Counterpart (Temporada I y II), de Justin Marks

Mundos alternativos.

 Nuevamente me adentro en una serie sin haber leído nada sobre ella, ni tener ninguna referencia al respecto. En una tarde tonta decido investigar entre la abundancia de títulos que ofrece HBO y me paro a leer la sinopsis de una de ellas. Animado por sus diez capítulos y una sola temporada, me dispongo a ver el primero de los que se ofrecen. El diseño de producción es de tal calibre, y la interpretación del protagonista tan sorprendente, que me quedo atrapado. Sin embargo no lo concluyo, no recuerdo ya por qué, y lo olvido. Cuando por fin lo retomo, me la he ventilado en tres sesiones maratonianas, casi sin aliento. Estoy hablando de Counterpart, serie creada por Justin Marks. Su trabajo aquí, además, como guionista, está lejos de su obra anterior, The Jungle Book (2016) para Disney; por lo que he leído, parece que ya se prepara una segunda temporada para enero de 2019. Yo he llegado algo tarde al visionado de la primera, pero la he disfrutado. Y ahora diré por qué.



Aunque el arranque plantea el mundo gris de un oficinista en Berlín, atrapado por la imposibilidad de un ascenso, y el cuidado hospitalario de su mujer, que ha resultado atropellada, pronto descubrimos que hay otro Howard, en una realidad paralela, que se dedica a tareas de espionaje de lo más expeditivas. Esta dualidad de personaje en realidades diferentes me ha traído a la mente un cuento de J. Cortázar que me dejó honda huella en su momento: Lejana, incluido en Bestiario (1951). En aquella época yo no había leído nada respecto al Doppelgänger, ni sabía que se trataba de ese doble que puede caminar a nuestro lado sin que lo sepamos y que posee muchas veces un componente maligno, una especie de gemelo, que desde el Romanticismo se configura de manera paradigmática en el  Dr. Jekill y Mr. Hyde de Stevenson. Lo volverán a tratar Dostoievski, Andersen y Cortázar de nuevo en su magna obra, Rayuela, con su protagonista duplicado en "el lado de allá" y "el lado de acá", como sucede en la serie. Ese otro yo tiene un componente psicológico importante, tal vez sería quien es capaz de lograr o realizar todo lo que yo me vedo a mí mismo o lo que la vida me niega. Esta es la parte que más me ha interesado aquí, tal vez porque la cuestión de la ciencia-ficción siempre se me queda más distante. Con todo, ese aspecto aquí se imbrica en una realidad que yo he conocido, la de un mundo dividido por el telón de acero y, de forma más material, por el muro de Berlín. Ambos territorios quedaron separados en la historia que se nos cuenta tras una catástrofe en los años ochenta del pasado siglo, y una epidemia de gripe en el lado de allá mató a un sinnúmero de personas, lo que comporta un intento de venganza.
 

Poco a poco descubrimos que hay más personajes que poseen un doble y, aunque tengan en común el mismo ADN, han acabado evolucionando de modo diferente y no siempre complementario. Hay un túnel subterrráneo que conecta ambos mundos y que permite el tránsito de uno a otro, tras complicadísimos procesos de identificación y papeleo. Esa parte de relato de espionaje de corte clásico entre un lado y otro se va desvelando en giros de guión que, aunque algo confusos al principio, van encajando como en un rompecabezas.



Una tal Sara Serraiocco encarna un personaje femenino, una sicaria inquietante por lo  inmisericorde, de belleza enternecedora, que acabará conociendo también a su doble y la imposibilidad de ser de otro modo; no es la única. Los guionistas Amy Berg y Justin Marks van dosificando la información de forma sabia, medidísima. La creación de espacios diferanciados para cada uno de los mundos, siempre con fondo berlinés, está magníficamente conseguida, al igual que una fotografía de tonos oscuros, marrones, grises o una música envolvente de Jeff Russo, que acompaña sin subrayar la acción.


Con todo, lo que me ha dejado con la boca abierta ha sido la doble composición del actor J.K. Simmons, y eso que es un rostro que no he memorizado después de haberlo visto en Juno o en La La Land, por citar sólo un par de su larga carrera. Después de este trabajo no creo que olvide ni su personaje ni su nombre. Es asombroso cómo sin una caracterización diversificada, con sólo la manera de mirar, con bonhomía o con dureza, o de caminar encogido o de forma decidida, logra componer dos personajes que son antagónicos. Dejo de lado la manera en que aparecen en un mismo plano, puesto que con la digitalización creo que todo es posible. El rizo se acaba de rizar cuando uno tenga que sustituir al otro en el mundo del que viene y eso les lleve a descubrir una parte de su propio yo que desconocían y la imposibilidad de dejar de ser quien se es, aunque todo haya cambiado alrededor.


Tampoco querría olvidar a partir de ahora a Olivia Williams, Emily, a quien había visto en  The Ghost Writer aunque no la recordara. Sin tener que desdoblarse como su compañero, es capaz de mostrar fiereza y decisión, a la par que empatía y sentimiento de una forma muy creíble. Nazanin Boniadi (me sonaba de Homeland) es otra de las personas que han atravesado el túnel y se han de desenvolver en un mundo que no es el suyo y para el que han sido preparadas desde su infancia en una formación que recuerda los peores momentos de adoctrinamiento de la Europa del Este. 



Es toda esa lucha íntima de los personajes por adaptarse a nuevos entornos lo que, unido al conflicto entre las dos realidades paralelas, más la presencia de topos dentro de la propia agencia donde trabaja Howard, produce una tensión narrativa y emocional de alto voltaje. Queda sabiamente abierto el final y no veo el momento de que se estrene la segunda temporada para ver qué es de todos ellos. 

José Manuel Mora.

P.S. Ya en febrero de 2019 veo la segunda temporada y acabo por desinteresarme definitivamente, dado que las complejidades de las tramas paralelas se hacen difíciles de seguir y el final me parece que queda un poco cojo. Sigo valorando las actuaciones de actores y actrices, pero la historia del doble espionaje acaba imponiéndose casi por completo sobre la psicológica que tanto me había atraído al principio. Una lástima. 



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