La Romana, de A. Moravia

 Proceso de autoconocimiento

Como desde que dispongo del lector electrónico, que ocupa poco y le cabe mucho, no llevo ya libros a mis viajes, y como no me entretuve en buscar un libro ad hoc para el territorio que me disponía a visitar, eché mano de uno de los que cargué para mi visita italiana del verano pasado. MORAVIA, ALBERTO. La romana. Bookdesigner@the-ebook.org. No tengo la referencia en papel, pero sí puedo decir que se publicó por primera vez en 1947, poco después de acabada la guerra. Aunque no tenía que ver con lo que visitaba, me ha acompañado a lo largo de esta semana. Una peguita: como ahora me voy manejando en italiano, veía entre líneas los calcos lingüísticos de la traducción, lo que me ha puesto un poco nervioso.


Me entero ahora, al preparar esta entrada, de que Luigi Zampa filmó una versión en 1954 con Gina Lollobrigida de protagonista.Demasiado pequeño para haberla visto, seguro que aquí, con nuestra pacata censura de entonces, fue calificada como "gravemente peligrosa". Tampoco en televisión la he visto anunciada. Así que llegaba a la historia sin pre-juicios. El autor no hace casi nada por ubicarla temporalmente. Se nos habla de la guerra de Abisinia y en otro lugar de Mussolini. Años treinta pues. La narradora es a su vez la protagonista, la "romana". Una muchacha de extracción humilde, hija de una madre que no hace otra cosa que trabajar y que, sabedora de la belleza de su hija, espera para ella un porvenir más halagüeño que el suyo propio. Y aunque los deseos de Adriana son sencillos: casarse, tener hijos, cuidar de su familia, para que acabe siendo menos pobre que la suya, todo termina torciéndose y acaba convertida en una prostituta. Es consciente de la posición en que eso la coloca, social y moralmente. Sin embargo, en su devenir de conciencia, que corre en paralelo al hilo narrativo, vemos que llega un momento en que se produce la aceptación, con un argumento, a mi modo de ver, impecable: "Yo, por el simple hecho de vivir, era inocente, como lo eran todos los seres humanos" (pág. 163). Pienso que a través de la muchacha se trasluce toda la capacidad de empatía de Moravia hacia su personaje: "La convicción de que todos los hombres, sin excepción, son dignos de compasión, aunque no sea más que porque viven" (pág.135). Al tiempo que este pregresivo autoconocimiento, la novela urde una serie de tramas paralelas, las de los sucesivos amantes de la muchacha, casi de serie negra, aunque en tono menor. El tejido de esos hilos conduce al desenlace de manera natural y no por ello menos sorprendente.


Bastarían este par de citas para suponer cuál era el talante del escritor. Moravia (Roma 1907-1990) nació de padre judío no practicante y madre católica, tal vez eso lo educó en la tolerancia y la apertura de miras. Consiguió con dificultad el título de bachiller debido a una tuberculosis ósea. El resto fue autodidacta, formado a base de muchas lecturas, como el aprendizaje de dos idiomas. Desde sus primeros cuentos muestra una especial sensibilidad hacia los problemas de conciencia de personas atrapadas por sus circunstancias y alienadas por ellas, como le sucede a la protagonista. Algo de la angustia de Adriana parece tener ecos del Existencialismo, que empezaba a apuntar en París por esos años en su variante francesa. Se muestra el escritor como un excelente conocedor del alma humana, en este caso femenina. El fascismo lo obligó, a él y a su mujer, la también escritora Elsa Morante, a retirarse a un segundo plano. Parte del mundo de la represión y la censura del periodo negro musoliniano late en la novela, aunque muy como telón de fondo, y eso que se redactó en el 47, como ya he dicho. Por esa época es amigo de Pasolini, mucho más radical políticamente que él.


No quiere hacer una novela política, eso parece evidente. En otras, su visión crítica contra la burguesía de la que provenía es más clara, como en El conformista, de 1951, también llevada al cine por Bertolucci en 1970. Hay un tono muy humano en otra de las reflexiones de la mujer (a los varones sólo los percibimos a través de los ojos de ella): "Había comprendido que mi fuerza no estaba en desear ser lo que no era, sino en aceptar lo que era" (pág. 166). Toda la historia está contada en un tono llano; la primera persona narradora lleva a que el decoro poético fuerce la ausencia de florituras estilísticas. Sin embargo a veces trasluce su maestría descriptiva en breves pinceladas: "Una lluvia sutil, como un polvillo de agua entre el aire tibio e inmóvil" (pág. 172). Entiendo que la novela provocara escándalo en su momento, ya que el autor se abstiene de juicios morales, al menos en lo que afecta a la actividad de la joven. Más severo es con otras actitudes y mentalidades de otros personajes menos relevantes. Hoy en día creo que la novela sigue vigente en lo que se refiere a este retrato humano de un ser sin salida, con sus normas de conducta a pesar de todo, retrato de toda una época triste y gris.

José Manuel Mora.



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