Big Little Lies, de Jean-Marc Vallée

 Turbulencias frente al mar.

Parafraseando a Fernán Gómez, las series, como las bicicletas, pueden ser para el verano. Disminuye la actividad y las horas de calor permiten quedarse en casa para entrar en las historias y las vidas de unos personajes que, si están bien trabajados, pueden hablarnos de nosotros mismos.  Big Little Lies es una producción concebida por un cineasta canadiense al que le he ido siguiendo la pista, Jean-Marc Vallée. De él vi, allá por 2005, C.R.A.Z.Y, demoledora en el tratamiento de la homosexualidad en la muy pacata sociedad católica canadiense. En 2013 me encontré con Dallas Buyers Club, descacharrante, a pesar de tratar el tema del sida, gracias a que venía completado con el tráfico de AZT desde México por parte del protagonista. La presente es una historia "de chicas". Humanísima.



Ahora el director se va a la costa oeste californiana, a Monterrey, a un ambiente de gente de alto poder adquisitivo, en una comunidad donde todo el mundo se conoce y donde los peques empiezan primaria, y en la que una recién llegada, sin pareja y con un hijo, despierta las suspicacias pertinentes en unas, y la solidaridad ciega en otras. Con un caso de matonismo infantil de por medio, y una investigación a propósito de la muerte de un integrante de la comunidad que se anuncia desde el principio, sin que sepamos quién es la víctima. El guionista David E. Kelleye parte de la novela de Liane Moriarty para contar la vida de unas mujeres que aparentemente lo tienen todo y que, sin embargo, cada una a su modo, vive sus frustraciones íntimas, sus deseos insatisfechos, sus angustias de pesadilla, sus renuncias, a una profesión, a un amor apasionado, a una venganza necesaria, que tanta insatisfección producen. No salen mejor parados los varones. Inseguridades, competitividad, deseo de posesión, todo ello con la intención de ser a la vez los mejores padres y madres. 


En medio de tanta cotidianeidad las relaciones cruzadas van dejando al desnudo las soledades más profundas, que provienen muchas veces de la incapacidad de comunicarnos con los otros. En ese sentido el grupo femenino tiene la ventaja de ser capaz de poner en común, de vivir una especie de sororismo solidario que puede romperse sin embargo cuando se ve en peligro a lo que más se quiere, los hijos.Los caracteres están dibujados con precisión: la habladora que se mete en todos los charcos,
(Reese Witherspoon), la prudente, cuidadosa y sufriente (Nicole Kidman), la triunfadora y dominante (Laura Dern), la atormentada por su pasado y recién llegada con su hijo (Shailene Woodley). Todas ellas conforman un mundo en el que se pueden dar las bajezas más humillantes y los gestos de generosidad. En ese sentido la serie no es esquemática y sus personajes están dibujados con complejidad y matices, lo que la hace más atractiva. 


Hay cosas, comodiría mi padre en el siglo pasado, "muy americanas": ese escenario en la escuela para la representación de fin de curso (ni en mis mejores sueños tuve uno así en ninguno de mis institutos, cuando era profesor de teatro), esa fiesta para recaudar fondos (todo en torno a E. Presley  y A. Hepburn), las casas frente al Pacífico (¿no se enfermará de belleza ante tanta puesta de sol?)... Ah, y una banda sonora magnífica desde los mismos títulos de crédito. En fin, nada que se pueda considerar "esencial para la supervivencia", pero algo bueno para pasar estos calores entretenidos. Se anuncia una segunda temporada para 2019 con la Streep, nada menos. Permanezcan atentos a la pantalla.

José Manuel Mora.
 


Comentarios