Déjame salir (Get Out), de Jordan Peele

Inquietante

A veces un sucinto comentario puede despertar en uno la necesidad de ver una peli. El cartel también es enormemente sugerente, a pesar que la sugerencia de "terror" no me motiva demasiado; se trata de un director debutante, aunque conectado con el mundo del espectáculo en el que ha trabajado como comediante. Jordan Peele, además de realizador primerizo es muy joven. Soprende pues la madurez de su propuesta. Déjame salir (así titulada a partir de un original  Get Out, que podría traducirse por "sal", "escapa", "huye"). Siendo negro el director parece situarse en las antípodas de Adivina quién viene a cenar  esta noche (1967), interpretada por el negro con alma blanca Sidney Poitier y dos actores de notorio progresismo: K. Hepburn y S. Tracy. Hay aquí una visión mucho más crítica, que se pone de manifiesto desde el mismo prólogo, terriblemente violento, con una música que sale de la radio del coche, tremendamente intrascendente, lo que provoca un contraste inquietante .Sólo con esa tarjeta de presentación sabemos que no vamos a ver nada al uso. 


Aparentemente el arranque propiamente dicho de la historia se asemeja al filme de S. Kramer: novio negro que va a conocer a sua futuros suegros, blanquísimos y a pasar el fin de semana con ellos; pero en seguida vemos que hay cosas inusuales, a pesar del caluroso recibimiento de la familia ("votante de Obama", off course): la pareja de sirvientes negros y sus miradas inquietantes, por decirlo suave; la actitud del hermano de la joven; la capacidad de hipnotizar de la madre, psquiatra... A todo ello se añade pronto la llegada de un montón de gente blanca, rica, poderosa, que "sabe estar", pero que no impide que el muchacho los mire con recelo, ya que así le parece a él que es mirado por los otros. Cuando se marchen, se le habrán disparado todas las alarmas al joven, quien pide a su novia que se marchen cuanto antes. Ello no será posible. Y empieza el verdadero terror, perfectamente medido y graduado en su crescendo. En ese sentido el guión del propio director es modélico, ya que nos lleva por senderos insospechados, que encuadran entences a la peli en el género de terror psicológico, casi gore. Los toques de humor, a cuenta del amigo del protagonista, le dan un toque inequívocamente actual.


La planificación y el montaje están lejos del efectismo habitual en las cintas de este género. Planos cortos, miradas profundamente expresivas y una música que no subraya en exceso con volumen atronador, sino que envuelve y crea la atmósfera adecuada. De los actores, perfectamente ajustados: la pareja joven, en el realismo convincente; los demás, con un toque de exceso paródico muy adecuado, sólo conocía a  Catherine Keener, a quien vi fascinado en El último cuarteto (2012). No quiero que se me olvide el nombre del protagonista, Daniel Kaluuya, quien dice ser "demasiado negro" en Gran Bretaña y "no lo suficiente" en EE. UU, a pesar de su origen ugandés. Lo que la peli pone de manisfiesto es que, aunque los del KKK no campen ya por sus respetos con la desvergüenza con que lo hacían, y aunque los matrimonios interraciales hayan aumentado en porcentaje y no constituyan ya motivo de cárcel, hay unos USA que todavía consideran el color de la piel como algo determinante, independientemente de la intensidad de la pigmentación. Según sea, se les podrá atribuir atentados, prohibir su entrada, golpear y abrir fuego contra ellos, aunque no vayan armados, etc... Y si no que se lo digan a Trump. Y a tantos que se ven obligados a hacer el trabajo sucio que los blancos no queremos hacer, aquí, o allí.

José Manuel Mora.










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