La favorita, de Yorgos Lanthimos.

 Triángulo.

Quienes siguen estos comentarios saben que no presumo de buena memoria. He de recurrir a la Wiki en ocasiones y en otras, a mis propias notas en este blog. En este caso hacía poco tiempo que había visto por la tele un filme que me impresionó, Canino (2009). Y el nombre de su director, al ser griego, era más fácilmente identificable. Así que, cuando se anunció La Favorita, dirigida por Yorgos Lanthimos, me sorprendió un tráiler ambientado en la Inglaterra del XVIII, muy lejos de lo que había en aquella familia griega enclaustrada por los padres, con unas relaciones de sometimiento letales. Es evidente que el director ha cambiado el tercio, pero no tanto.



Ana Estuardo (Londres, 1665 – 1714) es la reina aquí retratada. Sin hijos (tuvo diecisiete y los perdió a todos), inmersa entre las luchas de los dos grandes partidos parlamentarios a costa de la guerra contra Francia, y en manos de una consejera, Lady Sarah, que ejerce enorme dominio sobre ella gracias al afecto que ésta le ofrece y que la reina necesita en su soledad, se verá de repente alterada en su regalada, a la par que doliente, vida con la llegada de una doncella, Abigail, prima de la anterior y dama noble venida a menos, que querrá ejercer también su influencia junto a Ana, para labrarse un porvenir y salir de la pobreza en la que vive. Las tácticas para conseguirlo deberán vencer el status quo que Sarah tenía establecido y que pasa por controlar la política exterior del reino, las cuentas de palacio o las decisiones reales. Nadie cede poder e influencia sin presentar batalla y el combate entre las dos mujeres es casi cruento. Todo ello y el ambiente de época me ha traído a la mente Las amistades peligrosas. Aquí también todo vale para conseguir los propósitos: sometimiento, argucias, mentiras, trampas, venenos, chantajes y mucha mala baba. La más frágil, a pesar de su poder omnímodo, es la reina, que logra transmitir un desvalimiento que la va acercando al espectador conforme avanza el metraje. Tres mujeres en un mundo de varones acostumbrados a hacer y deshacer mediante guerras o impuestos.


La foto que dejo  es una muestra perfecta del cuidado de la producción: localizaciones fastuosas, vestuario y maquillaje acertadísimos, mobiliario de época, iluminación precisa a través de ventanales o de velas en largos corredores. Todo ayuda a la recreación del momento, junto con una selección de piezas musicales muy apropiada. Me sobran los intentos al principio de épater le bourgeois por parte del director, con unas tomas con ojo de pez que deforman los planos o unos barridos estereoscópicos. A medida que el gran guiñol inicial se va tiñendo de dramatismo, todo ello se apacigua y la cámara se acerca al rostro de las tres actrices para ahondar en su interior, los celos, el ansia de poder, las conspiraciones, sin por ello abandonar la sofisticación de la puesta en escena. Hay una crueldad radical sin mucha explicación aclaratoria en ambas mujeres, que pelean por ganar los favores,  para mostrar quién manda.


Rachel  Weisz, actiz de mirada impenetrable y fría cuando quiere, incluso con un ojo cubierto, a quien sigo desde The Constant Gardener (2005) y en la incorporación de la fascinante Hipatia de Ágora (2009), pero sobre todo en Denial (2016) y Disobedience (2018) aquí comentadas, es en la cinta la mujer prepotente, acostumbrada a hacer y deshacer, sabedora de la dependencia afectiva de la reina, lo que le sirve para manipularla a su antojo. Emma Stone me cautivó en la oscarizada La La Land y aquí borda el papel de la sumisa inicial que ha de sobrevivir a humillaciones y castigos físicos, hasta irse haciendo imprescindible y conocedora de los resortes cortesanos. Su valentía al mantener los primeros planos es enorme. Pero está claro que para mí el gran descubrimiento del filme es Olivia Colman, nombre que habrá que retener. Es una actriz mayoritariamente de series televisivas británicas, aunque la he visto sin retenerla en La dama de hierro  (2011, con la presencia eclipsadora de M. Streep) y en El asesinato en el Orient Express (2017). Su construcción del personaje de esa reina que parece no enterarse de nada, con ataques de furia contra quien menos los merece, o caprichos bulímicos autodestructivos, va pasando desde alguien cercano a la farsa, rodeada de conejitos, hasta convertirse en una máscara trágica, cada vez con mayor economía gestual, limitada en sus movimientos por sus problemas en las piernas que le provocan una terrible y dolorosa cojera. He dejado la foto anterior para que se vea a las tres en su apariencia actual y sin los exagerados afeites de aquella moda. Tal vez no sea una cinta para estomagos sensibles, Lanthimos nunca es condescendiente, pero además de una espléndida recreación de época, supone un buceo en el alma de tres mujeres que actúan como si los varones fueran meros juguetes para lograr sus propósitos y dispuestas por retener el poder o conseguirlo si aún no se tiene. Creo que me ha encantado.

José Manuel Mora. 









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