La llegada, de Denis Villeneuve

 Alienígenas

No suelen aparecer en la sección presente demasiados comentarios de películas pertenecientes al género anticipatorio, también llamado de ciencia ficción (S/F, para los enterados). Sin embargo hubo un detalle en la crítica que leí a raíz de su estreno que me llamó la atención. Luego hablo de ello. También el cartel anunciador presentaba una imagen de OVNI poco adecuada a lo que solemos tener en mente después de tantos años recibiendo extraterrestres en las pantallas grandes y pequeñas. Así pues hoy me he animado a ir a ver La llegada, (Arrival), dirigida por el canadiense Denis Villeneuve, de quien ya había visto Prisoners (2013) y sobre todo Incendies (2010), que tanto me conmocionó, y cuya adaptación teatral espero ver en el Principal de Alicante el próximo trimestre. Sólo esta última referencia ya valía para arriesgarse a ir a ver la peli.


La historia que nos presenta es obra del guionista de E. Heisserer, a partir de un relato de un tal Ted Chiang. Vemos pronto que la intención del director se aleja del espectáculo infantil y que la propuesta va más allá del simple entretenimiento. Ya la forma de los extraños artefactos llegados del espacio es poco habitual, lo mismo que su posición vertical y su enorme tamaño. Sumamos a ello que aparecen en doce lugares diferentes de nuestro mundo, ¿ataque concertado?, y que hay una ausencia de señales por su parte. ¿Que vienen a hacer aquí? ¿Quiénes son? ¿Turistas? ¿Científicos? ("preguntan poco" para serlo) ¿De dónde proceden? ¿Cómo han logrado llegar? Las autoridades estadounidenses han contratado a dos especialistas, uno de lenguas naturales, la lingüista experta en descodificar y "traducir" idiomas lejanos y abstrusos; otro experto en lenguajes físico-matemáticos. La ciencia como instrumento de comprensión se opone aquí al lenguaje como fuente de posible comunicación, aunque éste tenga el peligro de las ambigüedades lingüísticas, siempre tan peligrosas. Y frente a ambas concepciones el ejército, dispuesto siempre a hacer lo que sabe y para lo que ha sido preparado: usar su armamento. Ante semejante despliegue los seres que llegan en las naves son unos extraños heptápodos con los que, una vez logrado un primer paso en la comunicación, veremos que todos los signos que emiten son circulares con variantes, lo que conforma todo un sistema lingüístico.


Los alienígenas, sin embargo, llegan a un mundo de poder atomizado, donde resulta dificilísimo tomar decisiones conjuntas al no haber un liderazgo común. Hay por el contrario una desconfianza grande entre los distintos países que han recibido la visita, lo que dificulta la posibilidad de compartir los hallazgos y pensar en soluciones conjuntas. La estructura del filme encierra una pequeña trampa, ya que no sabemos cuál es la temporalidad secuencial de lo que estamos viendo. Ello se aclarará al final. La concepción del tiempo y el mundo como algo circular es algo muy oriental, que tiene que ver con el mito del eterno retorno y el de las reencarnaciones. Aquí le dan otra vuelta de tuerca que no desvelaré y que hace que se cierre de manera coherente. Otra de las singularidades de la cinta tiene que ver con la fotografía de un tal B. Young, tenebrista, oscura, agobiante, muy adecuada para crear la sensación de claustrofobia de los que esperan angustiados que ocurra cualquier catástrofe. Y la música, espectacular en algunos momentos, en otros modernísima, de J. Jóhannsson. Curiosa la tosquedad de la pizarra inicial con la que se intentan los primeros pasos comunicativos. Pronto la tecnología la sustituye, con pantallas táctiles y con movilidad de lo representado. No hay alardes de diseño futurista en el interior de la nave; tan sólo una pantalla blanca y gélida y un contrapicado de una de ellas que me ha traído a la memoria al paralelepípedo de 2.001, Una odisea del espacio
 

Amy Adams tiene una presencia creíble y sin grandes alardes. No sé si me sucederá aquí como en sus papeles anteriores, por ejemplo cuando protagonizó Her. No me había quedado con su cara. Jeremy Renner es todavía más sobrio en su interpretación y queda en un discreto segundo plano. Parece que lo he visto en El legado de Bourne, aunque tampoco lo recuerde. Forest Whitaker siempre resulta efectivo y parece que con el peso ha ganado presencia y autoridad. La película deja en el aire una pregunta: ¿seríamos capaces de asumir situaciones dolorosas conociéndolas desde un principio a cambio del gozo que nos puedan aportar hasta el trágico desenlace que a todos nos aguarda? Podemos ganar batallas, pero al final siempre perdemos la guerra de la vida. Como decía Dª Loreta en Los cuernos de D. Friolera: "La vida es muy rica, Pachequín". Disfrutemos de ella mientras se pueda, pues.

José Manuel Mora.












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