásico. Pues eso: ha puesto a nuestra disposición su casa, con la generosidad que le caracteriza. Nos ha preparado una comida espléndida, suponemos que para poder salir luego a pasear. Es domingo y la caminadita por el "tontódromo", la Stroget, está algo apagada. La luz ayuda a disfrutar de la quietud de las calles en este día festivo.


Los contrastes arquitectónicos son constantes; lo viejo junto a lo rabiosamente moderno conviven sin demasiado problema: las vigas de madera al exterior, estilo alsaciano, junto al acero y el cristal; los colores vivos frente a la neutralidad de otros. Han rehabilitado mucho y bien y la ciudad ha ido creciendo de forma armónica desde la Plaza del Ayuntamiento hacia Kongens Nytorv, de donde arranca el Nyhavn, auténtica terraza al aire libre, bien soleada.




























 Desde el final del muelle se divisa al otro lado del canal, el edificio de la Ópera, de 2005, y como marcándole el terreno, han situado en el muelle más próximo un teatro de ladrillo negro y cristal, que quita el hipo. En medio están construyendo una explanada que desciende suavemente en rampa hacia el agua, que promete completar el lugar sin molestar las vistas de Amaliensborg, el palacio de la reina, que tiene embarcadero preferente. La crisis no parece haberles afectado demasiado, salvo por un puente que pretendía unir las dos islas fronteras y que me dicen que quedará inconcluso, al menos de momento.
















La diferencia de luz entre ambas fotos se debe al diferente momento en que se tomaron: en el paseo de atardecer vespertino la primera y el paseo matutino del día siguiente, en una barcaza casi plana, lo que le permitía pasar bajo puentes de poca luz que conectan unas islas con otras, o salir casi a mar abierto, lo que posibilita fondear a cruceros de enorme calado o barcos de tres palos, que parecen sacados de un libro de piratas. Aunque parezca todo muy de "tarjeta postal", es tal cual se muestra en las imágenes.




























Y así llegamos antel impresionante Black Diamond, "la" biblioteca..Entonces mi categoría profesoral me permitió adentrarme en lo profundo de salas y fondos. Esta vez era una visión más turística, que no dejaba sin embargo de asombrar a mis acompañantes. En la foto se ve el viejo edificio de ladrillo, decimonónico, al que adosaron sabiamente este cubo de cristal negro, tan amenazador y duro desde fuera y tan racional y sabiamente distribuído en su interior: salas de conferencias, cafetería, zonas de consulta en línea y por supuesto con wi-fi, grandes salas de estudio y silencio protegidas por las tulipas verdes características en cada asiento, áreas de exposiciones... Sé de una (Dolors, hauries d'anar-hi) que se volvería loca si la dejaran entrar, preguntar y manejar todas las herramientas de que dispone este centro de saber.


En 2005, fecha de mi visita a la misma, aún no disponía de este blog y no dejé constancia de un viaje hacia el pasado y hacia el futuro a través de los documentos que albergaba, y que me resultó fascinante. El paseo al atardecer por los jardines del palacio de Rosenborg y los del Botánico adjunto, hasta desembocar en lo que parece una serie de lagos y no es más que un foso defensivo de proporciones inimaginables, supuso un broche perfecto a nuestro viaje por estos países del norte, tan ordenados, tan racionales, con un nivel de vida tan envidiable que los sitúan entre los primeros del mundo, donde la igualdad y la justicia parecen acampar a sus anchas (Dinamarca es el país menos corrupto del mundo y probablemente el más ecológico; una gozada ver manadas de bicicletas enloquecidas por sus carriles con preferencia, montadas por personas de toda edad y condición).



























Y creo que, como cuaderno de bitácora, es más que suficiente. Si sirve para animar a alguien a visitar ese septentrión digno de Sigrid de Thule, ya habrá merecido la pena el tiempo dedicado a redactar estas líneas; si no, al menos como memento de nuestro ¿último? viaje a Suecia y Dinamarca. Echamos de menos no haber vuelto a Noruega, que tanto nos maravilló con la placidez de sus fiordos. Gracias de nuevo a nuestras amigas nórdicas y sus parejas por su calurosa acogida, y por ayudarnos a entender sus países desde dentro: Ulla y Anders; Yvonne y Börje; Mª José y Patrik, y Birgit. De nuevo gracias y un abrazo mediterráneo. Aquí tenéis vuestra casa.

José Manuel Mora.









Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Bravo José. Fotos magnificos. Texto perfecto. Abrazos Birgit