Babylon Berlín, de Tom Tykwer

 Los locos años veinte berlineses

De repente llega una serie de televisión que no procede de donde suelen. Y me entero de ello por la columna de la penúltima de El País, que ya me ha descubierto algunas cosas de interés. Es cierto que ya hay en este blog algún comentario sobre histrorias producidas en Alemania y que teóricamente tratan temas que allí pueden resultar de mayor aprecio dada su historia reciente, pero que aquí podrían parecer tangenciales por no afectarnos directamente. Berlin Station (http://mbadalicante.blogspot.com.es/2017/08/berlin-station-de-olen-steinhauer.htmlo) bien Deutschland 83 (http://mbadalicante.blogspot.com.es/2016/01/deutschland-83-de-anna-y-joerg-winger.html) ya vistas y comentadas aquí, pueden servir como ejemplos. La sóla referencia a la localización temporal, 1929, ha sido suficiente para acentuar mi interés. Ha ayudado el hecho de que sólo fueran dos temporadas de ocho capítulos cada una y de una duración por episodio de 45 mi. Después me he enterado de que Babylon Berlín, concebida por Tom Tykwer (de quien vi en su momento El perfume,luego Drei en la Filmo, http://mbadalicante.blogspot.com.es/2013/11/three-de-tom-tykwer.html , y más recientemente las dos primeras temporadas de Sense8) , y coescrita y codirigida junto con  Achim von Borries y Hank Handloegte (del equipo de guionistas de Goodbye Lenin) es un proyecto pionero puesto que se ha logrado rodar gracias a la colaboración del canal público de la TV alemana, junto con la plataforma de pago Sky, más una productora del propio director y una distribuidora. Así que los medios económicos no se han escatimado. Y eso se nota. Está basada en una novela de Volker Kutscher traducida en España como Sombras sobre Berlín (Ediciones B) y en la que el protagonista es el comisario Gereon Rath, que volvió traumatizado como tantos de aquella carnicería industrial que fue la Gran Guerra y que daría continuidad a toda una serie de novela negra alemana de títulos con el mismo detective.


El comisario recién nombrado llega desde Colonia a Berlín (Volker Bruch) a investigar una trama de pornografía y posible chantaje que puede afectar a altas instancias de la República de Weimar. Los famosos "locos años 20" habían convertido la capital alemana en una sociedad tolerante y pecaminosa a la vez, en la que la libertad creativa, de costumbres, sexual, podía competir con París o Nueva York y ser perseguida también por la "policía de costumbres". Al mismo tiempo la ciudad era una olla a presión en la que convivían exiliados de la Rusia zarista y a la vez seguidores de Stalin y de Trotsky enfrentados a muerte, de un lado; las organizaciones obreras socialistas, comunistas y anarquistas que preparaban el Primero de Mayo; las mafias armenias enriquecidas con los clubes de alterne; las primeras camisas pardas que se veían en sus calles y los complós que trataban de derribar la República para restaurar al Kaiser y recomponer mediante un  nuevo ejército el orgullo nacional herido por la derrota de la Guerra Europea y del subsiguiente Tratado deVersalles, que para muchos alemanes había supuesto una enorme humillación. Los judíos allí nacidos empezaban a ser nombrados como "apátridas" y vistos como enemigos a los que había que desalojar del poder, ya fuera político o económico. Todos estos seres viven como si fuera el último día de sus vidas, sin saber lo que se está gestando y que acabrá germinando tan sólo unos años después con el incendio del Reichstag. Y en medio, los paganos de la Historia, los sin trabajo, los enfermos y hambrientos, los que tienen que prostituirse para sobrevivir, los que pretenden hacerse un hueco en ella para poder prosperar. Si a todo ello se le añade un tren cargado de oro que pretende ser puesto a disposición de quien más hábil sea para conseguirlo, tendremos los componentes de una serie cuyo interés es un crescendo constante. 

La manera en que todos los hilos de esta trama múltiple se van trenzando hasta la sorpresa final me ha parecido de enorme inteligencia. Todos los personajes están perfectamente definidos y es fácil quedarse con ellos a pesar de la variedad de los mismos. La contrafigura del investigador es otro policía (Peter Kurth), perro viejo y con más conchas que un galápago, pero que no es el malo de una pieza, habitual en las malas series, sino alguien complejo, capaz de la abyecciión y la crueldad y también de la piedad. El personaje femenino, interpretado por la bellísima, y desconocida para mí Liv Lisa Fries, resulta de una fragilidad a la vez que de una complejidad acorde con el tipo de mujer que estaba despertando en Europa tras la Guerra. No se rinde, no tiene miedo y es capaz de lo que sea con tal de llegar a lo que se propone. Con ser todo ello algo bien urdido y creíble, el envoltorio es tan extraordinario que me tenía con la boca abierta la mayor parte del tiempo: exteriores berlineses reconocibles, interiores recreados en un Art-Déco perfecto, la ambientación musical obra en parte del director de la serie (piezas finales acompañando a los créditos), y en parte de Bryan Ferry, quien se marca una canción en el cabaré absolutamente antológica, (por no hablar de las que interpreta Severija Janusauskaite travestida de hombre con su voz oscura), el vestuario, tan lejano del baúl de atrezo de las pelis de época españolas; la impactante fotografía... todo ayuda a lograr que la serie haya que degustarla casi obligatoriamente en plan maratón de tarde dominical. 


He aquí pues una sorpresa más que recomendable para paladares exigentes y que gusten de lo que se sale de los senderos trillados de las habituales series estadounidenses. Una narración digna de un folletín decimonónico, pues no otra cosa acaban siendo esta largas historias que antes se degustaban en la última página de los periódicos, gracias a las plumas de Balzac, Dickens o Galdós

José Manuel Mora.










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