Lucky, de John Carroll Lynch

 Existencialismo de cowboy

Viene bien confiar en el criterio de los amigos, puesto que no da tiempo a ver todo lo que se proyecta en nuestras pantallas y hay que seleccionar. mi amiga Isabel me dice que no me pierda ésta y le hago caso. Hay otra razón: el actor, que no se me olvida desde que lo vi en Paris, Texas (1984) y que me conmovió tanto. Por lo leído en las críticas el tema del ocaso de la vida no es que me resulte particularmente atractivo, ya tendré tiempo de verme obligado a hacerle frente, pero a veces viene bien la reflexión sobre el final. LUCKY, dirigida en 2017 por John Carroll Lynch, cuyo nombre me resulta desconocido, aunque con ecos de otro cineasta con el mismo apellido y que en ésta aparece como actor .


Descubro al investigar en San Google que, además de dirigir, ha actuado en algunas pelis que yo he visto, pero sin retener su físico ni su nombre: trabajó en Fargo y también en Gran Torino y en Shutter Island. Y eso que escribo estas memorabilia para no perder todo lo que veo por completo...Parece que se ha rodeado de un par de guionistas tan novatos como él: Logan Sparks y Drago Sumonja. En la autoría parece que sería necesario incluir al su protagonista, Harry Dean Stanton, quien falleció un par de semanas antes de que el filme se estrenara. Así pues estamos ante algo definitivamente crepuescular. Aunque en la cinta de Wenders su papel fuera de protagonista absoluto, su carrera se ha desarrollado más bien dentro de lo que se conoce como "actor de reparto", lo que en España se llamaba antes "actores secundarios", esos que tan excelentes hemos tenido en nuestra filmografía. Tocaba jazz y ted mex, lo que cito por la canción que se marca en la peli, la mexicana Volver. Hacía tiempo que una pieza no conseguía emocionarme hasta la lágrima de esa manera.

Como un viejo llanero solitario entre cardones casi mexicanos, en un pueblo que de tal sólo tiene el nombre (cuatro casas mal distribuidas en medio de la nada), este hombre, antiguo marine, fumador empedernido y que va a todos sitios caminando, se levanta cada mañana en la soledad más absoluta. Tras el aseo y el yoga comienza la rutina diaria, los mismos lugares, las mismas personas, los concursos de la tele y los crucigramas del periódico. Y la oscura soledad cuando llega la noche. Las conversaciones, aparentemente anodinas, van tocando temas existenciales profundos, aunque sin engolamiento alguno: el sentido de la vida, la propiedad privada, la autoridad, la amistad, la muerte. La manera en que el actor se enfrenta a todo ello está llena de autenticidad. Gestos austeros, mirada taladrante y uba corporeidad llena de frágil inconsistencia nicotínica. Con razón los créditos del inicio comienzan con "Harry Dean Stanton is Lucky".



La banda sonora acompaña de forma medida y ajustadísima las imágenes desnudas (una pena no haberla podido ver en VOS para disfrutar la voz del viejo). Y hay un parlamento final en ese bar decrépito y casi vacío en el que Lucky pone de manifiesto la nada de la que venimos y a la que vamos. Siente miedo, pero la única manera que tiene de enfrentarse a ello es la sonrisa en medio de una cara cuarteada a hachazos por la vida. El galápago con el que se abre el filme y que también lo cierra, podrá vivir cien años más. No somos nada en comparación. Y en medio, la vida que habrá que seguir viviendo mientras dure, sonriendo y cantando. Toda una lección que este actorazo supo transmitir hasta el final. 

José Manuel Mora.


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