Invitación de boda (Wajib), de Annemarie Jacir

 Mundos distintos

Sólo con la referencia crítica en prensa, bastante sucinta, por cierto, supe que tenía que ir a ver la peli. Se trata de cine palestino, infrecuente en nuestras carteleras. Además escrito y dirigido por una mujer: Annemarie Jacir, aunque sea una compleja coproducción Palestina-Francia-Dinamarca-Colombia-Noruega; Invitación de boda no es el primer largometraje de esta palestina árabe y cristiana, como los personajes mismos de su historia. Ha sido seleccionada incluso para competir en los Oscar en la categoría de filmes de habla no inglesa. Tiene más cosas curiosas.


En Palestina todavía se mantiene la costumbre de llevar la invitación de boda en mano a familiares y amigos. Un padre y su hijo (lo son en realidad los dos actores que los interpretan) son los encargados de dsitribuir las de la boda de la hija/hermana por todo Nazaret, que es donde se desarrolla la acción. Casi podríamos considerar que se trata de una road movie. El coche paterno sube y baja las empinadas calles de esa ciudad de ecos mítico-religiosos. La presencia de los judíos, con armas, no es apabullante pero se siente la ocupación en todo. Padre e hijo son naturalmente de generaciones distintas, lo que hace que vean las cosas de forma diferente. A ello se añade que el chico vive en Italia y la distancia hace que vea todo con ojo crítico, en lugar de la mansa aceptación del padre, profesor, obligado a convivir y a someterse a las directrices de las autoridades. En las conversaciones con los familiares y las que se producen en el interior del coche se van desvelando detalles de una familia como tantas otras. Y la tensión estalla en varias ocasiones, sin llegar a un dramatismo desgarrador, todo en tono menor, cotidiano. Como la vida.


Al final, la peli acaba componiendo un retrato sociológico de esa sociedad tan dividida política, étnica, religiosamente. Todo ello viene enriquecido por el estudio del carácter de los personajes, que es magnífico: afecto sincero, medias verdades, mentiras claras, enfrentamiento por no coincidir en análisis de los problemas y por heridas antiguas. Humanísimos ambos, gracias a la composición actoral de los dos: Saleh Bakri y Mohammed Bakri. El plano final al atardecer supone una aceptación de lo que hay, lo que produce una extraña y emocionante serenidad. Esperemos que a pesar de su condición de mujer, en una sociedad donde ellas tienen todo tan limitado, pueda seguir rodando otra lección de humanismo como el que supone esta peli.

José Manuel Mora.









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