El otro lado de la esperanza, de Aki Kaurismäki

 Finlandia

Qué desolación de martes. Primera sesión en el cine. Tan sólo otra persona y yo. No cabe duda de que o no son horas, o estamos ante un director minoritario. Y es evidente que lo estamos en cuanto comienza la proyección. Yo ya había visto Le Havre (2011), aunque no sé por qué no figura entre las pelis comentadas bajo esta etiqueta. Y seguramente también  La chica de la fábrica de cerillas (1990), aunque no recuerde absolutamente nada. Sí tengo presente todavía la impresionante Un hombre sin pasado (premiada en Cannes en 2002).  Sí que sé que el cine de este director es peculiar, por decirlo suavemente. Aki Kaurismäki acaba de estrenar su último filme:  El otro lado de la esperanza y vuelve sobre el tema de la inmigración de un refugiado sirio llegado en un carguero escondido entre el carbón, como en la citada más arriba, pero enlazándolo con otra historia en paralelo, la aventura vital de un finés entrado ya en años que comienza abandonando a su mujer, quien parece darse a la bebida y monta un restaurante. Ambas confluyen de manera casual.


Finlandia se muestra ante el resto de Europa como líder en enseñanza y con altos estándares de vida. Sin embargo es un país de paradojas. Los policías trabajan con ordenadores, pero teclean en máquinas de escribir que parecen sacadas del Pleistoceno. Según dice un jovenzuelo impuesto en tecnología, carecen de un registro completo y fiable de los ciudadanos del país, inmigrantes incluidos, lo que facilita la picaresca. Es posible que el clima invernal y la falta de luz influyan en la manera de comportarse de los habitantes de ese país. Hay datos que hablan de un elevado porcentaje de suicidios y parece que el maltrato a las mujeres se cobra también muchas víctimas. No sé si eso hace que el director invente normalmente historias en las que los personajes tienen siempre un cierto aire de friquismo. Los trabajadores del restaurante son cada uno a su modo dignos de estar en un circo de la ingenuidad, el desconsuelo y el hieratismo expresivo. Su jefe, de un hermetismo feroz, muestra pronto que es capaz de ser solidario con el extranjero. A todos ellos los trata el director con cierta ternura y toques de humor no demasiado mediterráneo. Sin embargo también hacen su aparición miembros de un supuesto "ejército finlandés", fascistas sin causa, que son la otra terrible cara de la moneda. Las normas de acogida policiales y judiciales son estrictas y aunque el trato a los recién llegados no es nunca denigrante, sí es cierto que resulta distante y frío. No hay grandes sobresaltos en la peli y los conflictos parece que se van solucionando progresivamente, pero todo parece que puede irse al garete en cualquier momento. Si no es así se debe a la decencia humana de unos y otros.


De los actores no voy a decir nada, puesto que los desconozco a todos, pero es cierto que cada uno está perfecto en su aparente frialdad expresiva. El lenguaje fílmico de Kaurismäki es muy especial y responde a patrones que lleva empleando desde siempre en sus filmes. Un desnudamiento formal importante, ausencia de banda sonora, salvo la música que estén interpretando los personajes en la calle o en un pub. Las panorámicas desoladoras del puerto que lleva al mundo occidental, tanto si son nocturnas como diurnas parecen no dejar un resquicio a la humanidad. Las calles dan la impresión de que están vacías. Los pasajeros de los autobuses permanecen impasibles frente a las agresiones. Las explicaciones suelen brillar por su ausencia hasta que se explicita lo sucedido. A pesar de todo ello la denuncia de lo que se muestra queda compensada por la humanidad de unos y otros. Es un cine "político" sin grandes soflamas. Hay que conocer esa sintaxis y saber disfrutar de ella. Si no, más vale abstenerse. Yo pasé un rato excelente.

José Manuel Mora.


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