La biblioteca de San Nicolò l'Arena en Catania





 Biblioteca monacal siciliana

A veces en los viajes se producen sorpresas inesperadas. Catania tiene tanto para ver que, de no haber sido por mi empeño por no dejar nada de lo que recomendaba la guía, el antiguo convento benedictino, la orden más poderosa de la ciudad, se me hubiera escapado. Al llegar nos enteramos de que era la actual sede de la Facultad de Letras, además de ser el monasterio más grande de toda la isla de Sicilia. Ya la fachada principal, tardobarroca y de una simetría que le daba cierta serenidad, invitaba a la visita. Se construyó en el s. XVI, pero hubo que rehacerlo en el XVIII, después de que la lava del vecino Etna llegara hasta sus mismas puertas en la famosa erupción de 1669 que afectó de un modo u otro a toda la isla. El terremoto de 1693 dio en tierra con gran parte de la antigua edificación. La iglesia adyacente quedó inconclusa, aunque su visita merece bien la pena, como luego se verá.. 




 





















La persona que ejerce de guía es una estudiante de la Facultad. Sabe de lo que habla y lo explica con viveza y datos. La escalinata de doble rampa decoradaal estilo neoclásico por bajorrelieves grises de estuco es ya imponente por sí sola y recuerda a los palacios franceses de la época. El precepto de la pobreza desde luego no lo cumplían, no en balde los monjes solían ser los segundones de las familias más pudientes. El interior alberga dos claustros, uno de ellos de columnas geminadas de mármol originales y sobrios arcos de medio punto, con una fuente en medio; el otro con un quiosco central neogótico de mayólica y rodeado de arbolitos, donde el tiempo parece que se ha detenido. En torno a ellos se sitúan las antiguas celdas de los monjes que ahora son despachos de profesores. Al ser periodo vacacional, todo está vacío y es más fácil trasportarse a los monmentos originales del convento. Es fácil también desorientarse, dados los interminable corredores que vamos recorriendo. La luz del atardecer lo tiñe todo de una dorada calidez.

























Cuando bajamos a la zona del subsuelo comienza lo inesperado: en lo que fue la antigua cocina original del s. XVI y la zona de almacenamiento de provisiones, se hallan ahora los catálogos físicos, con todas las fichas de la biblioteca actual, que seguro que además está informatizada y en uso. En la sala de lo que fue el refectorio está la sección de referencia con unas arquerías sostenidas por sólidas y oscuras columnas de piedra lávica. Cuando se accede a los pasillos más largos las estanterías muestran los fondos de la hemeroteca. Hay otra sala que no se visita, la Sala Vaccarini, recién restaurada, a juzgar por las fotos de la red, con los  ejemplares centenarios, y joyas de los escribanos medievales de diferentes culturas. De hecho es una de las bibliotecas más ricas de Italia, con más de 50.000 volúmenes. Se realizó una labor de restauración cuidadosa que dejó a la vista una domus romana con mosaicos.

 


 




























 


















 Las pasarelas que permiten desplazarse por el subsuelo dan muestras del cuidado que se puso en la restauración. Se llega incluso a una zona en la que los restos de lava fría y durísima forman parte de los cimientos de la nueva construcción, que se han reforzado por una estructura en acero cortén pintada de rojo que resulta sorpendente. Desde el vientre de la bestia, a modo de lo que ocuparía un montaplatos y que ejercería la misma función, hay un orificio que conecta la parte inferior con la superior  y que está bellamente decorado con azulejos diversos.

















 























 Cuando se sube de nuevo a la "superficie", los pasillos de las celdas y aquellas más amplias que ocupan ahora altos cargos de la Facultad,  tan poco dados a la sobriedad como sus predecesores monásticos, han sido también restaurados, incluso con las pinturas pompeyanas que los decoran.































A través de lo que ahora es el Aula Magna se pasa a unos balcones, a modo de coro, desde donde se divisa la nave de la iglesia, más impresionante por estar completamente vacía, y el imponente órgano del XVIII. Debe de sonar magníficamente.






























Si con mis palabras y las imágenes que tomé no consigo despertar el interés, lo habré hecho muy mal. este monasterio ha sido una de las grandes satisfacciones de nuestro viaje a Sicilia. Creo que cualquier viajero avisado y cirioso no debería de perdérselo.

José Manuel Mora.

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