Modus, de Mani Maserrat y Lisa Siwe

¿Castigo divino?

Harían falta muchas vidas, y ni aún así, para poder estar al día y seguir la infinidad de series que se siguen estrenando en las diferentes plataformas que ofrecen estos productos. Hay por tanto que confiar en alguna nota de prensa con un comentario que lo ponga a uno en la pista, o bien en el paladar de los connaisseurs, y yo tengo la suerte de tener una amiga seriéfila, C. Jorques, de cuyo criterio me fío. Si además volvía a tener una procedencia nórdica, estaba claro que acabaría cayendo. En realidad es  un producto sueco que se estrenó allí en 2015, pero que Calle 13 no estrenó aquí hasta noviembre de 2017. Así que es casi una novedad esta serie, Modus, dirigida por Mani Maserrat  y Agah Lisa Siwe. Vale decir que la temporada consta de ocho capítulos de 45 mi. cada uno, con lo cual se la puede beber uno en dos tardes, como he hecho yo. Parece que en enero de este año ha visto la luz la segunda temporada. Esta se cierra de forma tan impecable que no sé si necesito más.


Parece que ambas provienen del magín de una escritora noruega, Anne Holt, quien ha escrito una serie de novelas, partiendo seguramente de su experiencia como abogada y policía, y que tienen como protagonista a Inger Johanne Vik una psicóloga y criminóloga que ha trabajado en el FBI y para la policía nacional sueca. Ahora, divorciada, con dos hijas a su cargo, una de ellas con autismo, su tarea queda en colaboradora, aunque su olfato policial y su profundo conocimiento del alma humana hacen que su aportación sea muy valiosa para el inspector Ingvar Nyman, encargado de la investigación de una serie de casos de asesinatos que tienen en común, como se irá viendo, el que las personas asesinadas sean gais. Esto, en una sociedad tan avanzada en cuestión de costumbres como la sueca, no deja de resultar sorprendente. Hasta que nos enteramos de que el asesino (se sabe pronto) forma parte de una comunidad radicalmente homófoba, apegada a la lectura literal de la Biblia y especialmente preocupada por Sodoma, que se ha reencarnado en la corrupta sociedad nórdica, donde una mujer puede ser obispo o un empresario adinerado puede presumir de su marido y su hijo sin dar demasiadas explicaciones ni pedir perdón por ello. El modus operandi (de ahí el título de la serie) es distinto en cada caso, pero se trata de descubrir las concomitancias que van apareciendo.


La pareja de investigadores, el ambiente oscuro navideño  en Estocolmo y Uppsala, los sucesivos asesinatos, nos llevan al género noir, cuyo exponente máximo de aquellas latitudes fue Bron/Broen, aquí comentada y que tanto me gustó. Sin embargo la figura del asesino es en estos relatos un asunto capital y los guionistas no se han esforzado apenas en presentarnos las razones de su saña. Hay una explicación sucinta al final. Melinda Kinnaman, la intérprete que encarna a la psicóloga, es de una mirada sensible y cálida, no sólo hacia su hija autista, sino hacia quienes tiene alrededor, lo que la humaniza y la hace frágil y creíble. Henrik Norlén, el inspector, le da la ajustada réplica de modo contenido y creíble. En otras ocasiones suelo dejar el tráiler de la serie completa, pero en esta he elegido el de la presentación de los créditos por su música y su sugerente fotografía.


La he visto con gusto y atención, sin mirar el reloj, sin agobiarme por lo que me quedaba. Las panorámicas aéreas de Estocolmo y de Uppsala, más las de los bosques de abetos y los exteriores, no dejan de fascinarme. Por no hablar de los interiores de esas casas suecas donde yo he estado y todo son paredes de cristales diáfanos que permitan entrar la poca luz que llega en invierno y los muebles son todos de exquisito diseño. Sin embargo es cierto que no llega a la redondez de Bron/Broen. Si tuviera que ponerle una pega, aparte de lo previsible de un guión con asesino en serie, señalaría el hecho de que a pesar de lo tolerantes y modernos que son, parece que los gais tienen que acabar pagando su opción diferente, como en un castigo divino del que no se hablara. Insisto: se deja ver y entretiene. No es poco.


José Manuel Mora.

Comentarios