El veredicto, de Richard Eyre

 So British...

Qué gusto volver a ver cine en una sala llena. Lo del día del espectador funciona. Público mayoritariamente femenino y "de edad". ¿Fenómeno "fan" de nuevo? En mi caso, sí. Sigo la carrera de la Thompson desde hace muchos años, como actriz, guionista, activista política de carácter progresista, actriz capaz de cantar y tocar el piano..., pura actriz británica de escuela y talento: Los amigos de Peter o Howard's End, ambas de 1992; Lo que queda del día, Mucho ruido y pocas nueces, o En el nombre del padre de 1993, pero sobre todo con la que consiguió emocionarme hasta los tuétanos fue Sentido y sensibilidad (1995). Multioscarizada, claro. Capaz de ser también una cómica extraordinaria, lo demostró en Love Actually (2003) y ha ido adaptando sus papeles a su edad, asumiendo arrugas y experiencia, como aparece en Nunca es tarde para enamorarse (2008) o en Saving Mr. Banks (2013), ambas en papeles de señora estirada pero con corazoncito. No seguí la saga del niño mago en la que ella ha estado presente, y hacía tiempo que no veía nada de suyo así que, aunque no vi en su momento ninguno de los títulos del director de la que voy a comentar, Richard Eyre, un clásico de cine y televisión muy académico, me ha bastado verla en el tráiler para sentir ganas de reencontrarme con ella. Que estuviera basada en una novela de Ian McEwan, aquí guionista, también suponía un aliciente, ya que es un buen conocedor de la Gran Bretaña actual. El veredicto (The Children Act, en su título en inglés tiene mucho más sentido) es como se presenta en nuestras pantallas. 


Por una vez las críticas no me habían destripado la trama, cosa que yo tampoco voy a hacer, y tan sólo sabía algo del planteamiento del filme. Una estirada jueza del Tribunal Superior londinense, con un matrimonio cascado por el trabajo absorbente de ella y los muchos años juntos, ha de decidir sobre la transfusión, o no, a un joven testigo de Jehová, que la rechaza por la influencia de sus padres y por la comunidad a la que pertenece y por estar prohibido desde el Génesis ("Pero en esa época no había transfusiones, ¿cómo puede prohibirlas el Libro?", se dice en el juicio. A los creyentes la lógica les suele dar igual).  La visita de la jueza al muchacho será definitiva para su veredicto. Así va la cinta alternando la reflexión con el sentimiento, casi siempre contenido, a la manera del de las islas, según el tópico. Todo está cuidadísimo, desde las vistas callejeras de Londres o New Castle, al seguimiento hasta su trabajo de la mujer. Los interiores no pueden ser más británicos, así como los comportamientos de algunos secundarios, como el personaje enternecedor del ayudante del juzgado. Las piezas de piano que acompañan a la cinta, el poema de Yeats que ella canta...todo tan british. El hospital y los juzgados son una muestra de la convivencia de razas en la sociedad británica actual, en puestos de responsabilidad, a las puertas del Brexit. 


Y el reecital que ofrece la Thompson es de campeonato. Con tan sólo miradas, transmite cansancio, enfado, ternura, compasión... Vestida de negro, como exigen las normas de la Corte de Justicia, no necesita mucho más para revestirse de autoridad. Es increíble la dignidad con la que esta mujer enfrenta la cincuentena, edad peligrosa para casi cualquiera que no tenga el corazón abrigado o una carrera que dista mucho de acabarse. Impresionante cómo canta al piano la balada de Yeats hasta que se le quiebra la voz. Es un placer escucharla en el tráiler en versión original, cosa que el pase de ayer no me permitió. Stanley Tucci es el marido cansado de esperar que le hagan caso. Contenido en sus peticiones de diálogo y atención y cercano cuando hace falta. Y, aun cuando su cara me sonaba, he tenido que consultar la wiki para recordar que lo había visto desde antiguo en  El honor de los Prizzi (1985), luego en El informe Pelícano (1993), o en Margin Call (2011), ya comentada aquí, pero ni así retengo todo... Y lo que me preocupa más por más cercano, en Spotlihgt (2015) haciendo de abogado hace nada. La cara novedosa es la del cuasiprincipiante Fionn Whitehead (debutó en Dunkerque, que me negué a ver), quien encarna al muchacho con bastante verosimilitud, lleno de contradicciones y desvalimiento. Así pues, cine correcto, dentro de estructuras clásicas y conmovedor en algunos momentos. Me alegro de seguir los pasos de esta mujer.

José Manuel Mora.


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