Nuevos iconos.
Al principio he pensado: "qué lujo, una proyección en una megapantalla para mí solo". Cuando ya éramos diez, "¿qué hace un chico como tú, viendo una película como esta?". A veces es necesario saber cómo se plantean cosas muy antiguas las jóvenes generaciones. Por el tráiler y por los comentarios leídos con anterioridad sobre Love, Simon, en su título original, sabía que no era "esencial para mi supervivencia". Y, aunque me perdí la posibilidad de verla en V. O. la semana pasada, he decidido ir. No está la cartelera veraniega para echar cohetes. Por supuesto, de su director, Greg Berlanti, abiertamente gay, según me cuentan las redes, y que ejerce además de guionista y productor en series de superhéroes, no había oído ni hablar. La peli basa su guión en una novela de otra desconocida, Becky Albertalli, escrita en 2015. Otra de las peculiaridades de la cinta es que se trata de la primera producida por la Fox, que no se caracteriza precisamente por sus ideas progresistas, con un personaje adolescente homosexual. Así pues confieso que era un modo de pasar una tarde de calores en la intimidad de una sala de cine. Y aquí va lo que me ha venido a la cabeza durante la proyección (110 minutos) y después de salir.
Tardoadolescencia, con una personalidad a medio hacer, con interrogantes de futuro, con conflictos íntimos respecto a los afectos... Nihil novum sub sole, que decía el clásico. Sin embargo hay elementos diferenciadores. Un ambiente familiar de economía saneada (el chico recibe un coche de regalo cuando ya puede conducirlo), unos padres afectuosos y formados que configuran una familia modélica, amigos desde la infancia con los que uno se siente integrado... Y sin embargo la losa del enorme secreto sobre la conciencia del protagonista. Felizmente no hay aquí un componente que se daba hace cincuenta años: la religión como amenaza de condenación eterna. El perpetuo deseo de pertenecer a un club que rechazaba a los integrantes réprobos, que eran conscientes de que fuera de la Iglesia no había salvación. ¿Qué hacer con el sentimiento de pecado por algo que se sabía natural y no buscado? ¿Cómo lograr la paz con uno mismo? A lo máximo que se podía aspirar, como en la peli, era a confiar el peso de la angustia al mejor amigo/a a riesgo de ser rechazado. Ese es el conflicto de la cinta presente. El protagonista no sale del armario por voluntad propia, sino que lo sacan a gorrazos. Ese ataque a la intimidad, ese poner al descubierto lo que sabes que te puede mostrar en debilidad es lo que se critica aquí. ¿Por qué los heterosexuales no tienen que salir del armario, se pregunta el protagonista? (La escena en que los tres amigos confiesan a sus padres que son héteros, es divertidísima, al igual que no deja de emocionar el diálogo personalizado con los padres del muchacho). Hay elementos que ni se podían imaginar entonces: la presencia de las redes sociales que nos ayudan a mantenernos en contacto, pero que también pueden destrozar una vida. Los móviles, los blogues, el ordenador portátil.. Y un personaje que realmente me ha sobrado por excesivo: el ¿jefe de estudios? del instituto, absolutamente increíble, al menos en estos pagos, incluso para los que ejercen de "enrollados".
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