El asesino tímido, de Clara Usón

 ¿Novela?

Quien se aventure por estas procelosas páginas de recomendaciones lectoras, signifique procelosas lo que quiera significar, que diría el maestro Millás, sabe que acostumbro a contar mis fuentes, mis "recomendadores", mis estímulos, de dónde quiera que vengan. Es lo menos que puedo hacer para mostrar que "el viento sopla donde quiere" y que, como no tengo obligación curricular, voy leyendo un poco a capricho o influido por gente de la que me fío. En este caso mi antigua compañera del departamento de Lengua, Pilar, parece que había disfrutado mucho con el libro que voy a comentar. USÓN, CLARA. El asesino tímido. Barcelona: Ed. Seix Barral, 2018. Yo tenía además una buena referencia personal al haber leído hace ya tiempo La hija del Este (https://mbadalicante.blogspot.com/2014/10/la-hija-del-este-de-clara-uson.html). Ahora éste se encarama a la lista de los cincuenta seleccionados como los mejores de este año y Premio Sor Juana Inés de la Cruz a la mejor novela del año escrita por una mujer en la Fil de Gaudalajara, México. Reconozco que sólo había leído un título premiado anteriormente con este galardón, Inés y la alegría, de A. Grandes.


En una de las páginas iniciales ya nos aclara la autora el sentido del título. "El suicida busca la muerte, actúa con premeditación y alevosía  y es, por tanto, un asesino, un asesino medroso quizá, un asesino tímido" (pág. 35). Y lo que se inicia como una evocación de los años de formación y juventud de la escritora (Barcelona, 1961) acabará derivando en algo bien distinto, como luego veremos. "Queríamos divertirnos [los jóvenes de mi generación], queríamos ser modernos" (pág. 10). La palabra "moderno" es desde luego definitoria de toda esa genración de los 80.  Y sin embargo subyacía una contradicción pues todos ellos habían nacido todavía en tiempos del "innombrable". Dice la narradora/¿autora?: "Yo era, me gustara o no, una niña con educación franquista" (pág. 13). Y como tanta gente entonces, ante la represión de Mme. Censura, viajó a Perpignan a ver cine de lo que aquí acabó conociéndose como "el destape", para saborear la libertad. Y "la libertad era eso, por el momento, ver pechos [...] nunca un pene, lo cual hubiera sido libertinaje" (pág. 16).


Y de repente el libro da un giro inesperado. Y, usando  la técnica que ya desplegó en el citado más arriba, se nos empieza a contar la historia de una tal Sandra Mozarowski, actirz de este tipo de cine, que murió/¿se suicidó? en 1977 con apenas 19 años. Aparentemente era amiga de la hermana de Usón y los detalles se nos cuentan con profusión de citas sacadas de revistas de la época: Pronto, Primera plana, Diez minutos... Para mayor morbo la relaciona con las altas esferas: "¿Fue Sandra amante del rey? (pág. 73). Y recurre ahora a información recogida en blogues, páginas web y vídeos de internet. El quiebro narrativo le sirve para ironizar sobre ella misma y su tarea narrativa: "Si yo fuera una escritora ambiciosa, abandonaría a Sandra para dedicar todo mi esfuerzo a retratar [...] la Transición" (pág. 95). Pero no se conforma con ello. Vuelve a su supuesta biografía: "Sería abogada, aunque sólo fuera por llevarle la contraria [a su padre]" (pág. 109). A sus desencuentros constantes con la madre, licenciada, pero dedicada a la casa y los hijos, a la lectura, al tabaco y al alcohol. "Le dimos muchos disgustos, es decir, yo se los di" (pág. 122). Acaba rindiéndole homenaje: "Mi madre era una lectora voraz y me había contagiado su entusiasmo" (pág. 133).


Pero Usón no cree en la novela tipo "rollo chino", que decía J. Cortázar. Más bien confiesa que "no creo, por ejemplo, en la UNIDAD de la novela" (pág. 124), me da la impresión que más bien estará de acuerdo con aquél que postula que novela es todo lo que sigue a lo qe viene encabezado con ese término. Y, en un salto mortal, sigue pasando de su biografía a la de Sandra y de ahí a Wittgenstein, cuya familia era muy propensa al suicidio, a la de Camus, con su mito de Sísifo, del que ella se considera un trasunto como novelista subiendo cada piedra/novela incansablemente, puesto que "otra de las reglas de esta novela es la discrepancia" (pág. 125) de lo establecido. «Es la primera vez que hablo de mí misma, de mi obsesión por el suicidio, y que lo hago en primera persona, pero eso no quiere decir que sea autobiografía», confiesa, porque en realidad se trata de nuevo de un libro de "realidad ficcionada", perdón por el palabro. Se autocita incluso al hablar de la novela señalada más arriba. 


«Todo lo que cuento es verdad, salvo alguna cosa», dice Usón, como si fuera Rajoy. Y cuenta su viaje al mundo de las drogas, de las clínicas de desintoxicación y los psiquiátricos, de dónde acabó por salvarla su madre, a la que de alguna manera dedica el libro, "mi madre hubiera merecido otra hija, yo habría preferido otra madre, al principio, después no, cuando ya era demasiado tarde" (pág, 227). Lo hace por persona interpuesta, para que no sea tan "autobiográfica". Como si lo que le sucedió fuera una película interpretada por Sandra. "Así fueron los 80, una década de fiestas y entierros [...], las sobredosis, el sida [...], nadie nos lo había advertido, sólo queríamos divertirnos" (págs. 146-7; vid supra). Se pregunta por el sentido de la vida, "es el miedo a la vida lo que provoca el suicidio", matiza, y ella lo intentó en varias ocasiones "pero poco";  y acaba coincidiendo con Pavese, otro amigo de quitarse de en medio, quien afirma que "la literatura  es una defensa contra las ofensas de la vida" (pág. 224). Y ya con las palabras de la propia Usón: "Creo un mundo de sombras para mí en el que me defiendo de la vida y en el que me siento cómoda, yo que sólo soy una sombra" (pág. 224), como acabremos siéndolo todos, añado yo. Probablemente un relato de aquellos años locos, en primera (autobiográfica), o tercera persona (narrativa), me hubiera atrapado más. Y aunque intuyo las razones del distanciamiento para tanto meandro, toda la historia de Sandra, con su toque de ironía y casi humor, como las vicisitudes del filósofo austriaco narradas con profusión, a mí me ha ido enfriando la lectura.  Es seguro que los que la han considerado como el libro del año tienen mejor olfato que yo. Si tuviera que elgir, me quedaría con el horror de realidad novelada de la hija de Mladic, que los dioses confundan, tan de actualidad, ahora que Cataluña vuelve a acercarse al abismo de la violencia. 

José Manuel Mora. 

Comentarios

blanca Arbelaez ha dicho que…
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