"Benzinho" (Siempre juntos), de Gustavo Pizzi

 Madre coraje.

No nos llega mucho cine brasileño a estas tierras y, si lo hace, suele responder a clichés que tienen que ver con el mundo de las drogas, las favelas, las bandas de jóvenes delincuentes... Sin embargo ésta que voy a comentar se sale de las tarjetas postales y de las crónicas de sucesos. Benzinho, aquí traducida por Siempre juntos, pero que en Portugal o Brasil la gente entiende como apelativo afectuoso, "queridinho", que dicen en Galicia, es el segundo título de un director, guionista y productor brasileño, Gustavo Pizzi, de quien no había oído hablar; tampoco de su filme anterior, Riscado. Se presentó en el Festival de Málaga, donde ganó el galardón a Mejor Película Iberoamericana., además del Premio Feroz de la crítica; también en el alternativo festival de Sundance. Y parece que tiene por qué.


La playa a la que se dirigen los personajes del cartel anunciador no es Copacabana. Más bien se trata de un espacio descuidado y libre, con casas de planta baja en primera línea de playa, como las que había en nuestras costas en los años sesenta. Hablamos de un espacio de esparcimiento de una familia con las dificultades propias de la clase media baja carioca: padre vendedor de libros en una tiendecita decadente con deseos de prosperar, madre con un negocio de venta ambulante de telas en el que ayuda a su hermana (quien ha huido de su casa ante el maltrato del marido, por culpa de las drogas, dice él), y cuatro hijos, los dos últimos gemelos de nueve años. El mayor acaba de recibir la noticia de que ha sido seleccionado para jugar al balonmano en Alemania, con formación incluida, con todo lo que eso supone de oportunidad para él y de desgarro para la madre. Todo es cotidiano y, como sucede en la vida misma, una mezcla de alegrías, dificultades, frustraciones... El puntal que sostiene el entramado es una auténtica madre coraje que, en medio de tanto desastre, está orgullosa de haber acabado el bachiller a su edad. Estamos ante una comedia dramática que va desde escenas descacharrantes a otras en las que la protagonista se siente incapaz de seguir adelante.


Todo está contado como sin querer resaltar nada, a modo de une tranche de vie, que dicen los franceses. Seguramente la película posee una credibilidad que proviene de la actuación de Karine Teles, quien ya actuó con Pizzi en su anterior peli y que, como en ella, participó de la escritura del guión. Es soprendente la versatilidad de la que hace gala y cómo es capaz de pasar de una sonrisa deslumbrante a un llanto contenido que quiere ocultar a cámara. Es de una naturalidad pasmosa, como el resto del elenco, que parece muy bien dirigido a pesar de las dificultades que encierran planos en los que siempre hay más de cuantro o cinco personajes que se mueven con soltura y sin  molestarse.


Los sentimientos contradictorios de la mujer ante la partida del hijo podrían ser compartidos por tantas que han visto a sus vástagos marchar para estudiar o trabajar fuera. Esas últimas caricias antes de su viaje me han traído a la mente momentos vitales semejantes. No hay almíbar sin embargo, todo es muy contenido y por ello también más creíble y compartible. He aquí, pues, un filme que nos acerca a una realidad lejana y próxima a la vez, sin grandilocuencia ninguna, con unos personajes todos absolutamente cotidianos, humanísimos. Buena peli de verano para combatir estos calores extremos.

José Manuel Mora.




Comentarios