Please Like Me, de Josh Thomas

Antípodas semejantes
Lo que voy a comentar ha resultado una experiencia novedosa por varias razones. Nos llega muy poco de las antípodas y cuando lo hace se debe a coproducciones con los EE.UU. Me sugirireron que viera esta serie y me resultó complicado encontrarla. Al final lo logré, pero en V.O. Mi inglés no es tan bueno como para captar todo lo que los personajes decían con su marcadísimo acento, pero sí he podido seguir el argumento, ayudado por algunos capítulos subtitulados en inglés, lo que me facilitaba la comprensión. Además se trataba de episodios de media hora, lo que la hacía más ligera de seguir, a lo que se añade su tono de comedia de situación con toques de drama, dramedy, parece ser el neologismo para caracterizarlo. Please Like Me es una producción de Josh Thomas, que ejerce de "hombre orquesta": produce, escribe, actúa como protagonista absoluto y dirige algunos de los capítulos. Hay más elementos sorprendentes, habituados como estamos a los formatos estadounidenses. Vamos con ello.


Un veinteañero comparte casa con un amigacho con el que además trabaja. Salvo la escena inicial en la que lo vemos la oficina para dar por supuesto que no vive del aire, no vuelve a aparecer el mundo laboral. Sí una familia en la que los padres, ya maduritos, acaban de divorciarse, lo que lleva a la madre a un intento de suicidio que la obliga a ser ingresada en una mental house (vivan los eufemismos). El padre se ha emparejado con una joven tailandesa con la que está viviendo una segunda primavera. Josh es desacomplejadamente gay. Su familia y sus amigos lo saben y él no ve necesario dar explicaciones sobre su vida privada, que vive con extraordinaria liberalidad y sin esconderse ante nadie. No hay trauma adolescente, ni sentimiento de culpabilidad asociado a la religión. Sería incapaz de vivr sin el móvil, que es una especie de extensión de su propio yo. Necesita estar constantemente conectado y su divisa es I'm optimistic and enthusiastic about the future, dentro de una hiperactividad que lo deja a uno exhausto. Sin embargo la vida le va poniendo continuas trabas: la madre, de la que tiene que estar pendiente; el padre y sus problemas de relación, los excéntricos amigos, con las dificultades sentimentales de este mundo que va perdiendo la solidez... Y sobre todo su autoestima. Se quiere, pero no está seguro de gustar, lo que lo lleva a ir saltando de pareja en pareja, no por la promiscuidad atribuida a los gais, sino por su inestabilidad emocional y por su constante inseguridad.


Las distintas situaciones, una cena de Navidad, una excursión en tienda de campaña, una celebración de cumpleaños son el perfecto recurso para que los personajes vayan mostranado sus cartas. Las reacciones son de lo más diversas y, aunque me haya perdido parte de la chispa de los diálogos, sí que he podido retratar a cada personaje. Josh tiene un talente especial para, con su verborrea incontenible, meter la pata sin pretenderlo. Consigue así provocar dolor en los que quiere o volverse a quedar solo. La música de la serie es espumeante y anuncia los cambios que se van a producir en las situaciones. La que acompaña a los créditos es de diez. Los personajes acaban en muchas ocasiones cantando lo que suena en la radio del coche. Keegan Joyce es, además de excelente actor, un estupendo cantante. Las actuaciones de todos ellos son frescas y divertidas, aunque por debajo de toda esta pandilla de seres humanos lata una tristeza infinita cuyos motivos no acaban nunca de explicitarse del todo, pero que son bastante evidentes: un aborto, enfermedades de trasmisión sexual, inestabilidad mental... la vida misma. No hay moralina, Parece que los personajes viven pa disfrutar y sufrir, no para ser juzgados. Al final uno descubre que quienes habitan en Melbourne no son tan distintos de nosotros. Se nota que su creador siente una ternura especial por todos ellos y los llantos finales son reparadores aunque no podamos recuperar lo que perdemos. Ha sido una sorpresa estimulante.

José Manuel Mora.




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