Un asombroso invierno, de Joan Margarit

 Desde el invierno de la vida.

A lo largo de mis estudios de especialidad en Salamanca no tuve suerte con los profesores que impartían Historia de la Literatura, una de mis asignaturas preferidas. Debido a ello decidí que, en vez de estudiarme el manual recomendado o los tristes apuntes, iría leyendo a los autores del programa por mi cuenta, para forjarme idea y juicio sobre ellos y poder comentar en los exámenes con conocimiento de primera mano. Con la poesía eso me resultaba más fácil. Siempre la disfruté muchísimo y en mi biblioteca personal tengo una buena sección dedicada a los versos. El curioso lector que recorra estas páginas, comprobará que no son muchas sin embargo las entradas dedicadas a este género. No se leen los poemas como una novela, todos seguidos. Hay que paladearlos, releerlos, volver atrás y comparar, dejarlos sedimentar. Requieren también una paz interior y exterior que, en mi enloquecida jubilación, no estoy teniendo en demasía. Sin embargo, he aquí que he pasado una semana ante un poemario doble, luego explicaré a qué me refiero. MARGARIT, JOAN. Un asombroso invierno; Un hivern fascinant  Madrid: Visor Libros, 2017; 100 páginas con cuarenta poemas y un epílogo del propio autor. 


Creo que ya he citado alguna vez el adagio italiano traduttore, traditori, "quien traduce, traiciona". Si quien quiera que se haya propuesto ejercitarse en esa tarea con un idioma que conoce, sabe de las dificultades que plantean determinados giros sintácticos, la búsqueda de la correspondencia léxica precisa, y sobre todo el "aire" de un poema, que diría un francés, que pienso que se consigue con el ritmo, queda clara la dificultad extrema de trasvasar un texto poético de un idioma a otro, aunque sean éstos primos hermanos; a veces más difícil por esta causa. Joan Margarit (Sanaüja, Lérida, 1938), a sus ochenta años ha decidido levantar un poemario en torno a un tópico literario de raigambre clásica, De senectute, título de una de las composiciones incluidas en él, aunque aquí bajo la metáfora del "invierno". Este arquitecto, que pasó los veranos de su adolescencia en Canarias (hay constancia de ello en un poema, "Tenerife: / Un tiempo y un lugar. Los únicos / a los que he deseado volver siempre", pág. 13), y que ejerció como profesor de Cálculo de Estructuras, comenzó a escribir en castellano, y a partir de 1980 eligió el catalán como vehículo de expresión poética. Recibió el Premi Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya (2008) y también el  Premio Nacional de la Crítica de 1984 y de 2008, además del Premio Nacional de Poesía del mismo año por su Casa de misericòrdia. Se ha llegado a convertir en uno de los poetas catalanes más leídos en la actualidad, además de haberse traducido al ruso, al portugués, al alemán, al francés o al inglés. Llamó mi atención hace años al encontrarme con Joana (2002), el conjunto de versos que dedicó a su hija, con una deficiencia severa y quien ya sabía que iba a fallecer. Me conmovieron sus declaraciones doloridas y sus poemas. Tal vez por ello, al encontrarme en la mesa de novedades de mi librería de referencia este título, decidí traérmelo puesto. He hablado antes de poemario doble, puesto que incluye su versión catalana ya publicada en la editorial Proa y la que el propio poeta ha realizado para Visor. El lector puede cotejar ambas en páginas enfrentadas, lo que es un auténtico placer. No deja de sorprender ver cómo el poeta traslada ideas y sentimientos escandiendo los versos según su oído le dicta y no transponiéndolos uno a uno del catalán al castellano. Es como un maravilloso juego de prestidigitación que demuestra mucha maestría en ambos idiomas.


El mismo autor reconoce en el epílogo que a sus ochenta años lo que busca con sus versos es "la verdad y la belleza juntas. No siempre lo están. Cuando esto sucede tiene mucho que ver con el amor. Entonces sí." (pág. 100). Toda una declaración de principios, a los que habría que añadir la inteligencia como componente vital que permite iluminar un pasado cada vez más evanescente, y un presente vivido con los cinco sentidos. Y antes de seguir quiero hacer una salvedad: mi oído de lector castellano está acostumbrado a la musicalidad popular del octosílabo y a la elegancia de la combinación clásica de endecasílabos y heptasílabos. El poeta los alterna con suma precisión: Als vint anys vaig entrar sol a Altamira / La poca llum rogenca ...(pág. 52). Así que no deja de sorprenderme encontrar aquí, junto a endecasílabos suntuosamente medidos, la alternancia con alejandrinos más pesados o versos de diez sílabas cuya mezcla me descoloca, como la acentuación, diferente en catalán. Es una limitación mía. Cuando olvido la métrica y me sumerjo en la emoción de la palabra, todo me vale. 


Tal vez la opción más fácil de quien se encuentra "en la última vuelta del camino", que decía Baroja, sería la nostalgia por la juventud y el tiempo pasados, o la tristeza y el decaimiento ante una vida que se sabe a ciencia cierta en el final. El poeta bascula en sus versos entre el ayer pleno de su adolescencia, con presagios inquietantes como relámpagos deslumbradores (Pel seu mar càlid / nedava ja un tauró: el meu futur, pág. 12), a la vez que intenta evitar La indignitat d'exagerar records (pág. 28), y su presente, en el que hay que aceptar con plena conciencia las limitaciones (Tot es refreda, i necessitem / el cansament d'haver estimat / per així desitjar el que es va acostant. / tant diferent, pág. 16), y un incierto futuro en el que ya no estará (Un hivern fascinant on tu desapareixes, pág. 74), perspectiva que parece otear con alegría: Ja sóc al fons del bosc de tots els contes, / somrient i feliç de no ser jove (pág. 94). Pero la impresión que el conjunto de poemas me ha provocado me ha traído a la mente el machadiano "Hoy es siempre todavía". Eso parece ser lo que cuenta para el poeta, que vive un hoy felizmente acompañado con quien puede evocar recuerdos comunes. En El nostre temps hay un último verso emocionante: Però una ferida també és un lloc on viure (pág. 32). Y eso lo sabe bien cualquiera que haya vivido. O una conmovedora declaración de amor  en toda regla: Des d'aquí és d'on t'estimo, perquè mira: / me n'aniré estimant. No tinc res més. (pág. 86). Declara además que para amar es necesaria la valentía, como bien le enseñó su abuela iletrada: que l'amor és duresa  i claredat, / i que sense coratge no és possible estimar. (pág. 76). Sin la valentía y sin los desgarros que la vida comporta: Sense el dolor / mai no hauriem pogut estimar així (pág. 68). 


A lo largo de los versos el poeta rinde homenajes sentidos: a Verdaguer  (L'estimo com un fill. / I és el meu pare pág. 20), recuerda a Kavafis o Neruda; y nombra toda una lista de poetas catalanes y castellanos, antiguos, del presente o de un prometedor futuro que cita en el Epílogo (pág. 97 y ss.), como muestra de distintas y aún opuestas concepciones de la poesía. Y a pesar de todo el poeta sigue reivindicando Visc encara en un món familiar, / malgrat que subtils canvis ja m'alerten: / no tornará a ser el meu. / No es tracta d'un infern: permet comprendre. / L'oblit arriba tranquil.litzador. I torna, sempre torna, l'alegria (pág. 8; la negrita es mía, claro). Si con las citas aquí recogidas no se despierta vuestro deseo de conocer el libro al completo, yo no puedo hacer más. 

José Manuel Mora.






Comentarios

AA ha dicho que…
Felicitacions!!!