The Alienist, de Jakob Verbuggen

 Asesino freudiano.

Conviene estar atento a la opinión de los que tienen buen paladar seriéfilo. Esta vez quien me alerta es mi amigo Javi, sobre una de la que no había oído ni hablar, a pesar del título tan atractivo y sugerente. He de reconocer que el sábado empleamos toda la tarde en ver los diez capítulos de los que consta de una sentada. Un auténtico maratón, que prefiero con mucho a esperar una semana a que llegue la siguiente entrega. Disponíamos de ella al completo en Netflix, aunque se estrenó hace ya un año. The Alienist es un título equívoco que conviene aclarar desde el principio, puesto que no tiene nada que ver con "aliens" futuristas, sino con el significado del término latino alius, "otro", "distinto". Y así, durante el siglo XIX se consideraba que  los enfermos mentales estaban alienados de su propia naturaleza, eran seres separados de su propio ser, y quienes se dedicaban a estudiar sus patologías eran llamados "alienistas", que es lo que sucede en la serie con el protagonista que le da título.


 Está basada en la novela homónima escrita por un tal  Caleb Carr (Nueva York, 1955), novelista e historiador y como tal buen conocedor de la época, y publicada en 1994. La dirige el belga Jakob Verbruggen quien, a pesar de haber trabajado en series de prestigio (House of cards, Black Mirror), no me era conocido, puesto que no he visto ninguna de ellas. Es evidente que tan sólo soy un aprendiz de seriéfilo. La producción es monumental, a juzgar por la réplica de la ciudad levantada en Budapest, donde la minuciosidad y los detalles de ambientación son sorprendentes. Me han traído a la memoria la recreada en otra serie aquí comentada y que me pareció excelente, The Knick . Los detalles de atrezo, la iluminación en muchos casos natural, los interiores, el vestuario, todo está cuidadísimo, lo que es normal sabiendo lo que costó rodar en miles de euros cada uno de los capítulos.



En el Nueva York de 1896 se dan unos contrastes brutales entre la sociedad bien pensante, poderosa económicamente y que desea mantener su estatus, y las clases populares, que viven hacinadas en condiciones infrahumanas, en zonas insalubres de la ciudad, a la que van llegando continuamente cantidad de migrantes europeos. La necesaria supervivencia hace que muchos menores se prostituyan vestidos de niñas para poder comer. Como sucede siempre en la prostitución, para que exista ese comercio es necesario que haya demanda, lógicamente entre las personas adineradas, que además pertenecen al primer grupo señalado. En la calle o en infames tugurios, regentados por mafiosos con buenos contactos en la policía, se produce el intercambio. Un día aparece uno de estos niños destripado, con los ojos arrancados de las órbitas y con los genitales en la boca. El comisario jefe, Teddy Roosevelt, quien más tarde sería Presidente de los Estados Unidos, contrata al especialista Laszlo Kreizler, un alienista que está en la onda de los estudios de Freud, quien considera que es necesario bucear en el alma del asesino para encontrar sus motivaciones y sus patrones de conducta para evitar que vuelva a asesinar. Le ayuda en la tarea el ilustrador John Moore, de buena familia, bebedor empedernido y fornicador sin tasa. A ellos se les une la joven, Sarah Howard, secretaria del comisionado y primera mujer en entrar a trabajar en el departamento de la policía, además de los detectives y hermanos gemelos judíos Marcus y Lucius Isaacson, quienes aportan las últimas técnicas de captación de huellas y nuevos métodos de investigación. Todo ello choca con lo ya establecido por los tradicionales métodos de actuación policiales, con el miedo a todo lo nuevo, contra lo que se revuelven quienes piensan que tienen cotas de poder que perder.

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Como es de suponer, los crímenes se siguen sucediendo y se nos intenta distraer con sospechosos que tienen cosas que esconder. El alienista intentará poner frente a sí mismos y a sus historias personales a sus colaboradores, e incluso a él mismo, a pesar de lo desgarrador que pueda resultar, porque está convencido de que además ese autoconocimiento es catártico, tal y como señalaba Freud. A la lucha por adelantarse al asesino, se añade la pelea entre competencias policiales e influencias de políticos de pedigrí de esa sociedad. La oscuridad de las localizaciones nocturnas, que es cuando se cometen los asesinatos, añade angustia a los personajes y a su búsqueda. Como buena historia de suspense, no conviene ir más allá en el resumen de la historia para que no me acusen luego de "destripador" sin ser londinense.


Resulta sorprendente que en una superproducción así, el protagonista sea un actor alemán de origen español, o al revés, Daniel Brühl, a quien descubrí con gusto en la premiadísima  Good Bye, Lenin! (2003) y que fue capaz de plantarle cara nada menos que a la Dench en La última primavera. (2004) con mucha dignidad. Encarna aquí al investigador con aire de psicólogo forense en un trabajo contenido, que llega a empapar de sentimiento en algunos primeros planos. sin embargo he de confesar que a veces me parecía que le faltaba empaque vital, como si fuera demasiado joven para el papel. Luke Evans, a quien no recordaba en su papel de El Hobbit (2012) encarna al dibujante, perteneciente a lo más granado de la sociedad neoyorquina y capaz de plasmar con sus bocetos las imágenes de los niños muertos o incluso de un primer retrato robot. Da muy bien su aire de desapego, de su falta de compromiso, a pesar de responder siempre que se ve arrastrado a la acción. La tercera en discordia es Dakota Fanning, actriz que lleva trabajando casi desde niña (I'm Sam, 2001) en cine y series de televisión y a quien veo por primera vez, muy creíble en su papel de protofeminista en un momento en que las primeras sufragistas levantaban sus voces.



Así pues un thriller de época, capaz de retratar las pulsiones más oscuras del ser humano y que nos pone en la situación de reconocer en nosotros mismos oscuridades que haríamos bien en analizar, porque muchas de ellas explican nuestros comportamientos más inconfesables, nuestras debilidades más íntimas. Se anuncia ya una segunda temporada con los mismos personajes y nuevas investigaciones en torno a nuevos crímenes. Hay tanto por ver que no creo que repita.

José Manuel Mora.



José Manuel Mora.




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