Tierra de Dios, de Francis Lee

 De la soledad y la diferencia.

Me resulta sorprendente leer que lo que vengo de ver es una opera prima. Francis Lee es no sólo el director de la cinta, sino que también ha escrito el guión de Tierra de Dios. Tras unos años en Londres ejerciendo como actor, Lee ha vuelto a su tierra, a la que se siente muy ligado, según dice. Y desde el plano inicial, fijo, en el que vamos vislumbrando los detalles conforme va abriéndose paso la luz del día, nos hacemos una idea del grado de soledad en el que viven los personajes que habitan una granja en medio de ninguna parte, aunque ese "en medio" sea bellísimo, como muestran las panorámicas que el director nos regala, para mejor situar a los protagonistas en una tierra que, aunque sea "de Dios", es terriblemente dura y exigente para quienes habitan en ella.


John es, según él mismo confiesa al final, un auténtico desastre. Las exigencias de la granja donde vive con su padre, que ha sufrido una trombosis y está discapacitado, aunque no para dar órdenes, y con su abuela, que se encarga de la casa, hacen que necesite desfogarse cuando baja al pueblo, bien en el pub, a base de cervezas, bien manteniendo relaciones sexuales anónimas con cualquiera de los jóvenes con los que se pueda cruzar,  momentáneas, sin continuidad y que lo dejan igualmente insatisfecho. Y a ese ambiente llega un inmigrante rumano para ayudar en el momento de los partos de vacas y cabras. La actitud de John, como la de tantos brexiters, es un punto xenófoba y lo trata de "gitano". El recién llegado no se arruga y le planta cara y algo más. Tiene a su favor un grado de madurez mayor, una sensibilidad ante la belleza del paisaje (magníficas las panorámicas desde el aprisco de ovejas, casi cielos velazqueños) y una delizcadeza de trato que el otro desconoce. Y se lo irá ganando de forma medida. Se ha relacionado el filme con Brokeback mountain. Sin embargo la peli de A. Lee, que me gustó mucho, es la historia de dos reprimidos que deben esconderse y casarse, como está mandado, para ser aceptados por su comunidad. Ello exige llevar una doble vida, lo que durante tantos años sucedió en nuestro país y que tan desgraciados hacía a las personas. Los dos cabreros de Bradford no necesitan quedar bien socialmente, dado el aislamiento en el que viven. Necesitan sin embargo quedar bien con ellos mismos. Como le pregunta el padre tullido a su hijo: "¿Te hará feliz?" Creo que es lo único que debiera preocupar a los padres que tienen que hacer frente a una opción sexual en sus hijos, diferente a la mayoritaria. La abuela, de otra generación, bastante hace con no escandalizarse y respetar.


El director dice que eligió a dos actores desconocidos para que no tuvieran que cargar con el peso de estereotipos de papeles previos. Josh O'Connor, actor británico que se formó en el Bristol Old Vic, es un ejemplo claro de cómo la formación en las tablas, de honda tradición entre los actores británicos, es siempre una buena tarjeta de presentación. Contenido, de pocas palabras, capaz de expresar un estado anímico con sólo acariciar un jerséi para evocar la ausencia  y que luego a triunfado en The Crown. Alec Secareanu, actor rumano que se maneja bien en inglés porque su madre era, en el filme, profesora de ese idioma, también ha actuado en teatro y en producciones rumanas de las que no llegan aquí. Habrá que prestarle atención, porque la intensidad de su mirada y su fisicidad, tanto en las escenas de enfrentamiento como en las de ternura,  lo hacen creíble de forma total.



Uno y otro se complementan a la perfección. El encuentro interpersonal entre ambos acabará creando una relación que va más allá del encuentro corporal. Y esto, que se sabe si uno ha leído algún comentario previo, no tiene importancia. Sí la tiene ver la gradación de ese encuentro, los pequeños gestos, las tareas compartidas, los paisajes contemplados entre dos...  La interpretación de Gemma Jones en el papel de abuela es absolutamente conmovedora, tal como lo era en Sense and Sensibility. El cuarto en discordia, Ian Hart, será seguramente reconocido por los seguidores de la saga Harry Potter. A mí, que no lo soy, me ha resultado un perfecto desconocido, que sabe dar la justa medida de dureza y desvalimiento. En fin, una bella historia de amor que se sale de lo trillado y que seguirá cosechando premios sin lugar a dudas. 

José Manuel Mora.




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