Show Me a Hero, de David Simon

Lucha de clases

En esta comunidad de "seriéfilos" a la que parece que voy perteneciendo se ha ido extendiendo la voz de una miniserie, sólo seis capítulos, que parece que hay que ver. La brevedad de las entregas es un aliciente. La cadena que la produce, HBO, y su director, también tienen marchamo de calidad.  Show Me a Hero (2015) es obra de David Simon, de quien ya he visto con anterioridad la que parece que cambió la aproximación al mundo de la droga en la costa este de EE.UU., The wire, que empezó a verse en 2002. Simon es su creador y guionista, pero el que ha dirigido los capítulos es un tal Paul Haggis, cuyo nombre no recordaba, a pesar de haber visto su filme Crash (2005) y también En el valle de Elah (2007), que tanto me gustó. Se trata de un docudrama basado en hechos reales, según se pone de manifiesto al final, donde se da cuenta de lo que ha sido de cada uno de los personajes. Ocurrieron en Yonkers, una barriada al norte de la ciudad de Nueva York, y la acción que presenciamos transcurre a finales de los ochenta y principios de los noventa, como se puede ver por la ambientación y el vestuario, aunque no acabó de solventarse hasta 2007.


El título viene a cuento porque reduce a la mitad una frase sacada del gran escritor estadounidense F. Scott Fitzgerald: "Múestrame un héroe y te escribiré una tragedia". Si esto se sabe desde el principio, lo que no era mi caso, uno puede intuir por dónde va a discurrir la batalla de un político demócrata, el alcalde más joven de la historia de los USA, que pretende dotar de viviendas dignas (de las que aquí se llaman "de protección oficial") a gentes que necesitan un acomodo mejor del que tienen: negros, latinos, gente con dificultades laborales y familiares que no es bien venida en ningún barrio de la ciudad, ya que los residentes, blancos, off course, consideran que deteriorarán la convivencia, que harán perder valor a sus propiedades, etc..., razones que conocemos bien por estos lares y que aquí se refieren a gitanos, chinos, moros, latinos, o cualquier minoría en dificultades de adaptación e integración. Los concejales, que "se deben" a sus votantes, han de andar con pies de plomo si no quieren perder la reeleción, con lo que sus votos son eco de lo que aquellos manifiestan en la calle y en los plenos a los que asiste el público. Hay un juez de por medio, que exige que la sentencia dictada aprobando las viviendas se cumpla de inmediato; en caso contrario penalizará al Ayuntamiento. Por una vez parece que los técnicos intentan hacer las cosas bien y, para evitar el gueto, las casas se distribuyen por toda la ciudad, en forma de viviendas unifamiliares como las del entorno, en vez de torres de apartamentos difíciles de controlar, como las que aparecían en The wire y con las que tanto tienen en común las del inicio de esta serie, nido de tráfico, consumo y desidia.


Con el breve resumen anterior no queda claro que se trata de una historia coral puesto que, además del conflicto de las viviendas, conocemos las problemáticas vidas de quienes aspiran a habitarlas: una inmigrante, una drogadicta, una cría madre de dos bebés, una señora que se está quedando ciega... Y todas estas anécdotas vitales están contadas de modo conciso pero con gran humanidad y cercanía, sin subrayados innecesarios y con elipsis estupendas de cada situación. La peripecia política y vital del protagonista, el concejal y luego alcalde, el "héroe" del título, es más compleja. Si inicialmente lo vemos luchar por conseguir las dichosas casas, lo veremos después, peleando por mantener su sillón, a pesar de que es abogado y podría dedicarse a su profesión. Pero el poder es adictivo y parece que nos impulsa a hacer cualquier cosa por conservarlo, como bien sabemos por estas latitudes. La peli, puesto que de cine se trata, es para nosotros españoles de 2016, de rabiosa actualidad. El personaje es pues, complejo, con las luces y las sombras de cualquiera, lo que lo enriquece y humaniza. Hay otros de trazo más grueso, como el que interpreta Alfred Molina; no sé si está escrito así o el actor lo acaba caricaturizándolo. Aunque, después de ver a D. Trump haciendo campaña, es posible que sea tan auténtico como el muñecón pelirrojo que amenaza con ser el próximo presidente de los USA.


Y, ya que hablamos de actores, ha sido un placer reencontrarse con Oscar Isaac, a quien admiré en Inside Lewyn Davis (2013), aquí comentada, por citar un solo título de su larga filmografía. Está espléndido en medio de todas sus contradicciones. Si tuviese que poner alguna pega, diría que no da los 28 supuestos años que dice tener al inicio. Peccata minuta. La que interpreta a su mujer, Winona Ryder, está tan desleída que ni siquiera la he reconocido en pantalla. El resto de actores secundarios, especialmente los negros, están extraordinarios de credibilidad. La ambientación, que ya he citado arriba, es magnífica y la banda sonora viene pespunteada por una serie de canciones del Boss, Bruce Springsteen, que encajan como un guante. El final es agridulce, como la vida misma. El racismo que la serie denuncia es una enfermedad difícil de erradicar, por eso asusta tanto ver cómo echa raíces y crece en esta Europa nuestra, que creíamos a salvo de esa enfermedad después de haber pasado por el Holocausto. Habrá que seguir atentos a los acontecimientos. Como muestra la evolución de una de las activistas antiviviendas, el secreto está en descubrir que todos somos humanos, lo que sólo se consigue acercándose a los "otros", comunicándose con ellos, hasta descubrir que tienen los mismos problemas que tenemos nosotros. Y a partir de ese reconocimiento se puede empezar a trabajar en común, a continuar con una lucha que, como queda claro aquí, es de clases.
 
José Manuel Mora. 
 

 





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