Rectify, de Ray Mcinnon

 La crisálida

Siempre hay gente que va por delante de uno. Y en esto de las series tengo "exploradores": Carlos, Carmen, Antonio, Mª José... Es gente además que no sólo ve mucho cine (pues de eso hablamos cuando hablamos de series) , sino que que lo ve bien. Cada uno me ha abierto una pista y me ha permitido adentrarme en territorios inexplorados. Esta vez se trata del profundo sur estadounidense, tan alejado del estereotipo neoyorquino con el que solemos asociar a ese país, al ser esa ciudad donde más filmes se ruedan y servir como perfecto decorado a infinidad de historias. Pero los USA son mucho más que la costa Este. Y ese es uno de los alicientes de Rectify, proyecto de Ray Mcinnon, cuya primera temporada empezó a aparecer en 2013 y que continuó hasta 2015 en su tercera y no sé si última, pues se anuncia una cuarta para el otoño de este año. Se trata de la primera serie original producida por Sundance Channel TV, canal supuestamente alternativo surgido al calor del Festival de su mismo nombre, que reúne a cineastas cuyas propuestas serían difícilmente acogidas por los estudios californianos. Otro de los alicientes es que sus productores ya estuvieron detrás de otra serie cuasi mítica: Breaking Bad, ya comentada aquí y con la que disfruté mucho. Como suele ocurrir, la dirección de los episodios se encarga a diferentes realizadores.


¿Qué pasa cuando un muchacho de apenas veinte años es condenado por la violación y asesinato de una muchcacha de dieciséis y permanece otros veinte años de su vida en el famoso "corredor de la muerte" esperando que se cumpla la sentencia ya que ha confesado su crimen? ¿Qué sucede cuando, transcurrido ese periodo de teimpo, media vida, es puesto en libertad al haberse encontrado restos de ADN distintos al suyo en el escenario del los hechos? Cuando se ha vivido tanto tiempo entre cuantro paredes, con un horizonte máximo de tres metros, sin apenas contacto con nadie más que los carceleros, los compañeros de celda contiguos con los que se comunica a voces y los otros reclusos, que se encargan de violarlo en cuanto ingresa, seguro que resultará problemático adaptarse a la vida en el exterior; un exterior en el que, por citar sólo algo definitorio, han aparecido los teléfonos móviles e internet, inexistentes cuando ingresó en el penal. ¿Y qué decir de su familia que, aunque ha peleado por conseguir que saliera, ha intentado rehacer su vida, habitar en medio de un ambiente hostil y que debe adaptarse a la presencia del que fue miembro de la misma, pero que ahora reapraece con un aire de zombi total? A todo ello se añade el que hay un senador que parece interesado en que lo vuelvan a encerrar y lo ejecuten, lo que sería bueno para su carrerra política; un scheriff que sigue pretendiendo esclarecer el suceso, una fiscal deseosa de cumplir con su obligación...


Con sólo lo apuntado más arriba se ve que son múltiples los temas que los guionistas han decidido trenzar a la hora de contar la historia. Para ello han contado con el dibujo de unos personajes que tienen enjundia, que son más complejos de lo que podemos adivinar en los primeros capítulos: la madre y la hermana de Daniel, el protagonista; la nueva familia que ha conformado, el abogado encargado de la defensa, el hermanastro y su mujer, cada uno con una trastienda que los condiciona. No hace falta haber pasado por la cárcel para haber sido vapuleado por la vida. Los silencios pueden ser enormemente expresivos. Todos van conformado el dibujo de un puzle cuyas piezas van encajando con dificultad, dado el tiempo que ha trascurrido y los intereses de algún personaje en que no todo ocupe su lugar en el entramado. Lo que los rodea, Georgia, cerca ya de Florida, dista mucho de ser esa burguesía neoyorquina que parece de vuelta de todo. Aquí la presencia de los grupos religiosos eclesiales juega un papel importante, como el hecho de que la pena de muerte siga siendo un instrumento jurídico (?) ampliamente aceptado por la comunidad. 


Estamos ante una auténtica reencarnación, aunque en el mismo cuerpo. Como si una crisálida se acabara de transformar en un ser nuevo que carga con toda la memoria anterior, pero que tiene que aprender a vivir, y a convivir, en un mundo distinto, un ser que no está muy seguro de que lo quieran acoger en el lugar al que perteneció, dado que se propone la reactivación de su caso, porque los recuerdos son tozudos además de crueles, y que para su propia familia puede ser una carga excesiva. Y el ritmo que han elegido para contarnos este thriller judicial, este proceso de adaptación / rectificación por sus creadores es demorado, a veces lento, pero de gran densidad emocional, ayudado por una banda sonora excelente y por una actuación del protagonista, Aden Young, absoutamente creíble en su angustia por lo vivido y por lo que le queda por pasar. Actor canadiense-australiano, no es de extrañar que resulte un completo desconocido, aunque lleve trabajndo desde 1991 y haya intervenido en más de una veintena de trabajos, no sólo actuando, sino dirigiendo. He de confesar que a mí me pasó desapercibido en Mao's Last Dancer (2009). El resto del reparto está asímismo en su lugar y, como suelo decir, al serme desconocidos, me resultan más creíbles, especialmente la madre, la hermana, el chérif... En cualquier caso, una serie que se sale del trillado Who done it? para hacernos reflexionar sobre esa segunda oportunidad que parecen tener todos los personajes y que no será en cualquier caso nada fácil.

José Manuel Mora.

Comentarios