The killing, de Veena Cabreros Sud

 Muerte en grises

Des pués de esta sequedad de escritura (la anterior entrada es de hace ya veinte días) se me hace cuesta arriba ponerme a ello de nuevo, pero debo hacerlo si no quiero que el paso del tiempo borre las impresiones que libros, pelis, series, visitas, viajes, produjeron en mí. Es cierto que las pantallas alicantinas ofrecen un aspecto de desastre casi veraniego estando en octubre, y que la lectura de las 1700 páginas de Guerra y paz me absorbe lo suyo, pero tenía en cartera el comentario de una serie recomendada por mi exalumna Mª José y ya he finalizado la primera temporada. Son cuatro, estrenadas entre 2011 y 2014. Se trata de The Killing. La idea original vuelve a ser danesa, Forbrydelsen, de 2007 (crimen, en danés), y es la que me recomendó mi amiga Carmen, experta seriéfila, antes de meterme con la versión estadounidense. Sin embargo no siempre las cosas salen como uno quiere y al no conseguir la primera, empecé a ver esta última. 


Los creadores han sustituido la oscuramente invernal Copenhague por una no menos lluviosa, gris y deprimente Seattle. No conozco la ciudad, sin embargo la serie proporciona constantes barridos aéreos de la conurbación situada frente a un enorme y bellísimo lago. Y de nuevo, como en todo cine negro, la trama gira (y aquí el verbo es algo más que metafórico, como luego veremos) en torno al crimen de una muchacha de dieciséis años, Rosie Larsen, que aparece muerta en el maletero de un coche sumergido en el fondo de un pequeño lago en las entrañas de un bosque isleño, situado en una reserva india, frente a la gran ciudad, y en la que la policía de Seattle no tiene jurisdicción. La historia se desarrolla a lo largo de varias semanas y cada capítulo abarca un día completo. Y da la impresión de que los guionistas han descubierto que las detectives resultan atractivas a los seguidores de estas series. Volvemos a encontrarnos a una inspectora, Sarah Linden (conocida entre colegas por el apellido simplemente), que está a punto de dejar su puesto para marchar con su hijo adolescente a otra ciudad para casarse con su prometido. Sin embargo el hallazgo del jersei ensangrentado de la adolescente la hace quedarse y la sumerge  en una espiral cada vez más absorbente, hasta llegar a convertirse en obsesiva, casi enfermiza, cosa que ya le había sucedido en el pasado con otro caso. Para ayudarla, cuenta con un recién llegado, dispuesto a sustituirla cuando ella se vaya, pero que acabará siendo su colaborador, actuando ambos al alimón. Los estilos no pueden ser más opuestos (¿no recuerda esto a la pareja que retrataba Broen?): ella parece padecer algún tipo de transtorno psíquico, dado su cerrado silencio, es puntillosa, pertinaz, intuitiva, incapaz de dejar nada sin investigar, aunque eso la lleve a no comer, a no descansar, a no mirarse a un espejo (siempre va con la misma coleta pelirroja y los mismos jerseis hasta el cuello y con un tabardo que la abriga y la hace neutra sexualmente), a descuidar a su hijo...; él parece recién salido de las calles, o de un centro de desintoxicación; mucho más expedito, violento cuando cree que lo ha de ser, capaz de saltarse las normas cuando piensa que hace falta, capaz de infiltrarse en los barrios más oscuros de la ciudad y pasar desapercibido, tatuado, fumador de vaya a saber qué cigarrillos (hacía tiempo que no veía tanto humo en una peli)... Sin embargo su colaboración, a pesar de su antagonismo, obtendrá buenos resultados.


Pues bien, hablaba del giro constante de la historia: casi cada capítulo presenta un sospechoso del asesinato, pero las investigaciones los van descartando. Junto a esta trama principal se sitúan otras dos no menos importantes: la familia de la muchachita, totalmente destrozada por su muerte y que esconde algunos secretos a los espectadores y entre ellos; y la de un candidato a alcalde de la ciudad. Esta subtrama política nos acerca la historia a nuestra realidad: recalificaciones de terrenos, compra de voluntades, negocios oscuros y redondos, lucha descarnada por el poder, sexo oculto que podría quebrar una carrera si se conociera... "Pongamos que hablo de Madrid", que decía el otro. Mafias, grupos de presión, intereses encontrados; en medio de tanta corrupción subyacente todo parece valer a cada quien para conseguir sus objetivos. Y los dos policías no descansan tras su presa. Como en toda buena trama policiaca, el final ha de ser inesperado y bien trabado, como es el caso. Sin embargo no es propiamente la resolución del caso lo que hace atractiva la serie. Al menos a mí lo que más me ha llamado la atención ha sido la oscuridad de los ambientes donde se desarrollan los hechos, en medio de esa luz sucia, húmeda y gris de esa ciudad donde parece que no para nunca de llover. El lagrimeo de las gotas de lluvia en los cristales de los coches, unido a las luces de los faros desenfocadas, permiten una caligrafía muy bella.


A todo ello se une otra virtud que aleja la serie del modus operandi de las estadounidenses al uso (¿influencia del oriegen danés?) y es una realización pausada, unos planos demorados en los lugares y en los rostros de los personajes que permiten ahondar en su interior. Y una manera de contar la historia que la dosifica sin ralentizarla. Se ha hablado de minimalismo narrativo. Hay naturalidad en los silencios cargados de emoción, hay elipsis que no necesitan subrayarse porque quedan explicitadas de modo normal. No hay carreras ni luchas entre coches superrápidos, ni "balaseras" sin cuento, ni violencia gratuita (ya lo es la del supuesto asesino), aunque la carga de sentimientos puede desbordarse en cualquier momento sin necesidad de mostrarlos en primer plano: basta desenfocar al personaje para que intuyamos cómo se derrumba. En algún momento puede haber incluso algún chispazo de humor, pero contenidísimo.


La detective es Mireille Enos, que ha supuesto un auténtico descubrimiento. No creo haberla visto antes de ahora, pero no creo que olvide su rostro atormentado. Poco a poco iremos conociendo las razones de su obsesión investigadora, que se albergan en un pasado no muy lejano y que permitirán el enlace de las dos primeras temporadas con la tercera, que acabo de devorar. También su infancia en hogares de acogida y sus dificultades para conciliar trabajo y vida laboral la van conformando como un personaje poliédrico. Algo semejante a lo que le sucede al compañero Holder, Joel Kinnaman, actor sueco al que tampoco conocía, con su inseparable sudadera con capucha, su permanente cigarrillo, sus andares desgarbados, un conjunto que lo aleja de la figura de policía al uso. También él esconde un pasado problemático que se empezará a desvelar en el momento en que asiste a una reunión de drogodependientes en lucha por dejar el consumo. Aparentemente se esconde tras el teléfono o el cigarro o debajo de la capucha, pero es capaz de mostrar un rostro más que humano al ver en peligro a su compañera.


La familia de la muchachita asesinada es un microcosmos que da también mucho de sí. El padre inmigrante, con antiguos y turbios negocios con el jefe del clan de su grupo de origen; la madre y su hermana de ascendencia católica con secretos antiguos e inconfesables, los hermanos pequeños, que tendrán que aprender a vivir con la ausencia de su hermana, lo que no siempre es fácil. Un suceso como ése puede hacer saltar en pedazos todo el grupo familiar. La influencia de las noticias televisivas los torturan de forma constante (buena crítica al amarillismo tan habitual de los telediarios), y las pesquisas no siempre van a la velocidad que ellos quisieran. El dibujo de todos los personajes parece estar trazado con mano maestra por los guionistas, que son un grupo de escritores en el que cada uno firma uno de los capítulos, al igual que sucede con los diferentes directores. La idea inicial es de la tal Veena Sud, canadiense formada en Nueva York y que es quien parece que se ha dedicado a sacarla adelante capitaneando a los guionistas. De hecho, la serie fue cancelada en dos ocasiones tras la que logró volver a las pantallas.


Tras las dos primeras temporadas en las que se acaba resolviendo el asesinato inicial, los hilos que quedan sueltos son numerosos, aunque hubiera podido olvidarme de ellos, y no me veía yo con fuerza para meterme en la tercera. Sin embargo caí en la emboscada de los capítulos de presentación y la adrenalina se me ha ido disparando. Creo que cuando acabe la cuarta y última temporada, tendré que volver sobre la valoración de esta serie que me tiene en este momento absolutamente abducido. Si no queréis que os suceda lo mismo, no empecéis a verla.  Conociendo un poco a los daneses, no quiero ni pensar lo que habrán conseguido con estos personajes tan atormentados, con la actriz protagonista tan poco frecuente por su físico y con este ambiente tan enrarecido. Abstenerse los seguidores de las series con pedigree yankee, que son las que con más frecuencia nos llegan.
 
José Manuel Mora.

P.S. Heme aquí de nuevo con el visionado completo de la serie al coleto. La tercera temporada se centraba en un asesino en serie que parece elegir a muchachitas que viven en la calle, algunas adictas, otras no, con amistades poco recomendables, que se prostituyen a veces, lo que las pone en mayor peligro y que, por supuesto, no confían en la posible ayuda de las instituciones ni de la policía caso de verse en un aprieto. La basura de esas calles aparentemente suburbiales no parece preocupar a las autoridades, aunque siempre hay algún fanático dispuesto a hacerlo y de modo "radikal". Basta con ver lo sacos rosas con los cadáveres en su interior flotando en el lago.


Junto a este eje principal, sabemos por fin qué fue lo que obsesionó tanto a Linden en un asunto sucedido tres años atrás en el que una mujer fue asesinada ante los ojos de su hijo y cuyo marido y padre de la criatura se pudre en el corredor de la muerte de la cárcel, esperando la sentencia definitiva. La intuición de Linden de que, a pesar de que el encarcelamiento sea obra suya, el hombre no sea el autor del crimen, la martiriza hasta extremos obsesivos. Mientras investiga el posible autor de la matanza múltiple, busca evidencias que permitan la liberación del preso. Impresionante el capítulo del día previo al ajusticiamiento en manos de J. Demme, tan adecuado después de haberse ocupado de H. Lecter en 1991. Aquí es igual de oscuro y angustioso en planificación, en ritmo, en maestría a la hora de dirigir al condenado (maravilloso Peter Sarsgaard). La resolución del caso será tan inesperada (tanto que hay gente que considera el tour de force argumental bastante tramposo) que lo deja a uno sin aliento y pendiente de la cuarta y última temporada en la que por fin habrá desenlace definitivo.


Junto con el último momento de esa tercera temporada, en la cuarta, más breve en capítulos, se añade un asesinato múltiple de todos los miembros de una familia producido en la primera casa luminosa de la serie, frente al lago, en blanco inmaculado donde la sangre es aún más escandalosa. Y un colgio para cadetes de familias adineradas (basta con ver la casa antedicha) regentado por una coronel que "los tiene muy bien puestos". El absurdo de unas normas rígidas, el sentido de grupo restringido, el sinsentido de la preparación para una guerra inexistente, el machismo violento habitual en estos centros, y secretos y más secretos, acrecentados por la pérdida de la memoria de uno de los jóvenes protagonistas. Lógicamente todo ello se mantiene en segundo plano, dado el peso de lo que ha quedado sin resolver en la tercera temporada. También aquí hay rebuscamiento en la trama del college con sorpresa inesperada y otro capítulo dirigido brillantemente por Demme de nuevo.


Joan Allen, haciendo de "coronela" está bastante creíble, aunque me gustó más en la saga del caso Bourne. Otra vez me resulta algo chirriante el que a pesar de su dureza marmórea, tenga como afición secreta los bailes de salón. Y si de chirridos se trata, el cierre de la serie me parece poco acorde con la negrura de las tramas. Parece que en Seattle puede por fin salir el sol. Poca cosa en una serie que me ha tenido pendiente de sus asuntos durante bastantes días y que, a pesar de lo rebuscado de sus golpes de guión, traza una inquietante radiografía de esa ciudad del noroeste tan desarrollada y tan corrupta, tan hermosa y tan lumpen. Tan lluviosa, tan triste, tan gris.


Y cierro con esta imagen de Linden, imperturbable, luchadora, obsesiva, valiente y herida en lo más íntimo de su ser. Una vez más la causa es ese pasado que no cesa y con el que todos hemos de cargar, además de aprender a gestionarlo sin que nos amargue el presente ni nos cancele el futuro. Inolvidable la Enos. A pesar de los "peros", sigo recomendándola.

Vale.




Comentarios

rodabecker ha dicho que…
Tiene buena pinta. Tomo nota.
Un saludo.