Las inocentes, de Anne Fontaine

 Soror -sororis

Así se declinaba la tercera cuando yo empezaba a estudiar latín en el Bachiller Elemental con Dª Carmen Sainz. Y es lo que me ha venido a la cabeza al ver el filme que voy a comentar por lo que luego diré. Las inocentes (Les innocentes en su versión original) es una cinta dirigida por Anne Fontaine, coautora del guión basado en "hechos reales" sucedidos en la Polonia de 1945, recién liberada de los nazis. Sus intérpretes, salvo el papel de médico francés, son también todo mujeres, francesa y polacas. De esta coincidencia y de la temática principal de la peli es de donde me ha venido la palabra latina utilizada en el subtítulo. Su traducción como "hermana" se queda corta, pues incluye hoy en día un sentimiento de fraternidad, colaboración, compromiso y reconocimiento mutuo que se da entre mujeres y que se conoce como sororismo y también como sororidad, aunque ninguno de los dos términos esté reconocido por la RAE. Sé que entre varones ese espíritu de ayuda  y cooperación en situaciones extremas se da en el deporte, en el colegueo, en la guerra, pero tal vez lo que lo diferencia de lo que se experimenta entre mujeres es que en ellas hay una ausencia absoluta de competitividad y también de defensa. Veamos cómo se plasma esto en la cinta, que fue Premio FIPRESCI en el Festival de cine de Valladolid.


























Todas las guerras son horribles y las secuelas, incluso acabadas aquellas, son terroríficas para los más débiles, mujeres y niños, como hemos visto recientemente en Alepo. Vencidos los nazis, el territorio polaco fue ocupado por las tropas rusas, que llegaron hasta Berlín y ayudaron a su liberación. Sin embargo, en la retaguardia, un convento de clausura, lleno de mujeres jóvenes y no tan jóvenes, qué más da, podía ser un buen botín con el que resarcirse de las privaciones vividas. Y así sucede que las monajs son violadas por los soldados rusos y algunas de ellas quedan embarazadas. Según el criterio de la superiora el asunto debe quedar resguardado entre las paredes del convento para evitar la vergüenza y el oprobio que caería sobre todas ellas de saberse. En la muy católica Polonia, incluso hoy, aquella deshonra sobrevenida, aun sin haberla buscado, no podía darse a conocer buscando un médico polaco que ayudara a las parturientas. Por eso una novicia recurre a una mujer francesa, médico en un puesto de la Cruz Roja. De familia comunista, se ve conminada a ayudar para que la tragedia desatada por sus camaradas ideológicos no sea aún mayor. El triángulo de creencias se cierra con la figura del médico francés, judío, que también decide ayudar, a pesar de saber la parte que los católicos polacos habían tenido en los pogromos contra su pueblo. El aislamiento de la congregación, rodeadas de pinos y nieve y suavizado por los cánticos gregorianos, contrasta con el drama íntimo que viven las embarazadas, para las que el sólo dejarse auscultar por la doctora les parece rechazable.


Además de todo el drama humano, es terrible la pelea interior de quienes más conscientes son de lo que sucede y de sus consecuencias: la superiora y la única monja que conoció varón antes de entrar al convento y que se debate en un conflicto moral entre la obligada obediencia y lo que su conciencia le dicta. ¿Qué son más importantes las convicciones, las creencias, la ideología, o el dolor concreto de quienes están al lado? Al responder a este dilema cada una se retratará. Razón y fe tendrán que entenderse. El grupo de actrices me es absolutamente desconocido; nos llega poco cine de Polonia, y a la bordelesa Lou de la Aäge es la primera vez que la veo. No creo que olvide la intensidad de su mirada ante el drama de las mujeres con hábito, tan lejanas a ella en sus planteamientos y vivencias, o la de desolación de su cuerpo tras una relación amorosa que sabe fracasada de antemano. La espléndida fotografía y la ambientación en ese convento en medio de ninguna parte acosado por la nieve, el barro y el frío ayudan a la perfección a hacernos una idea de las terribles circunstancias en las que todo se desarrolla. El desarrollo de la historia, sin sermones, sin melodramatismo y yendo directamente a lo que importa, también hace lo suyo.

 Una lástima no haberla podido ver en V.O. subtitulada, puesto que los idiomas manejados en el original, francés y polaco, también ruso, entre los personajes bilingües, se traducen en repeticiones y circunloquios en castellano para quienes no entienden el idioma en el que les están hablando. Una vez más dejo el tráiler original para poderse hacer mejor idea de las dificultades de comunicación, no sólo lingüísticas, sino de concepción del mundo, entre iguales dispuestas a ayudarse. Y ese punto de vista femenino en el guión y la dirección no deja de estar presente en el filme para enriquecerlo y acercarlo. Un lujo de película que no parece pasar tan desapercibida como me temía, dado que el cine registraba media entrada, tal vez por ser día del espectador.

José Manuel Mora.

Comentarios