La British Library de Londres

 Inconmensurable

Incomprensiblemente, en mi último viaje a Londres, allá por 2006, no fui a visitar una de las más importantes bibliotecas del mundo. Y eso que ya estaba trabajando en el Módulo de Biblioteconomía del IES "Virgen del Remedio" de Alicante como coordinador del mismo. Dispuesto a reparar mi fallo, este mes de noviembre decidí que se hacía necesario cubrir ese vacío para los lectores especializados de este blog. Ya sé que uno puede encontrar centenares de páginas web sobre el asunto que informan oportunamente, pero no ofrecerán la visión, más bien superficial (ya que no me permitieron una visita de "especialista", como me ha sucedido en otros países), fotos incluidas, que yo pude obtener en el par de horas que pasé en la misma. Desde la misma puerta en forma de celosía con el logo, British Library, se divisa la escultura de Paolozzi (Gran Bretaña, a pesar de su apellido de aspecto italianizante, 1924-2005). Se trata de Newton, de 1995, un intento de compaginar tecnología y arte. Y a partir de ahí entramos en la impresionante explanada que da acceso al edificio principal.





















La biblioteca se fundó en 1753 como un departamento del British Museum. La sala de lectura se encontraba en su centro, era de tipo circular y una de las más espectaculares del momento. En 1973 la Biblioteca se separó del Museo y empezó a funcionar como ente independiente, hasta que se trasladó en 1997 al edifico actual, que es uno de los más grandes construidos el siglo pasado en Gran Bretaña. Como suele suceder con las bibliotecas nacionales, recibe un ejemplar de cada cosa que se publica en Gran Bretaña, incluidos desde hace años los documentos electrónicos, en soportes diversificados del papel, cederrones, deuvedés, periódicos digitales, ya que en 1983 incorporó el National Sound Archive que ha decidido albergar las websites que acaben en U.K. para conformar una memoria de documentos en soporte electrónico. 


En estos momentos alcanza los 150 millones de "ejemplares", entendidos estos latu sensu, y procedentes de diferentes países del mundo y escritos en muy diversos idiomas. Su interior alberga nada menos que once salas de lectura en sus nueve plantas en altura, que proporcionan hasta 1200 plazas para usuarios, que pueden consultar un catálogo en línea y una organización mecánica de todos los fondos para hacerlos llegar con rapidez desde los cuatro pisos inferiores, subterráneos, hasta los mostradores de peticiones de las distintas salas. Hay nada menos que cuatro niveles bajo tierra para el almacenamiento de los libros y documentos (como muestra la maqueta que se expone en la entrada, vid infra), y 322 kms. lineales de estanterías. Por supuesto el edificio está preparado con los mejores dispositivos de aire acondicionado, humedad, luz, etc., para preservar la conservación de los fondos, sobre todo de los más antiguos y frágiles. En él trabajan nada menos que mil personas. A continuación dejo el enlace princiapal de la Biblioteca:  http://www.bl.uk/?ns_campaign=brand&ns_mchannel=ppc&ns_source=google&ns_linkname=%2Bbritish%20%2Blibrary&ns_fee=0.










Sus fondos incluyen 13.5 millones de libros, 60 millones de patentes, 2.5 millones de mapas, 300.000 manuscritos, ocho millones de sellos, y más de otro millón de elementos variados, como grabaciones de sonidos, trabajos artísticos, fotografías... Con estos contenidos no es de extrañar que se la considere una de las más importantes del mundo, tanto en lo que se refiere a consultas en línea, como a las visitas presenciales. El centro de la planta noble está ocupado por una torre de bronce y cristal que alberga la colección de libros que perteneció al rey Georges III (1760-1820) y que fue donada a la nación por su hijo Georges IV. No hay que pensar que se trata de un elemento decorativo, que también, sino que los libros que alberga están a disposición de los investigadores y se ofrecen una vez cada hora, en una media de 70 diarios. Se incluyen ejemplares en inglés, naturalmente, pero también en otras lenguas europeas, incluido el español. Los 85.000 volúmenes, mapas, atlas, datan desde 1450 hasta 1830. Algunos de ellos son manuscritos. Entre ellos se encuentran la Biblia de Gutemberg (1454); una primera impresión de Los cuentos de Canterbury, de Chaucer (1476); la Biblia Políglota Complutense (1514); el primer folio de la edición de las obras de Shakespeare (1623); la obra capital de Newton de 1704, Óptica... y tantas otras obras curiosas y valiosísimas  La torre es de tal magnitud que, con su imponente presencia concentra en torno a ella a cantidad de usuarios que leen, trabajan con sus ordenadores conectados con wi-fi, toman un bocadillo o un café del restaurante vecino. El ambiente, más que el propio de una biblioteca (para eso están las once salas de lectura en las que para entrar hay que inscribirse), es el de una cafetería especializada, o una gran plaza o lugar de encuentro de gentes variadas, pero atraídas por un interés común. La luz cenital que penetra por las claraboyas, ayudada por las de mesa, proporciona una lectura agradable y crea el ambiente perfecto.





















Semejante espacio proporciona una versatilidad de actividades sorprendente y muy superior a cualquier otra biblioteca al uso, por muy "nacional" que sea. Cuando yo la visité, el "hall" albergaba una exposición fascinante por lo completa y diversificada sobre  Alice in Wonderland. Ante semejante despliegue de ejemplares, dibujos, desplegables, objetos alusivos, es difícil pensar que alguien que no conozca la obra no caiga en la tentación de leerla. No es algo pensado para niños, aunque también, sino que los adultos se agolpaban ante los paneles, atraídos por la fascinante presentación de los materiales. Por supuesto aquí, como en los museos, las visitas guiadas para escolares están a la orden del día. No hay nada de académico en la actitud del profesorado que acompaña a las criaturas. De lo que se trata es de conseguir atraparlos en la red de la curiosidad que todos esos materiales, bien utilizados, pueden provocar en ellos. Con todo esto no es de extrañar que el número de visitantes diarios alcance los 2.500. Como si se tratara de un concierto de R&R.


















Cada uno de los niveles en altura posee su propia sala de lectura especializada en los estudios que vienen determinados a la entrada de la Biblioteca, de modo que el lector puede ir directamente al que le interesa. Y uno de los elementos que mayor emoción despertaron en mí, aunque lamentablemente no se podían tomar fotografías, era la sala de los Tesoros de la Biblioteca Británica. Al modo en que en nuestra Biblioteca Nacional hay una exposición permanente de la evolución del libro como soporte, aquí lo que se nos propone es una exposición de los ejemplares más raros de los que la Biblioteca alberga, presentados de forma temática y por zonas geográficas, en todo tipo de soporte y con las más diversas grafías correspondientes a remotos idiomas en tiempo y espacio. La mayoría de los que se exponen están maravillosamente ilustrados y conforman una visión global de saberes y creencias, desde las más extrañas versiones de la Biblia y otros textos sacros, hasta ejemplares de Leonardo o de Descartes.  




















Con todo lo anterior no es de extrañar que el edificio más parezca una feria que un centro de altos estudios. Lo que es evidente es que se trata de un lugar que está vivo, que no es visitado precisamente por "ratones de biblioteca", como podría suponerse, que organiza conferencias, debates, exposiciones temporales, que demuestra con sólo echar un vistazo, que no parecen tener razón los que auguran un porvenir negro a las bibliotecas. Según ellos, para qué molestarse en acercarse a ellas cuando todo está en la red... Pues bien, esta British Library es un argumento de peso para contradecir a los que así piensan  En la entrada hay una escultura que invita a sentarse en ella y que, como el grillete que amarra al libro-asiento, a modo de los catenati medievales, parece pretender que el visitante permanezca amarrado a las fuentes del saber.


Creo, por todo lo expuesto, que no dejará indiferente a quien se acerque a visitar este espacio que, estando en medio del "tráfago mundano", que diría mi madre, supone una auténtica isla llena de sorpresas. No os arrepentiréis si en vuestra próxima visita a la capital de Támesis, os acercáis a las estación de St. Pancras en metro. Junto a la de los trenes de alta velocidad, que conectan la isla con el continente, que cuando hay niebla en el canal "permanece aislado", según el famoso chiste, os encontraréis este lugar de conocimiento e intercambio, vivo y vibrante. 

José Manuel Mora.






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