El gran "showman", de Michael Gracey (entrada 700)

 This is me

He sido siempre un gran aficionado a los musicales. No vi como tales Siete novias para siete hermanos o Cantando bajo la lluvia cuando era pequeño, aunque luego, en sucesivas revisiones, porque no me canso, las haya disfrutado como los grandes musicales que son. Hubo de llegar West Side Story (1961) a mis quince años para que cayera emocionado a los pies de aquel amor imposible. Le siguieron My Fair Lady  y Mary Poppins (ambas de 1964 y de tono muy diferente),  Camelot (1967, cuando ya sabía de la saga artúrica); con ellas entraba en una realidad embellecida, más cuando se añadía la danza a los números cantados, lejos de las miserias y los complejos propios del tardoadolescente que yo era entonces. Sweet Charity y Cabaret (1972, ya con un discurso estético y político alejado de la edulcoración habitual, para eso estaba Bob Fosse detrás) me hicieron consciente de que aquel era un género minoritario, que hacía que lo miraran a uno como a un bicho raro. Al menos en las patallas y gustos españoles mayoritarios de la época esto era así. All That Jazz (1979) y Pennies from Heaven (1981) tenían ya el amargor de los grandes clásicos. Y poco a poco fue llegando el declive. Es cierto que Mamma mia (2008) y más cerca La, La, Land han supuesto un cierto renacer que ha llenado salas y ha conseguido premios. Tenía mis reticencias ante este supuestamente último bombazo del género: El gran "showman", dirigida por un tal Michael Gracey, de quien no he visto nada anteriormente. Pero por fin he ido a verla.


Cuando leí que se trataba de un biopic, perdón, de la historia sobre un personaje real,  Phineas Taylor Barnum (1810-1891), todavía provocó mayor reticencia en mí. Vivió en los USA y acabó fundando el Barnum & Bailey Circus, "el mayor espectáculo en la tierra", a partir de un primer museo de cera que fue ampliando, hasta dar entrada en él a personajes poco comunes en la sociedad por su estatura, por su peso, por el color de su piel, por sus tatuajes, por sus excesos pilosos... Personajes que, a pesar de la repulsión que podían provocar, ejercían en el público un deseo morboso de contemplarlos, tal vez para reafirmarse los espectadores en su "normalidad". Y aunque el tipo presume de dar cabida y visualizar a todo este variopinto y extraño grupo humano, en el fonfo lo que pretende es ganar una fortuna para resarcirse de una infancia de pobreza y humillaciones que culminan con el rechazo de sus suegros. El famoso sueño americano que el cine nos ha contado cientos de veces, que se logra siempre tras mucha pelea contra los elementos, aquí por parte de un crítico teatral que no sabe disfrutar del espectáculo y de una turba que rechaza lo distinto. Así pues el argumento es lo de menos.


Pero vayamos a lo musical de la propuesta, que ha sido escrita para ser llevada directamente a la pantalla.  Benj Pasek y Justin Paul son los responsables de unos números musicales de enorme pegada y muy actuales por su orquestación y por lo original de las melodías. Las coreografías, ajustadísimas en su ejecución, milimétricas, como suele ser en Jólivu y por aquí en las galas de OT, combinadas con un montaje mareante, resultan tan espectaculares como el espectáculo circense. Y es ese barroquismo de la puesta en escena, junto con el almíbar de la historia, lo que ha hecho que no haya acabado de entrar. Y eso que Hugh Kackman, con sus cincuenta tacos, me ha sorprendido por su estupenda forma de cantar y de bailar, capaz de dar el do de pecho al tiempo que atrapa un tren en marcha sin que le tiemble la nota. Los elementos de los que se vale el coreógrafo: sábanas tendidas en la azotea, martillos que percuten el ritmo en la pared o los chupitos en la barra del bar, son bastante originales.  Todos en ese sentido están perfectos, empezando por la fuerza de Keala Settle con su imponente humanidad y sieguiendo por el caraguapa de Zac Efron y el resto del reparto. 


Para mí, el acierto de un musical consiste en que uno salga del cine tarareando alguno de los números que ha escuchado, como me sucedió con  Maria, Tonight, o America, hace siglos o, más cerca, con City of stars. Está claro que This is me me la he llevado puesta en la mente. No me extrañaría que se llevara el Oscar.  Resume además muy bien aquello que encuentro más válido en la peli: "Ese/a soy yo". Como decía mi amiga Beliana en los años 70 con gesto desafiante, "¿Qué pasa?; vivo aquí". Un gran espectáculo. 

José Manuel Mora. 

 

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