Lluvia constante, de Keith Huff

 Colegueo

Arranca la temporada teatral en el Principal de Alicante y, aunque no pude ir ayer al coincidir con la presentación en sociedad de la OFA (Orquesta Filarmónica de Alicante) en el ADDA, decido ir hoy domingo. Media entrada. Una lástima, porque la cosa promete ya que, quienes la vieron anoche, han hablado muy bien de ella y viene precedida de justa fama en Madrid. Se trata de una obra, Lluvia constante, de un autor del que no he oído hablar,  Keith Huff (guionista de Mad Men y de House of cards, según me informo en San Guguel). La obra es de 2008, se estrenó en Chicago y, aunque en la versión española no se cita la ciudad, sí parece ambientarse fuera de aquí, por lo que luego diré. La adaptación y dirección corren a cargo de David Serrano, que dirige también cine, (no lo recordaba como guionista de Al otro lado de la cama y tampoco sé si llegué a ver Días de fútbol). La estrenó en 2014 en los Teatros del Canal, aunque los catalanes la pudieron ver en 2010, Pluja constant, con Pere Ponce y Joel Joan. Si leí reseñas, las archivé en mi desmemoria.


Dos polis surgen de la negrura del fondo del escenario hasta que quedan iluminados cenitalmente. No hay cuarta pared. Se dirigen a los espectadores, los interpelan, y la gente entra al trapo. Parecen improvisar (de hecho nunca se sabe cómo va a reaccionar el público), pero todo está pautado. Ambos quieren contar su versión de unos hechos que desconocemos. Y se interrumpen, se quitan la palabra, se contradicen o matizan lo que escuchan el uno del otro. Dos arquetipos. Aunque el desarrollo de la función los irá mostrando como algo más que seres de una pieza, capaces de evolucionar, hasta darle la vuelta a la situación. Uno (Roberto Álamo), impulsivo, incontenible, defensor de su familia a muerte (nunca mejor dicho). Otro (Sergio Peris-Mencheta), razonador, contenido, alchólico, solitario y depresivo, eterno hermano menor del primero, al que ha tenido que tapar en muchas ocasiones. Ambos, fracasados como policías, sancionados, relegados, simbióticos en su mutua dependencia. El desarrollo nos hará ver por qué. Los datos los vamos conociendo a través de la narración que van haciendo. La posible falta de teatralidad del narrar, viene compensada por los cortes constantes del hilo narrativo, los cambios de lugar, aun dentro de la misma escenografía (es tan minimalista que se presta a ser casa, comisaría, calle o viaducto, gracias a cuatro elementos de mobiliario y a una cuidadísima iluminación), por los flash back que nos colocan en situación y nos van proporcionando la información necesaria para entender a estos dos hombres que acabarán chocando físicamente en una pelea bajo la lluvia del título, maravillosamente coreografiada.


Hora y media de actuación sin descanso en un mano a mano actoral de alto voltaje emocional, que supongo los dejará desfondados. No en balde ambos cuentan con una preparación previa magnífica (el primero con C. Rota y la compañía Animalario; el segundo sabe mucho de teatro, tanto que ha decidido dirigir con su propia compañía Barco pirata) y dan la talla en todo momento, con un lenguaje suelto y fresco, con unas matizaciones tonales expresivísimas, con una coporeidad maciza, en la que parecen ponerse ellos mismos en peligro. Hay verdad gestual y por ello trasmiten al otro lado de la boca del escenario, una naturalidad que hace creíble la evolución que vemos ante nuestros ojos. Hoy hemos acabado puestos en pie sin excepción, y ellos abrazados el uno al otro, no sé si para reconocerse o para mantenerse mutuamente. Y eso que, por poner un pero, el argumento me parecía cargado de negrura en exceso, como si tanto horror no se diera por estos pagos (no puedo ser más preciso sin espolilear, y no acostumbro). En un momento dado, uno de ellos dice que lo que viven y cómo lo viven, no parece tener sentido alguno. Y sin embargo han de continuar peleando. Magnífica obra. Extraordinaria actuación.

José Manuel Mora.

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