Oleanna. de David Mamet

 Manipulación

Es curioso que se pueda conocer a un autor, antes por su labor como guionista cinematográfico que como escritor teatral. Y eso me sucede a mí en esta ocasión. Reconozco que David Mamet, un chico joven de mi edad, de dilatada carrera por tanto, es uno de los grandes dramaturgos estadounidenses, sin embargo yo lo recordaba por su peli House of games (1987, cuyo final me dejó de piedra, Glengarry Glen ross (1992), o American Buffalo (1996), por citar sólo unas cuantas. Algunas de ellas eran la traslación fílmica de obras teatrales previas suyas. Pues bien, nada menos que del 92 es la obra que se representa de forma discontinua en nuestro Teatro Principal. Se trata de Oleanna, cuyo estreno en su época causó no poca "controversia", que decimos los ingleses, aunque antes se dijera discusión. En fin.


Como siempre en el buen teatro, estamos ante la palabra puesta en pie y en este caso dicha entre los espectadores. Se trata de teatro de cámara. Ayer no éramos más de setenta espectadores arropando a los intérpretes a ambos lados del escenario. Nada de cuarta pared, los vemos tan próximos que podríamos tocarlos, lo que redunda en la cercanía del drama que se nos presenta. Una alumna viene a reclamar la revisión de su examen al profesor que la ha suspendido, algo bastante común. Primer problema: no hay nadie más en el despacho, no hay testigos. Con cuarenta años de docencia a la espalda puedo decir que en todas mis entrevistas de tutoría siempre procuré dejar la puerta abierta al pasillo por el que transitaba el alumnado. Aun así siempre se puede dar una voz y acusar después al profe de acoso o de violencia. Algo así sucede en la obra. La alumna que llega con aires de sumisión, explicando lo necesario que le es el aprobado y señalando, importante, lo que le ha costado llegar hasta allí al provenir de una clase social desfavorecida, va poco a poco enfrentándose a quien detenta la autoridad, el asentado profesor, casado, en trámites de asumir la cátedra y comprar una casa, en plena madurez profesional y vital. A estos dos elementos en disputa: la diferente situación en el plano educativo (docente/discente), y la diferente clase social, se añade la diferencia de "género" (las comillas vienen al caso, dado que en castellano el "género" era algo referido a las palabras; personas y animales tenemos sexo. Ya sé lo del constructo cultural etc..., pero creo que todo deriva de la mala traducción del inglés, gender, único término para ambos conceptos). Y una última diferencia, la de edad entre ambos.






Conforme los dos personajes se van enfrentando a través del diálogo (en el que Mamet es un maestro), vemos que van apareciendo otros temas: el papel del profesor en el proceso de aprendizaje, el asunto de la vocación frente a la concepción alimenticia de la profesión, el dominio del lenguaje ("Los límites de mi lenguaje son los límites de mi conocimiento", Wittgenstein) y quién lo controla... Y veo aquí la única pega que le encuentro a la pieza: la chica al principio no hace más que repetir que no entiende nada en clase, ni al profesor ni su libro; sin embargo conforme avanza la acción, parece que no sólo lo va dominando, sino que sabe retorcerlo para que le dé buenos réditos. Es posible que el grupo que la apoya fuera de escena esté haciendo su trabajo muy bien; también parece que lo "políticamente correcto", incipiente en esa época (ahora parece que lo va ocupando todo, más en USA, y que hay que andarse con pies de plomo), va siendo asumido por la muchacha como arma arrojadiza. Cada uno se sitúa pues a un lado de la trinchera, digo, del escritorio; y los intentos de aproximación del profesor, bienintencionados, o bien, oscuramente libidinosos, son luego utilizados como una forma de agresión hacia la alumna. Y ella da todo eso como "hechos probados" y el tribunal parece aceptarlos como tales. No voy a ir más allá en la trama. Todo este cruce dialógico viene pespunteado por las actitudes corporales, por los gestos, los que ellos ven y los que no perciben por estar de espaldas, pero que nosotros espectadores sí captamos. A veces van acordes con las palabras; en otras ocasiones son contrapuntos que reflejan los intereses de ambos. Mamet no subraya, no parece tomar partido, aunque el espectador pueda sacar las conclusiones pertinentes.


Reencontrarme con su protagonista, Toni Misó, que ejerce en este caso también de director de la función, ha sido una agradable sorpresa. Recién llegado yo a Alicante, desembarqué en el IES Miguel Hernández y decidí montar una pieza corta de guiñol de Lorca. Mi predecesora en la dirección de actores en el centro, Mª José Garrido, me lo recomendó para que encarnara la figura del Director. Ya apuntaba maneras y carácter. Hay mucha contención en su presencia escénica y el dramatismo necesario en sus parlamentos. Y sé lo difícil que puede llegar a ser actuar y dirigir. Mi primera ayudantía de dirección se me ofreció al necesitar algo de objetividad quien tenía el papel protagonista además de dirigir, Seis personajes en busca de autor, en el año 1970, en Salamanca. Así que imagino cómo ha tenido que trabajar. Irene Coloma tiene un papel menos amable, del que sale también airosa. Hace falta mucha confianza en el compañero para encajar el último embate. El público siguió atrapado el desarrollo de la acción, seguramente ayudado por la proximidad a los actores. Fue un éxito.

José Manuel Mora.

P.S. No quiero dejar de felicitar a Paco Sanguino por la vuelta de calcetín que le ha dado a nuestro teatro, del que yo llevaba tiempo alejado por el adocenamientos de su programación. De momento él se ha atrevido a programar de forma más variada y arriesgada, a montar pequeños espectáculos de cámara, a abrir las puertas al alumnado de los institutos (yo me los tenía que llevar a general porque no había reducción en las entradas), a invitar a actores y actrices a departir con la prensa y con los seguidores: en fin a dar viveza a una casa que languidecía entre óperas del Este, musicales que no necesitan ser entendidos por los turistas que bajan desde el norte de la provincia para asistir a ellos, y comedias más antiguas que la picor, con perdón. Para quienes no hayan visto la obra de Mamet, se repite la función los días 3 de febrero, 10 y 17. No hay excusa. Al teatro, al teatro.








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