London Spy, de Tom R. Smith y Jakob Verbruggen

 De amor y espías.

Llegar tarde a las plataformas es lo que tiene. De repente, y al preparar el anterior comentario sobre series (A Very English Scandal), me entero de otra protagonizada por el más joven de los actores que encabezaban el reparto allí, y descubro que es nada menos que de 2015. Netflix me permite verla ahora. Así pues no es ninguna novedad. Sin embargo el marchamo de la BBC, una vez más, me resulta atrayente, convencido como estoy de que será de factura impecable y atraído además por el mundo del espionaje de su Graciosa Majestad, que tan buenos momentos ha dado en la literatura, véase Le Carré, y en el cine. Es cierto también que saber de antemano que London Spy es una miniserie de una sola temporada, con apenas cinco capítulos, me anima a verla casi de una sentada. Sus creadores son el novelista Tom Rob Smith, que aquí ejerce como guionista, y el belga Jakob Verbruggen, The Fall, The Alienist, ésta última aquí comentada hace poco, en la que ejercía como director. Una vez más me apetece señalar que los créditos me resultan enormemente atractivos, con esa combinación numérica convertida en alfabética sin apenas notarse. Muy sugerentes y adecuados al contenido de la intriga por otra parte, aunque sólo parcialmente.


¿Pueden, de entrada, dos hombres enamorarse perdidamente perteneciendo a mundos completamente distintos? Uno, Danny, es un jovencito, amigo en el pasado de discotecas, alcohol, sexo y drogas, y hoy trabajador en una empresa de almacenaje de paquetes; y el otro, Alex, un aparente trabajador en la banca de alto standing, que resultará ser espía para el MI6, lo que lo ha llevado a tener una vida solitaria y aislado de todo (no destripo nada; se sabe desde el primer capítulo), con un único rito de escape: correr a diario. Ni sus vivencias, ni su educación, ni sus gustos, ni sus maneras, ni su lenguaje ayudarían a apostar a que sí. Y sin embargo... Tras un encuentro fortuito algo sucede entre los dos hombres, que los enlaza de manera definitiva. Se rompe así desde el principio con alguno de los estereotipos de las relaciones homosexuales. Aquí tenemos encuentro interpersonal, fidelidad, afecto y protección mutuos, entrega absoluta. Cuando Alex desaparece sin dejar ni una nota, Danny se implicará de forma total en su búsqueda y en las razones de su desaparición, sin saber dónde se está metiendo y sin intuir que está poniendo en peligro su propia vida. Las sospechas, las dudas, las mentiras, las pistas falsas, todo va creando una trama de auténtico thriller agobiante y oscuro, por momentos, agónico. No se puede escarbar impunemente en el mundo de los espías. Estará ayudado por un personaje ya mayor, antiguo amante y del que fue protegido. Y tendrá que enfrentarse al pasado del desaparecido, con el personaje terrible de la madre de Alex.



Ben Whishaw vuelve a mostrarse aquí como un actor de raza, lejos del amanerado Norman de la serie citada, donde también dejaba claro que era capaz de venganza. Hay aquí fragilidad y decisión, empeño en luchar por lo que se ama, coraje y determinación para meterse en el avispero. Y angustia ante la imposibilidad casi metafísica de conocer por completo a la persona amada, de la que se le van revelando cada vez nuevos aspectos conforme ahonda en su misterio. Edward Holcrof es un actor al que no conocía y que está perfecto en su torturado papel, incapaz de amar hasta el momento en que conoce a Danny, en cuya relación se va adentrando con todo el resquemor del mundo hasta ser plenamente conquistado. Charlotte Rampling es su madre: con la elegancia que proviene de haber nacido en una clase social educada, lo que la muestra distante, severa, atormentada también por un antiguo secreto que irá debelando a cuentagotas. Y el cuarto en discordia, Jim Broadbent, a quien llevo viendo desde Juego de lágrimas (1992) hasta Juego de tronos, y con cuya cara no había conseguido quedarme, a pesar de haber sido oscarizado por su papel de reparto en Iris, que en su momento no vi, está espléndido; es un actor de carácter de la vieja escuela británica, que tan buenos ejemplares nos ha dado. Comprensivo, todavía enamorado a pesar de la edad, conocedor de las cloacas londinenses y de las altas esferas, capaz de arriesgarlo todo por fidelidad a un antiguo amor.



Aunque el entramado del espionaje está muy bien presentado, un mundo en el que no se perdona nada cuando de guardar secretos se trata, me ha gustado más la trabazón de esas vidas, sometidas a los designios de seres sin alma y sin rostro en la mayoría de los casos, pero que todo lo conocen y pueden. Saberse vigilado constantemente, descubrir la imposibilidad de vivir por fin una relación de tú a tú, a pesar de las diferencias y los desconocimientos mutuos, crea un desasosiego y una angustia permanentes. Y a pesar de todo, la decisión de seguir resulta admirable. Muy recomendable.

José Manuel Mora. 





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