Todos lo saben, de Asghar Farhadi

 La tierra.

Queda cerrado el paréntesis vacacional. A más distancia, más duro es el regreso. Volver del crudo invierno canadiense al veranillo de S. Miguel alicantino cuesta. Hoy, aprovechando la semana del cine, he ido a ver una peli que viene firmada por un director con el que he vivido momentos intensos ambientados en su país: El viajante y, sobre todo, Nader y Simin, una separación), ambas ganadoras de sendos oscars. Se trata de una coproducción con dinero fundamentalmente español. Resulta poco habitual que un filme español inaugure el Festival de Cannes, como hizo la que voy a comentar. ¿Qué ha llevado a  Asghar Farhadi, iraní, a decidir ambientar su historia en nuestro país? Parece que ha viajado mucho por él y que es un enamorado de su paisaje, de su gastronomía y de sus gentes. Todos lo saben se ha rodado en la provincia de Madrid pero cuenta una historia universal. Veamos por qué.



Una familia de un pueblo mesetario se reúne a celebrar una boda con la consiguiente reunión de amigos y parientes. En plena fiesta se va la luz y desaparece una adolescente venida con su madre desde Argentina, por la que piden luego un rescate abultado. Estamos en el universo del thriller. Sin embargo ese drama hará que salgan a la superficie mentiras antiguas que son necesarias para sobrevivir, viejas rencillas familiares que estallan sin apenas levantar la voz (es una película de interiores, aunque el ambiente de la Meseta esté perfectamente captado), pasiones mal resueltas, secretos bien guardados, o no tanto, envidias pueblerinas, sospechas inquietantes, odios retostoneados y luchas por la posesión de la tierra. Todo, ello escrito por el director, podría haber sido rodado en Irán, puesto que se trata de sentimientos comunes a todos los seres humanos. Tiene su punto que haya elegido un pueblo y una familia comunes  y corrientes y que la historia pase como nuestra; la boda, sin ir más lejos, es totalmente española. Como es tan de aquí el pasar de la celebración al dolor, el resquemor y la sospecha. Todo ese entramado, que se va desplegando ante nuestro ojos a lo largo de 130 minutos, queda sin embargo resuelto de una manera algo simplona. Pero el dibujo de los caracteres es certero y por lo tanto creíble.


Penélope Cruz y Javier Bardem saben elegir cada vez mejor sus trabajos. Ambos son capaces de mostrar el dolor y la desesperación ante la pérdida de lo más valiosos, ella, y el desconcierto, la bonhomía, la generosidad (por una vez escapa del papel de "malo"), él, con una verdad contenida y sin aspavientos, sin maquillaje exterior ni íntimo. Ha habido un buen director a la hora de elegir el resto del elenco (perdón, casting), porque a ellos dos se unen  Eduard Fernández y Elvira Mínguez, siempre tan estupenda de gesto y tono, como secundarios de lujo, igual que Ramón Barea, por no hablar de las otras dos mujeres del reparto, Bárbara Lennie, frágil e intensa, e Inma Cuesta, feliz y preocupada y, a modo de guinda argentina, el maestro Ricardo Darín, lidiando con un personaje algo acartonado que acaba sacando adelante con precisión. Todos ellos me parecen magníficamente dirigidos, a pesar de la dificultad de hacerlo sin la coincidencia de idiomas entre actores y director. Una película coral. 

José Manuel Mora.



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