Spotlight, de Thomas McCarthy

 De la importacia de la documentación  y su gestión

Esta semana tenía un conflicto, porque "la película de la semana" se iba a convertir en programa doble y no sabía por cuál empezar. Al final me he decidido por ésta y dejo para mañana la que tal vez más me apetecía, Carol. Y sucede además que, (en contra de lo que me suele pasar, leo las críticas y las olvido, con lo que no me sirven de mucho, si acaso para intentar retener lo que tengo que ver), esta vez sí sabía lo que iban a proyectar. Probablemente el tema tenía algo que ver en que no lo hubiera olvidado. Los famosos "hechos reales" del inicio del film tienen que ver con toda una serie de crímenes de pederastia cometidos por sacerdotes de la diócesis de Boston en la segunda mitad del pasado siglo, que ocurrieron sin que las autoridades religiosas hicieran nada para impedirlos, tan sólo trasladar a los culpables de parroquia y dar una pequeña compensación a las víctimas para que mantuvieran la boca cerrada. Se trata de Spotlight, del director y aquí también coguionista Thomas McCarthy.


Cualquiera que haya leído el párrafo anterior pensará que me dedico a destrozar los argumentos de las pelis que comento. No es así. Y basta con recorrer mis comentarios. En este caso se trata de sucesos reales ocurridos en un tiempo para mí cercano y de los que tuve cumplida información por la prensa de la época. No es una película de intriga de la que desconozcamos el final, así que conviene fijarse en otros elementos. Su título, que no se ha traducido, podría significar "destacar", o poner en "primera página" para "destapar la verdad", como dice el subtítulo del cartel. Su director es un hombre del negocio audiovisual, porque además de escribir y dirigir, produce y actúa. Y una de sus apariciones se produjo en Good Night and Good Look (2005) en la que también se trata el tema de las denuncias, aquí a través de la televisión. Yo esto no lo sabía, me lo ha dicho la wiki, pero lo que sí me había pasado por la cabeza conforme iba viendo la peli era la que trató el escándalo del Watergate (1970) y que me pareció modélica:  Todos los hombres del presidente (1976), con R. Redford y D. Hoffman  dirigida por A. Pakula sobre el libro que los dos periodistas del Washington Post, Woodward y Bernstein, que descubrieron el espionaje, acabaron escribiendo. Estamos en ambos casos ante un proceso de investigación periodística que acaba logrando su propósito de denuncia.

He subtitulado la entrada con el título que antecede porque, al desarrollarse la acción en 2001, todavía estábamos lejos de los potentísimos motores de búsqueda que manejamos hoy. Los periódicos, el Boston Globe en este caso, tenían que recurrir a archivos propios donde se almacenaban recortes de las noticias que podía interesar guardar (los abusos se habían constatado en los años ochenta), anuarios como el de la diócesis bostoniana que permitían seguir la pista de los acosadores, o bien a la documentación judicial, si no estaba clasificada como secreta (y ya se habían encargado los abogados de la Iglesia de que lo estuviera para que no se pudiera acceder a ella), incluso la documentación aportada por los "supervivientes". Sin todo ese rastreo y sin la dedicación de un grupo de periodistas de raza, criados todos ellos en el seno de la Iglesia y distanciados de ella con el paso del tiempo, hubiera sido imposible llegar al final, para lo que la correcta indización de todo ese material documental era imprescindible. El silencio que lo envolvía todo era tan denso, que sólo al ser confrontados con la documentación obtenida se pudo desenmascarar a los culpables. La Iglesia Católica en su sede bostoniana tuvo que hacer frente a costosas indemnizaciones además de a un gran desprestigio.
 

Pero parece que a la cúpula eclesial le cuesta aprender, porque el protegido del Papa Wojtyla, el mexicano M. Maciel, tuvo que ser apartado de su ministerio en 2006 por "conductas impropias". Como se dice en la película, tal vez mucho se deba, además de a la sensación de impunidad que proporciona la institución, al famoso celibato impuesto, absolutamente antinatural y a la posición de poder que el pastor tiene en su comunidad y frente a sus miembros más indefensos: los niños y niñas. Volviendo a la cinta, todo el asunto está narrado con brío creciente, buen pulso narrativo y con la dosificación justa de la búsqueda de testigos y papeles. El grupo de actores que encarna a los periodistas del Globe están encabezados por dos caras conocidas: Mark Ruffalo y Michael Keaton, por hablar sólo de los dos que conozco y admiro. Como los demás me son desconocidos, se cumple una vez más la regla por la que me parecen muy en sus papeles al no tenerlos encasillados. Es cierto que desde el guión o desde la dirección tal vez, no sé, se les haya marcado una cierta distancia o frialdad interpretativa que hace que un tema tan explosivo como este no llegue a conmover. Funcionan como equipo de trabajo en la historia y en la interpretación; no destacan unos sobre otros. No sabemos demasiado de sus personajes fuera de la redacción del diario. La lista al final, con los datos donde se han descubierto curas pederastas es abrumadora. En cualquier caso se trata de un filme de denuncia que convendría que se viera en parroquias e institutos.

José Manuel Mora.

P.S. A pesar de las pocas visitas a esta entrada, añado ahora que ha ganado el Oscar  a la mejor película del año pasado. Merecido.








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