El instante más oscuro, de Joe Right

 El instante más oscuro

Gran Bretaña parece, a juzgar por sus últimas superproducciones, embarcada en una especie de recuperación de su propia memoria histórica buscando así, tal vez, levantarse de su postración. Hace más de cuarenta años que Reino Unido comenzó a vivir algo similar a lo que fue en estos pagos el espíritu del 98, ese aire de derrota ante la pérdida de un imperio que durante siglos había sido imbatible. El Episodio del Brexit no parece sino un intento de introspección, de recuperar lo que hizo grande a la Isla y que parce estar diluyéndose con su pertenencia a la U.E. Su mejor historia, de Sherfig, ya trataba hace poco del episodio de la retirada de las tropas desde Francia en embarcaciones de recreo. Y también Dunkerque, de Nolan, que no quise ir a ver. La presente El instante más oscuro, dirigida por Joe Right, nos sitúa en el mismo periodo histórico, pero se centra en la figura del que fue en aquellos momentos el Primer Ministro, Winston Churchill.


Su director, de quien vi en su momento la excelente Pride and Prejudice, parece estar en la onda de las anteriores por la evocación de un momento concreto de la historia de su país, pero se centra en la figura de Churchill quien, ante la inminente invasión de los alemanes, sólo se atrevió a prometer a su pueblo "sangre, sudor y lágrimas". Y por debajo del hombre que no se quiso doblegar, las luchas intestinas entre los partidos, los grupos parlamentarios y sus dirigentes: Chamberlain, Halifax, partidarios de la componenda y del pacto con Hitler a través de Musolini. En ese sentido la peli es casi un triller oscuro y subterráneo (el comité de guerra estaba ubicado bajo tierra para protegerlo de posibles ataques aéreos), con la presencia del mismísimo Rey en el tira y afloja. Por cierto, parecía temer a Churchill más que a un nublado. Mientras, los soldados morían a millares en Calais y Dunquerque. En ese sentido a veces me ha traído a la memoria las peleas entre los generalitos de Paths of Glory, pero sin la mala leche de Kubrick. Hay otro aspecto que me ha resultado muy atractivo en el filme, tal vez porque los de la sala han decidido proyectarla en V. O. y he podido disfrutar del inglés formal de los políticos del Parlamento, y de la balbuciente voz del Primer Ministro que iba pareja con su maestría oratoria, aprendida en Horacio y Cicerón. ¡Qué tiempos cuando se estudiaba latín en Bachiller!, cosa que parece se sigue haciendo en la Pérfida Albión. El propio Halifax atribuye la victoria parlamentaria de Churchill a su dominio del idioma.



He elegido la foto que antecede porque puede servir de ejemplo del cuidado que se ha puesto en la ambientación, en la iluminación, en el vestuario... elementos todos que suelen brillar en las películas de época británicas. Aquí, tanto como los espacios de los Comunes, están perfectamente ambientados los subterráneos, por donde parecería imposible lograr un buen travelling, cosa que el director consigue con siltura. La atmósfera consigue que sea agobiante y claustrofóbica. Por no hablar de las escenas de palacio, a contraluz de los enormes ventanales. Es posible que la musica esté presente en exceso, aunque la veo inspirada y adecuada a los momentos en que se escucha.
 

Párrafo aparte merece la actuación de Gary Oldman, a quien no he conseguido reconocer bajo el maquillaje y el atuendo de su personaje, tal es el grado en que ha decidido meterse en la piel del político. No sólo el puro o la pajarita típicos del conservador, sus andares, sus gestos, hacen imposible reconocer al actor, que seguramente  lleva tiempo oliendo a Oscar por su trabajo. Está perfectamente secundado por la exquisita Kristin Scott Thomas en el papel de su esposa y el resto del reparto que encarna a políticos y militares, además de la joven secretaria Lily James. Las dos horas de duración se llevan sin desánimo, a pesar de que la situación es prácticamente única aunque se sucedan los días y la amenaza hitleriana esté cada vez más cerca. Muy bueno es el descenso del protagonista al metro londinense para escuchar la voz del pueblo, que no parece decidido a rendirse. We shall never surrender, es el grito que luego trasladará él al Parlamento y que pone a los Comunes en pie. "No se puede negociar con el tigre cuando se tiene la cabeza entre sus fauces", genial metáfora que muestra la situación británica del momento. Hay otra frase que me ha hecho sonreír y que muestra el talante del personaje: "¿Quiere dejar de interrumpirme mientras le estoy interuumpiendo?" Ese era Churchill. A pesar de la defensa numantina de su país, al terminar la guerra, fue descabalgado de su puesto. La gente olvida pronto. Una buena lección de Historia en cualquier caso. 

José Manuel Mora.


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