Cervantes para cabras, Marx para ovejas, de Pablo Santiago.

 Divertimento cervantino.

Mi compañero Juan Martínez, lector empedernido y habitualmente acertado en sus elecciones y juicios, me puso delante de las narices el primer párrafo de este librito; ello y su título hicieron que me lo agenciara y me lo haya bebido en un par de semanas. Y mira que debe de ser peligroso intentar "revisitar", que decimos los modernos, nada menos que a Cervantes. Ya desde el título hay un tono paródico evidente que irá matizándose conforme la narración avanza. SANTIAGO CHIQUERO, PABLO. Cervantes para cabras, Marx para ovejas. Sevilla: Ed. Maclein y Parker, 2018. Son 309 págs en un formato poco habitual, pero es algo que suele ocurrir con esta editoriales alternativas, que gustan de arriesgar en autores, títulos y presentaciones. Que desde abril lleve dos ediciones dice a las claras el éxito que está obteniendo.


Ni la editorial, ni el título, ni por supuesto su autor. No había oído hablar de ninguno de ellos. Pablo Santiago Chiquero (Córdoba, 1981) es un licenciado en periodismo, trabajador del mundo editorial y guionista en Canal Sur. Tuvo que esperar a 2011 para publicar Historias del Guadalquivir. Como tantos otros escritores ha tenido  que emigrar y vive y trabaja en Heidelberg, desde donde promueve el World Literary Atlas (www.worldliterayatlas.com/es) página en la que se pretende aunar lugares geográficos y literarios. En 2016 publicó su primer libro de relatos, Once goles y la vida mientras, ambientada en el mundo futbolero, en esta misma editorial, y luego ésta, su primera novela. 


La historia está ambientada en la Serranía de Córdoba, en un pueblo llamado Abra, allá por los años treinta del pasado siglo. Un cabrero cuyo padre murió fulminado por un rayo en medio del campo, decide encamarse un día. Ni los ruegos ni los cuidados de su madre parecen servir para lograr que se levante. Tampoco las atenciones de su novia Conchita. Tan sólo Lázaro, el maestro, consigue que se vuelva a interesar por algo, al dejarle el Quijote junto a su cama. Las aventuras del caballero lo espolearán a salir de casa buscando luz para poder seguir leyendo. Las clases del maestro "giraban con frecuencia en torno a  temas generales como la higiene, las enfermedades, el uso de la violencia, la familia, la alimentación, el trabajo o la importancia de la alfabetización para tener una vida próspera y feliz (pág. 31). Todo un programa muy en la línea de la Institución Libre de Enseñanza de la época: "no eran pocas las mañanas en las que, luciendo el sol, sacaba a los muchcachos a pasear por el campo" (pág. 31). Estas actividades eran las mismas que mi padre, maestro de Sella, un pueblecito alicantino, ponía en marcha por los mismos años. 

 

























Al igual que el maestro de la ficción, mi padre puso sus libros a disposición de quien quisiera leerlos, conformando una primera biblioteca. "Leer, leer mucho [...] como si leer alimentara, como si leer fuera como respirar" (pág. 30). No es mañ propósito, incluso hoy, que se lee tan poco y de manera tan superficial. El autor, al modo cervantino, formula unos epígrafes introductorios ("Del ingenioso y nunca oído ardid con el que Mateo..." pág. 117) y él mismo se incluye en la narración: "Nuestra historia hubiese quedado en este punto" (ág. 37), adelantando, como hacía D. Miguel,  lo que va a venir a continuación: "Y ahora se contarán la primera y segunda salida que el cabrero Mateo hizo" (pág 48), con una ironía a veces socarrona: "El que esto escribe ya estaría listo con su novela si..." (pág. 142). Como sucedió a D. Quijote, las gentes del pueblo pensaban que "Mateo no había salido con la cabeza muy buena de aquel episodio" (pág. 57), puesto que del libro cervantino pasó a El Capital de K. Marx, que fue para Mateo "como una pedrada, [...] como ser derribado del caballo en el camino de Damasco [...] comprendió muchas de las injusticias y dramas" (pág. 81) y los iba leyendo en el mercado a quien quisiera escucharlo, porque "también la gente de derechas, en este mundo, sabe que la riqueza está muy mal repartida" (pág. 79). Tras un altercado decide leer ambos libros a su ganado con la división de opiniones que el título señala. Se hace famoso hasta el punto de que Juan Ramón y Zenobia lo visitan en el pueblo y acaba organizando una explotación agraria de carácter comunal y autogestionada, llamada Ínsula de la Esperanza. 


El tono, a lo largo de toda la narración, es menor. Todo está tratado con la misma sencillez que requeriría un entorno semejante. Las comparaciones y metaforas son acordes a la realidad: "Breve y enlutada como una noche de verano" (pág. 39); "a punto de caer la guillotina del atardecer" (pág. 47); "la camisa con más lavados que un guijarro de arroyo" (pág. 124); "parecía que la luna se había de descolgar de su clavo" (pág. 186); o para terminar, "Dos o tres estrellas engastadas en el agua de estaño", (pág. 280). Todo el libro, incluso en los momentos de mayor dramatismo, mantiene esta tónica: el predominio de las fuerzas vivas, la presencia lejana de la puticas, el contacto con la capital o el conflicto civil que se está larvando. De todo ello emergen los dos personajes fundamentales de la historia, Mateo el cabrero y el maestro Lázaro. Todo un logro por parte del autor, acercarse a los aires manchegos y salir con bien del intento. Entretenido, bien escrito, cercano a lo que pudo suceder. Un regalo en pequeño formato.

José Manuel Mora.  

Comentarios

LuisLopez ha dicho que…
Ya lo leí y me encanto este libro por lo mismo de su sencillez