Moonlight, de Barry Jenkins

 Negritud

A veces se mantienen los títulos originales de las películas en su exhibición en nuestro país, sobre todo cuando son breves o se supone que pueden ser fácilmente entendidos. Sigue manteniéndose la costumbre por parte de algunos exhibidores de titular de nuevo, sin traducir, con algo que pueda hacer atractiva la cinta, aunque no tenga nada que ver con el original. En este caso, Moonlight, se ha conservado el primigenio. Conviene saber sin embargo que la traducción literal, "luz de luna", no nos da el sentido real. Uno de los personajes de la cinta lo explica, cuando señala que hay un dicho acerca de que los chicos negros parecen azules a la luz de la luna (conviene recordar que blue en inglés también significa azul y, a la vez, triste). Tal vez por ello han elegido la foto que sirve de cartel anunciador en esos tonos. Además hace referencia a la estructura trimembre que sostiene la peli, encarnada cada parte por un actor diferente, según la correspondiente edad: infancia, final de la adolescencia y plenitud de una incipiente madurez.


Dice su director, Barry Jenkins (Florida, 1979), que preparar su segunda película (la primera no sabía ni que existía, Medicine for Melnacholy, 2008) le ha llevado ocho años a partir de una obra teatral previa de T. McCraney. Él es el guionista además del creador del filme, se confiesa activista LGTB y, según una entrevista que le leí, afirmaba que se basaba bastante en las vidas del dramaturgo y de la suya propia: la de él, muerto su padre cuando tenía doce años y que fue abandonado posteriormente por su madre. Todos sabemos, aunque no estemos allí, lo difícil que es vivir en los USA si se es negro, a pesar de la exitosa experiencia de Obama como Presidente de la nación. Más, si no se vive en la multicultural Nueva York o en Frisco, y se ha nacido en  el Sur, donde la huella de la esclavitud se ha mantenido aunque sea subrepticiamente. Si a ello se añade el ser homosexual y vivir en el violento ambiente de las drogas, tan homofóbico, la dificultad se extrema. Me acuerdo de un personaje terrible de estas características en la serie The Wire ¿Cómo se sobrevive a todos estos condicionantes? ¿Qué pesa más la herencia o lo que se adquiere con la educación y lo vivido?


El director ha decidido hacer tres catas en la vida de Chiron, del padre no se sabe nada, y es hijo de una madre drogodependiente;  soporta el acoso escolar (ya sé que bulling es más corto) desde bien pequeño, Little (Alex R. Hibbert), y es ayudado por una pareja que lo escucha y lo protege, aunque el varón se dedique al tráfico de drogas (Mahershala Ali): "Un día tienes que decidir por ti mismo quién quieres ser. No puedes dejar que otros lo decidan por ti", le dice. Hay lugar sin embargo para la amistad entre compañeros escolares, que se mantiene cuando Chiron entra en la adolescencia (Ashton Sanders), pero que es traicionada para poder ser admitido por el grupo del acosador de turno. La adolescencia, ese momento tan angustioso para tantos, más cuando no se sabe cómo definirse uno, ni cómo ser aceptado por los demás, y cuando no se cuenta con el apoyo familiar necesario. La tercera etapa, Black (Trevante Rhodes) muestra una trasformación física del personaje que le permite un poder apoyado en su fuerza, aunque su carácter tienda al silencio reconcentrado, a las miradas largas y hondas, y aunque su situación económica parezca asentada no demasiado legalmente. Los reencuentros con la madre o con el antiguo compañero de clase en esta tercera parte servirán para ir cerrando historias que habían quedado sin resolver. 
 

 Desde los tiempos setenteros de Los chicos de la banda ha habido cierta tendencia a que las vidas de este tipo de personajes fueran atormentadas y que incluso acabaran terminando mal, aquello de que "en el pecado llevaban la penitencia". Los gais quedaban así lejos de la alegría que el término señalaba en sus orígenes. No hay en esta película sentimientos de culpabilidad, no hay conciencia religiosa que los alimente, aunque sí el entorno social hará la asunción de la propia sexualidad más difícil. El autor se mantiene lejos del tremendismo en el tratamiento de la historia. Tal vez esa naturalidad en la presentación de un asunto tan espinoso para la comunidad afroamericana, tan homofóbica o más que la latina en ese país, que ya es decir, le ha ocasionado ataques por atentar contra la supuesta dignidad de dicho grupo. Identidad, familia, amistad, amor, imposibilidad de mostrar sentimientos o vulnerabilidad, son tratados aquí con la hondura y la honradez de quien sabe de qué habla. Y emociona, claro. Las miradas de los personajes revelan sus almas. A ello ayuda una labor actoral espectacular, una banda sonora espléndida y una fotografía que a veces me ha traído a la mente los cuadros de  Edward Hopper. Todo se desarrolla con un ritmo pausado, envolvente, con planos cortos que nos acercan a los personajes. Una pequeña pega: el doblaje. A pesar de contar con estupendos actores de esta técnica en nuestro país (es poco frecuente en el resto de los países europeos), llevar el acento de una adicta al crack al español con una relajación fonética barriobajera me lo distancia enormemente. Tras todo lo anterior, no hará falta decir que me parece muy recomendable.

José Manuel Mora.

P.S. Anoche se consumó: obtuvo el Oscar a lamejor peli del año 2016.























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