Leviatán, de Paul Auster

 El monstruo

Un pco al desgaire, a la hora de cargar mi maleta con lecturas para mi último paseo europeo, incluí en el libro electrónico, que es el que menos pesa y menos ocupa, un par de autores de lengua inglesa: uno estadounidense y otro británico. Ambos desconocidos para mí y ambos con muy buenas referencias en los suplementos culturales con los que suelo orientar mis lecturas, además de otras múltiples fuentes. No es de lo que más abunda en estas recensiones que voy escribiendo desde hace ya ocho años. Suponía un cambio y además la literatura preparatoria del viaje ya la había leído antes de partir. De modo que allá va: AUSTER, PAUL. LEVIATÁN. El original es de 1992, pero Anagrama lo editó en español en 1996 traducido por Maribel de Juan. En 1993 logró el codiciadísimo y prestigiado Premio Médicis. No se trata, pues, de ninguna novedad, aunque sí lo sea para mí.


Este chico joven de mi edad, nacido en Nueva Jersey en 1947 , lleva escritas a sus espaldas una buena lista de títulos. Como mi elección fue al azar, no sé decir si he empezado por lo más adecuado. Fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias (2006) y se ha dedicado a lo largo de su carrera a escribir novela, poesía, guiones cinematográficos (como el de Smoke y el que luego llegó a dirigir, Lulu on the bridge, ambas vistas y disfrutadas) y un largo etcétera. De ascendencia judía, estudió literaturas europeas y tradujo algunas obras francesas. Intentando eludir la guerra del Viet-Nam (como el personaje principal del libro que hoy traigo a a colación) viajó a París. Acabó casándose con Siri Hustvedt, de quien curiosamente sí que leí y comenté aquí su libro El mundo deslumbrante. Es un defensor de las libertades y se ha negado a viajar a países donde éstas son pisoteadas.


La novela empieza en alto: un hombre aparece reventado, en medio de ninguna parte, por la explosión de una bomba que aparentemente él mismo ha hecho estallar. Consecuentemente con ello su historia y las razones del hecho las tendrá que contar su gran amigo, Peter Aaron (cuyas iniciales coinciden con las de P. Auster), escritor como él y que lleva una vida pausada y exenta de sobresaltos desde el interior de su matrimonio. El FBI visita su casa para obtener información del muerto, al conocerse la relación de amistad existente entre ambos. Antes de que las autoridades descubran todo lo que él sabe y lo quieran ocultar, se impone la obligación de contar la historia de su amigo y los posibles motivos que lo llevaron a su dramático final. Esa presión de la Oficina de Inteligencia será uno de los motores de la tensión de la narración. El otro gran hallazgo, a mi modo de ver, es la polifonía de voces narrativas. Hay momentos en que el que escribe la historia deja la palabra al protagonista mismo, porque sólo él sabe lo sucedido en el tiempo en que estuvo desaparecido. Y esa voz narrativa se contrasta a su vez con la de uno de los personajes femeninos, que dispone de otra perspectiva de lo ocurrido. Y "lo ocurrido", algo central en la narración es, como parece que suele ser frecuente en el autor, algo casual, que no "causal", y que sin embargo tiene una importancia decisiva en la vida de los personajes.

 
Del mismo modo Auster propone otras casualidades que condicionarán la vida del protagonista y sus decisiones posteriores, como el despiste en el bosque y el encuentro en medio del mismo de un hombre oscuro, violento y enigmático, que acabrá siendo crucial en la evolución del personaje. Al igual que los famosos senderos que se bifurcan borgianos, esta línea argumental llevará hacia otro personaje femenino en la otra punta del país, que acaba cargando de sensualidad, erotismo y paradójicamente de cuidados paternales una vida que parecía definitivamente rota. Todo perfectamente trabado, sin que el interés decaiga en ningún momento y servido con una prosa límpida, sin apenas retórica, ni de la mala, ni de la buena, tersa, que pretende llevarnos a lo esencial de lo que cuenta. La insatisfacción vital, la necesidad de actuar, cuando se descubre que escribir, analizar, discutir no es suficiente, la importacia del dinero para poder vivir libremente. El dibujo de los personajes resulta imperecedero por la hondura de su conflictividad interior, por las dudas a las que se enfrentan, tan actuales, por el sentido de la fidelidad a la pareja o a los propios sentimientos, por la visión crítica del país al que pertenecen, a su gusto por las armas, a su creencia de ser los gendarmes del universo, al descontento de algunos frente al conformismo imperante en la mayoría... Incluso el de Maria (sic), la mujer de la que se enamora el protagonista, nos aparece como una disgresión extraordinaria sobre los vericuetos del arte, sobre lo aleatorio del mismo, a través de las ditintas performances a las que se dedica, al igual que lo hacía la protagonista de la novela de Hustvedt. Propuestas artísticas que se inician como un juego y que acaban absorbiendo la vida de la que las puso en práctica, como le sucede a M. Abramovic, quien me vino a la cabeza al ir leyendo las propuestas "fotográficas" de esta mujer. Novela, pues, absorbente, bien escrita, reflexiva y bien contada. Un poco la cara oculta del famoso "sueño americano", tan iconográficamente representado por Mss. Liberty, que por ello aparece en la cubierta del libro.
 
José Manuel Mora.





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