Ascenso y caída de Adán y Eva, de S. Greenblatt

 "Nuestros primeros padres".

De nuevo un bello ejemplar entre manos. La editorial Crítica es antigua conocida mía, responsable de la Historia y crítica de la Literatura Española, que tanto me ayudó a preparar y aprobar las oposiciones de Secundaria, allá por el Pleistoceno Superior, en 1981. De modo que aparecer en su catálogo ya es un marchamo de calidad segura. La reseña periodística que leí también me animó a situarlo entre los que me van quedando pendientes, anotados en un trozo de papel para no olvidar. Y un último elemento, su autor, del que no hace tanto elaboré aquí un comentario (http://mbadalicante.blogspot.com/2016/07/el-giro-de-stephen-greenblatt.html) a propósito del libro con el que ganó el Pulitzer en 2012 y que me supuso una sorpresa en muchos órdenes de cosas. Como tampoco leo tanto ensayo, que repita autor y género puede ser otro buen indicativo. GREENBLATT, STEPHEN. Ascenso y caída de Adán y Eva. Barcelona: Editorial Crítica, 2018, traducción cuidadosa a cargo de Juan Rabasseda. Los 26€ que cuesta el ejemplar fueron sufragados de forma generosa por mi alumnado de español en Cruz Roja, quienes quisieron dejarme un buen recuerdo (su conocimiento y su interés ya lo habían sido) a la hora de despedirse tras tres años de aprendizaje. Gracias, pues, a todos ellos.


El libro en cuestión viene en tapa dura, con una fastuosa ilustración de Rubens, unas páginas de respeto en negro mate, dos bloques de magníficas ilustraciones a color de las distintas formas en que el imaginario colectivo ha ido recogiendo las figuras de estos dos presonajes, 48 páginas de notas explicativas de las citas usadas, lo que supone un aparato crítica nada desdeñable para un libro de divulgación, y 30 páginas más de bibliografía seleccionada (¡menos mal que sólo se incluye la seleccionada!), acompañadas por 20 de un índice analítico. Palabras mayores. ¿Quién se embarca en semejante aventura para estudiar un tema archiconocido, que forma parte del imaginario de nuestra infancia, al menos de la mía y de quienes pertenezcana mi generación? En la escuela los sábados estudiábamos Historia Sagrada, tal como la presentaba la Enciclopedia Álvarez. Aquélla, reforzada después por la formación de catequesis para la Primera Comunión, iba conformando todo un cúmulo de imágenes, ilustradas de manera sencilla, pero impactante, que venían a configurar una visión del mundo doctrinaria e inapelable, puesto que lo que nos contaban provenía de un libro sagrado: La Biblia


El profesor de Humanidades de la Universidad de Harvard, Greenblatt, de familia judía, ha decidido meterse en este jardín (perdón por el chiste fácil) y, según confiesa en el Prólogo, señala que "me he sentido fascinado por los cuentos que los humanos nos inventamos en nuestro afán de dar sentido a nuestra existencia" (pág. 13). La historia de la creación del primer hombre y de la primera mujer por parte de Dios contada en el Génesis, "ha configurado de manera decisiva durante siglos las concepciones de los orígenes y del destino del hombre" (Ibidem). Se pregunta cómo, algo de crácter claramente mítico pudo triunfar y mantenerse vivo a lo largo de los siglos. "La historia de Adán y Eva [...] recoge la extraña forma en que nuestra especie trata el trabajo, el sexo y la muerte" (pág. 18), junto con el concepto del libre albedrío y la consiguiente responsabilidad moral, y tal vez por eso se ha mostrado capaz de conquistar las mentes de los que buscan dar sentido a su existencia, puesto que "los humanos somos los únicos animales de la tierra que se preguntan cómo surgieron y por qué son como son [...] Intentamos calmarnos contándonos un cuento" (pág. 26). La capacidad fabuladora de los humanos es tan antigua como los orígenes del lenguaje seguramente y "la utilidad adaptativa de los relatos como forma de trasmitir conocimiento [...] es anterior a la invención de la escritura" (Ibidem). 



Y así, se remonta a las tablillas de arcilla que se salvaron milagrosamente  gracias a que el fuego de incendios devastadores las endureció y constata que ya "la historia del diluvio [en tablillas] formaba parte del gran poema épico Gilgamesh" (pág. 53), muy anterior al relato bíblico. Y la historia de la creación del mundo tuvo que pasar de la oralidad a la escritura en algún momento, probablemente en los tiempos del cautiverio de Babilonia, en la que se contaban otros modos del origen de los humanos. Escribir el conjunto de historias de su acerbo cultural suponía una manera de no someterse del todo al conquistador, "de resistir a las poderosas culturas de los pueblos circundantes" (pág. 43) y seguramente el escriba de todas esas tradiciones que acabaron conformando La Torá, bebió de distintas fuentas escritas u orales. Y en ese Génesis, cuya autoría se atribuyó a Moisés, quien lo escribió por inspiración divina, Adán y Eva ya tienen un papel protagonista. El autor bucea en otros textos de la tradición judía y cristiana para seguir preguntándose por cosas que el texto mosaico no explica. Hasta que llega a la figura de Agustín de Hipona quie, influido por sus avatares vitales, decidió establecer las figuras primigenias como seres humanos plenos y su historia, no como algo de carácter alegórico, sino literalmente veraz. Frente a la procreación planteada por Dios, "Creced y multiplicaos", propone la castidad como modo de acercamiento a la divinidad. "Agustín abrió las compuertas de una corriente de misoginia" (pág. 122) importante, ya que Eva, sería la causante de la caída y la posterior condena que heredaron todos sus descendientes. "La carga misógina integrada en el relato original se aprovechó para justificar el cruel maltrato de la mujer" (pág. 133). Y tras el pecado, la vergüenza, lo que permite al autor hacer un recorrido por las diferentes formas de representación de la pareja ocultando sus partes pudendas con hojas de parra.

 























Dedica luego a Milton y su Paraíso perdido (1667), nada menos que los capítulos 9, 10, 11. También el poeta inglés se ve condicionado por su historia de fracaso matrimonial y posterior reconducción de su vida en pareja, puesto que el divorcio no estaba bien visto. El propósito de Milton sería hacerlos plenamente reales, carnales, como una pareja humana dispuesta a compartir alegrías y dificultades. Estaríamos con él en el punto álgido del ascenso del mito. Como el propio título del poema anuncia, éste no tiene un final feliz. La expulsión del Paraíso sólo se verá compensada con la esperanza de la Redención a través de Cristo. Pero conforme avanza el siglo van surgiendo preguntas capciosas que ponen en entredicho la versión literal de la Biblia. Los oriundos del Nuevo Mundo no parecían compartir la vergüenza primigenia y se mostraban desnudos ante los recién llegados. ¿Cómo habían llegado hata allí? ¿Eran iguales en dignidad a los conquistadores? La teoría preadamita podría explicar su existencia. Y el declive se acentúa con la llegada de la Ilustración, muchas veces a través de la ironía,  y su cuestionamiento de todo lo recibido de forma acrítica. Copérnico, Bacon, Galileo, Newton habían ido desmontando elementos aparentemenente intocables hasta que ellos los criticaron. Voltaire acabaría de dinamitarlo todo. Su influencia en los recién nacidos EE.UU. se dejaría sentir en W. Whitman, adán primigenio, o en el fino humorista que era M. Twain. Al final, Darwin y El origen de las especies (1859) dio la puntilla con su teoría de la evolución al viejo relato mitológico del Génesis. "El Paraíso no se había perdido; nunca había existido" (pág. 259).  Sus conclusiones, en las que nunca citó a Adán y Eva, planteaban que "los humanos no eran ni únicos ni habían sido creados de una sola vez [...] como adultos plenamente formados, preparados para hablar" (pág. 260). Y es de este modo, investigando en textos múltiples, satisfaciendo la curiosidad del lector a tantas preguntas que se hubiera podido hacer, como va desmontando la historia de "nuestros primeros padres". Su conclusión lógica "que descendíamos de unos antepasados simiescos" (pág. 269) fue durante años todavía ridiculizada y puesta en entredicho. "Su ancestro simio lo es por parte de padre o de madre" (sic), le llegaron a preguntar. El libro concluye con un capítulo en el que el autor se va a una reserva de chimpancés en Uganda y de su observación deduce todavía unas ideas magníficas respecto a la conducta animal y la humana, tan emparentadas a veces. Queda mucho a los paelontólogos por descubrir, pero el libro de Greenblatt desmonta, tras un concienzudo análisis de su evolución, el mito de los orígenes. Entretenidísimo y argumentado. Los fundamentalistas debrían acudir a él. 

José Manuel Mora.






 

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