Cuando sale la reclusa, de Fred Vargas

 Policiaca...

A veces los premios señalan hacia un lugar al que no habías dirigido la vista. Los amigos del género "negro" seguro que la tenían en un altar, según me hizo saber mi compañera Basi. Quienes somos menos aficionados a este tipo de novelas policacas (aunque hay en esta ya larga lista de "libros recomendados" unos cuantos títulos con Camilleri y su comisario del sur de Sicilia, Montalbano, Padura y Conde, el policía habanero), habíamos dejado pasar autora y título sin dedicarle demasiada atención. El Premio Princesa de Asturias en su última convocatoria ha decidido poner el foco en una escritora con aparente nombre de varón, un seudónimo, en lugar del original, Fréderique Audoin-Rouzeau (París, 1957). FRED VARGAS. Cuando sale la reclusa. Madrid: Ed. Siruela, 2018, trad. Anne-Hélène Suarez Girard, 402 págs. Por cierto, la traducción me ha parecido muy cuidadosa. No se notaban los galicismos, ni léxicos ni sintácticos. Y eso se agradece. Además de ser el último de los títulos que lleva publicados, me aseguraban que era de los mejores, así que voilà, estoy de nuevo en la mesa de novedades.


Esta arqueóloga e historiadora de formación, bajo cuyos conocimientos publicó una serie de trabajos científicos y ensayos, se ha dedicado desde 1986 a la escritura creativa. Es autora de varias series de novelas, la de Los tres evangelistas y la que tiene como protagonista al comisario Adamsberg, con una decena de títulos ya. Como lo desconocía todo sobre ella y su comisario, es natural que la autora suponga que los lectores asiduos ya saben de su  personaje, su historia, su carácter, sus manías, su no método de investigación policial. Para mí, que he empezado por el final de su trayectoria, supone un esfuerzo de imaginación para ir descubriendo las características del jefe de policía del que apenas nos llega una sucinta descripción ya avanzada la novela: "Era un hombre bajo, moreno, delgado, con los músculos tan tensos como los nervios de un buey. La cara... [...] Era toda irregular, de pómulos salientes, mejillas hundidas, nariz demasiado grande, aguileña, y con una sonrisa torcida que daba gusto ver" (pág. 73). Esta manera escueta de presentar al personaje se aplica también a los ambientes y a los lugares, salvo que sea importante el detalle para la investigación en curso, en cuyo caso es más minuciosa. Otra cosa es el cómo la autora se adentra en los recovecos de la conciencia del policía, en su manera de divagar entre "protopensamientos", que él llama así porque aún no están plenamente formados. 



La manera de presentar la acción me ha resultado curiosa pues, para dar a conocer al inspector, introduce un crimen al inicio que no tiene nada que ver con el grueso de la narración, lo que permite mostrarlo en plena acción, a él y a los miembros de su equipo: Danglard, su oponente de alta graduación; Violette Retencourt, teniente y la preferida del comisario porque es capaz de hacer frente a cualquier cosa sin echarse atrás; su compañero y amigo, Veyrenc, juega un papel importante porque somete al protagonista al método socrático a base de preguntas que lo obligan a reflexionar; Froissy, informática capaz de rastrear cualquier dato en las redes..., cada uno va ocupando su lugar en la investigación, aunque hay que esperar a la página sesenta para que aparezca en escena la loxosceles rufescens, un tipo de araña conocida con el nombre vulgar de "reclusa", venenosa, pero que difícilmente podría llegar a matar con el veneno de su picadura. Por eso provoca en el inspector gran interés el hecho de que se hallen muertos por su picadura una serie de ancianos en la zona de Nimes. Y comienza a investigar sin tener claro por qué, sin saber bien lo que busca, sin encontrar apoyo en su lugarteniente. 

Si normalmente es un animal que vive recluido, si su veneno es mínimo en cantidad, cómo es posible que empiecen a aparecer varones ya mayores muertos aparentemente por su picadura...El asunto despierta la curiosidad del policía, que pronto empezará a relacionar a esos ancianos con una antigua panda de abusadores de una antigua residencia infanto-juvenil donde coincidieron. Del acoso pasaron a mayores, con violaciones y agresiones. "Quien ha sufrido demasiado hará sufrir" (pág. 210); esta cita es definitoria de las motivaciones de algunos personajes del libro. Y entonces es cuando la sensibilidad de la escritora pone el foco en esta historia de venganza después de tantos años, y convierte la novela en un alegato contra la violencia escolar y contra las agresiones a las mujeres. Acertadamente la historiadora que hay en ella sabe conectar el hilo argumental con otras reclusas, las medievales, que se emparedaban para someterse a penitencia o que eran también emparedadas como castigo. Hay una hermosa metáfora marítima que tiene a Magallanes como protagonista. En su búsqueda del paso del sur hacia el Pacífico, el marino portugués fue entrando y saliendo de diferentes ensenadas cuando comprobaba que no llevaban a ninguna parte. Eso hace Adamsberg, ir tirando de hilos hasta que ve cerrarse la vía de la investigación y se obliga a repensarlo todo de nuevo hasta dar con la solución que, como no puede ser de otro modo en una novela policiaca, es sorprendente. Más que una radiografía social del momento en el que transcurren los hechos, cosa que sucede en otras novelas de este género, Vargas prefiere trazar el retrato de un personaje, de sus obsesiones, de su forma de trabajar, que lo lleva a acciones excéntricas para quienes no son capaces de seguirle la corriente de pensamiento. Veyrenc en ese sentido es, además de amigo, una especie de alter ego que lo ayuda enormemente. Su estilo no es nada dado a florituras retóricas. Es maestra en los diálogos y en la manera de enlazar los sucesos, además de una gran retratista de personajes. A pesar de su multiplicidad quedan todos perfectamente individualizados. Los amantes del género no se sentirán defraudados.

José Manuel Mora.

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